Con gran cantidad de asistentes se inauguró Congreso de Acompañamiento Espiritual
Con la presencia del Obispo Auxiliar de Santiago, Monseñor Cristián Contreras Villarroel; el Vicario para la Pastoral Hospitalaria, Augusto Larraín; el Director del Servicio de Salud Metropolitana Norte, doctor Fernando Silva; el Director del Hospital Roberto Del Río, doctor Carlos Flores y más de 400 asistentes, se inauguró el Primer Congreso de Acompañamiento Espiritual para Enfermos. Este fue organizado por la Unidad de Acompañamiento Espiritual del Hospital de Niños Roberto del Río, con el auspicio del Ministerio de Salud, del Arzobispado de Santiago y de la Iglesia Adventista de Chile.
Este Primer Congreso se enmarca en la Pastoral de Acompañamiento Espiritual para Enfermos que comenzó en el Hospital Roberto Del Río a iniciativa del doctor y diácono José Alvear y de un grupo de personas que se dio cuenta que además de atender las dolencias del cuerpo, se necesitaba un apoyo espiritual para quienes se encontraban enfermos.
En palabras del doctor Fernando Silva, existen evidencias empíricas que señalan que el acompañamiento espiritual es beneficioso para la salud de los pacientes, de sus familias y también de los funcionarios del Hospital. Añadió que la experiencia de la Iglesia Católica y Adventista que se desarrollan en el Hospital Roberto Del Río debe ayudar a construir un modelo de atención hospitalaria para todos los centros asistenciales del país. En representación del Ministro de Salud, Pedro García, intervino la doctora Rosa Tapia, quien trajo los saludos del secretario de Estado y su apoyo a la iniciativa.
José Alvear, diácono, médico y gestor del acompañamiento espiritual, dijo que lo esencial era “llevar el Evangelio, la Palabra de Dios donde hay sufrimiento”, para eso se necesitaba tener el corazón abierto y así descubrir un sentido para vivir la enfermedad.
Margarita Vargas es auxiliar de enfermería en el Hogar de Ancianos de la Fundación Las Rosas ubicado en Independencia. Cuenta que en su trato cotidiano necesita mucha fortaleza y paciencia para enfrentar el dolor, la pérdida, la tristeza y, a veces, la agresividad de los adultos mayores. Aclara que lo que más la afecta es la muerte de las personas, ya que generan un vínculo de amor muy fuerte. Junto a otras auxiliares y directivos de los hogares para ancianos de la Fundación, concurrieron al Congreso “porque amamos nuestro trabajo y todo lo que tenga que ver con atención de enfermos y ancianos nos interesa”. En este sentido, las ponencias del Congreso y el intercambio de experiencias serán el insumo para seguir trabajando con más fuerzas por el servicio a los adultos mayores.
En la jornada inaugural, Monseñor Cristián Contreras expuso sobre el “Valor salvífico del Sufrimiento Humano como respuesta de la Fe Cristiana”. En su intervención dio una mirada al valor del sufrimiento desde el Antiguo Testamento. Monseñor Contreras dijo que al tema del sufrimiento “se acercaba con pudor”, ya que es una experiencia límite. Entre las palabras que dirigió a funcionarios, médicos y auxiliares que trabajan junto a adultos o niños postrados y enfermos dijo que más que dar respuesta al dolor, es necesario que sientan la cercanía y la solidaridad de ellos. Al hacer un análisis, Monseñor pidió hacerlo de cara a Dios, “como creyentes que llevan el sufrimiento al altar y no como protesta”. Señaló que en un primer momento, la enfermedad fue vista como fruto de la culpa, luego como prueba de fe y, finalmente, como invitación a confiar en un Dios diverso, que tiene sus propios caminos de encuentro. Esto significa entrar en el misterio de Dios y en su intimidad. Añadió que “la muerte no tiene la última palabra”, desde el futuro vendrá una nueva perspectiva de plenitud a lo humano. Añadió, “la muerte concluye en la resurrección, que es la promesa de Dios”. Finalizó su intervención recordando al sicoanalista Victor Frankl, que luego de su experiencia en campos de concentración nazi concluyó que quienes sobrevivieron lo hicieron por el sentido que le otorgaron a su dolor. El Padre Cristián afirmó, “no hay que preguntarse ¿por qué a mí?, sino ¿para qué a mí? Esa pregunta abre horizontes de esperanza”.
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