Iquique Tiene nuevo Sacerdote Diocesano: Padre Javier Sáez Gallardo
Iquique Tiene nuevo Sacerdote Diocesano: Padre Javier Sáez Gallardo

“¡Que misión tan grande es ser apóstol! Seguir al Señor a donde vaya. Anunciar con gozo su Evangelio y ser para los hombres portadores de su fe”. Así la Iglesia de Iquique cantó, al unísono, emocionada y gozosa, para el nuevo presbítero Javier Sáez Gallardo, quien recibió la Ordenación Sacerdotal de mano de Monseñor Marco Antonio Ordenes Fernández.

El nuevo pastor diocesano, quien fue acompañado también por Monseñor Javier Prado Aranguiz obispo emérito de Rancagua; su guía espiritual padre Gregorio Centeno; sus hermanos sacerdotes de la diócesis, religiosas; diáconos; amigos y familiares; además del pueblo creyente, agradeció a todos ellos por el apoyo incondicional y su compañía fiel. También dio las gracias al Pastor de Iquique por su cariño y confianza, y a Dios por haberle elegido.

Durante la eucaristía, celebrada el sábado 17 de mayo en la parroquia Catedral Inmaculada Concepción, se destacó la especial relevancia de dicha celebración por cuanto hace doce años que en esta Iglesia nortina no tenía la alegría de un nuevo sacerdote diocesano. El 14 de diciembre de 1996, el actual obispo de Iquique fue el último presbítero ordenado y esta vez, precisamente fue él quien entregó dicho ministerio.

Con mucha solemnidad inició el padre Iván Rocco, párroco de la parroquia Doce Apóstoles de Alto Hospicio, quien llamó a quien sería ordenado y el Vicario General de la diócesis, padre Guillermo Fajardo lo presentó y pidió su ordenación sacerdotal, la que concedida por Monseñor Ordenes.

En la oportunidad, el obispo de Iquique impuso sus manos sus manos para conferir dicho ministerio. Lo mismo hicieron todos y cada uno de los sacerdotes presentes, mientras el ordenado permaneció de rodillas frente al altar, y la asamblea acompañó con su oración. Inmediatamente después fue revestido con los ornamentos propios del sacerdocio.

Antes de finalizar la eucaristía, el obispo emérito de Rancagua Monseñor Javier Prado Aranguiz expresó su alegría por encontrarse en Iquique, la primera diócesis que recibió en su ministerio episcopal y por estar compartiendo con el padre Javier Sáez el momento de su ordenación sacerdotal.

Homilía del Pastor

Durante su homilía el obispo de Iquique se dirigió al padre Javier y le dijo “recuerda que los tiempos de Dios son los tiempos de su infinita sabiduría. Por ello, hemos de vivir siempre en esperanza, sabiendo que un día, Dios actuará. ¡Esta Iglesia diocesana, ha vivido doce años esperando con esperanza este momento! Aprendiendo en la necesidad de sacerdotes que Dios no nos abandona ni olvida”.

También señaló que el misterio de la identidad del ser humano “se resuelve en el misterio de la misma identidad de Dios, que es experiencia personal de diálogo, de comunión; en definitiva de amor. Es en la identidad del Dios trinitario que es amor, donde descubrimos lo que somos, y hacia donde estamos llamados a ir”.

“Querido Javier, Cristo un día vino al encuentro de tus inquietudes, salió a tu pasó, cuando descubriste su presencia, también experimentaste que nada podría ser igual. El paso de Cristo por nuestras vidas, es transformante. Y te invitó para hacerte partícipe entre los hombres de este mensaje fundamental: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para que los que crean en él no se pierdan Esto es lo esencial: anunciar al Maestro, desde nuestra experiencia, desde nuestra realidad: una vida, que en su insuficiencia, es tocada por Dios. Hoy estás aquí, para constituirte en presbítero, sacerdote de este misterio de amor”. Aseveró el Pastor y preguntó “¿Cómo lo harás Javier, cuando el mundo experimenta angustiantes cambios, cuando los recursos son tan escasos respecto de las demandas? ¿Cómo anunciarás esta verdad, cuando surgen ambientes de indiferencia religiosa e incluso de hostilidad a la fe cristiana?”.

“En lo que crees y celebras está y estará tu identidad y tu fuerza. El sacerdote encuentra la razón de su ser no en las muchas cosas que pueda hacer, por muy buenas y necesarias que sean, sino en ese encuentro radical donde un día el Señor le llamó a ser: un discípulo, un amigo y servidor, siguiendo a Jesús, desde la hondura de su corazón, en la única razón que vale la pena: el amor. Porque lo amas lo has seguido hasta este momento y porque lo amas entregarás tu vida, envejeciéndote, perdiendo el vigor de tu juventud en aras de una entrega, como el Padre que tiene un amor tan grande que es capaz de entregar la vida de su propio Hijo en favor de muchos. Sólo desde esta verdad, creída y vivida en medio del fragor de todos los caminos, tu sacerdocio será un servicio fiel, sacrificado y radical. Sólo desde esta fe enamorada en el misterio del Señor que nos cautiva, podrás levantar de la mejor manera el cáliz de la salvación y partir el pan a tus hermanos, que tantas veces viven hambrientos de Dios, y sin que nadie les de de comer. ¡Vive lo que crees en la entrega del amor que no conoce límites! El amor lo consume todo, sus llamas lo abarcan todo; y demandará siempre de ti, tu totalidad”.

Querido Javier, continuó su mensaje el obispo de Iquique “el Señor te llamó para hacerte servidor de tus hermanos, para que entregues con tu vida el tesoro más grande de todos: Jesucristo, salvación eterna y esperanza del hombre. ¡Esta es tu verdad, tu identidad y tu fuerza!”.

“Por eso no temas, porque él estará contigo”, aseguró y dijo que el ministerio “implica llevar tu cruz, y ayudar a cargar la cruz de tantos hombres y mujeres, marcados por el dolor, las dificultades familiares, laborales, afectivas, existenciales y tantas otras situaciones, que en los ambientes tan inestables de estos tiempos, siembran tanta frustración, pesimismo, individualismo y egoísmos intolerantes. Sin embargo, tú llevas en tu corazón, en tus labios, en tus manos y en la totalidad de lo que eres, la esperanza de la fe. ¡Llévala con verdad y humildad!, ¡llévala con respeto por la dignidad de todos!, ¡llévala con acogida y solidaridad! ¡Llévala con amor a esta tierra, a sus costumbres y tradiciones! ¡Llévala como Moisés, levantando una oración diaria por la salvación de nuestro pueblo, por su paz y su justicia, por su reconciliación y preocupación por los pobres y excluidos! Y aunque parezca muchas veces que nada resulta, que todo se desanima, confía en la fuerza del Señor que transforma en medio del silencio la vida, tal como lo hará diariamente a través tuyo al acercarte al altar para confeccionar la Eucaristía alimento para vida del mundo”.

“Y cuando estés en tus horas de agobio y de triunfo; de éxito o fracaso, no olvides de levantar tus ojos al cielo, y sin muchas palabras, sino más bien con una mirada de amor invoca a la Madre, a la Señora del Carmelo y estrella del camino. Ella te mostrará siempre al Hijo, y será tu refugio y tu consuelo. Secará tus lágrimas y cantará al Señor junto a ti, la alegría de tus dichas. Vive bajo su amparo, y acógete siempre a su maternal intercesión”, concluyó Monseñor Ordenes.

Fuente: Comunicaciones Iquique

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iquique, 18 de Mayo, 2008

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