Este 3 de noviembre la Orden Siervos de María cumplirá 70 años de presencia en la región de Aysén. Han sido 70 años de historia, toda una vida de esfuerzos, en que principalmente religiosos italianos han llegado hasta la región para forjar como un patagón más el destino de esta tierra lejana, pero bendecida por tanta belleza paisajística y humana. 70 años en que estos hombres han acompañado el crecimiento de los hijos de esta tierra desde la perspectiva humana, cultural, pero sobre todo espiritual.
Un poco de historia
Un 16 de septiembre del año 1937, 5 jóvenes frailes pertenecientes a la Orden Siervos de María se embarcaron desde Italia rumbo a estas australes tierras ayseninas “todos animados de mucho entusiasmo y espíritu apostólico” narra el sacerdote Vladimiro Memo en su libro “Iglesia de Aysén: puente entre fe y cultura”. Ellos eran los sacerdotes Tomás Sgualdino, Antonio Michelato, Anastasio Bertossi, y los hermanos Mario Caccia y Antonio Balasso
Fueron los primeros 5 religiosos de la Orden Servita que pisaron Aysén, y a quiénes se les encomendó la titánica labor de hacerse cargo de evangelizar a los dispersos habitantes de la entonces inhóspita y poco explorada región de Aysén.
Tras meses de viaje los entusiastas y jóvenes siervos de María son recibidos en Chile por Monseñor Munita, Obispo de la Diócesis de Ancud de la época y principal gestor de la llegada de la orden a Aysén, para posteriormente ser encaminados hacia su destino final, Puerto Aysén, donde llegan en el barco “Coyhaique” el 3 de noviembre de 1937.
Según narra en su libro el padre Vladimiro Memo “El cura párroco de Puerto Aysén, Guillermo Weisser los acoge muy contento en la casita construida con tanto esfuerzo, al lado de la primera Capilla de la región. Tuvieron que acomodarse de emergencia pues en la localidad no había lugar adecuado donde ellos pudieran instalarse”.
En ese entonces Puerto Aysén era un pequeño pueblo, que tenía unos 2.000 habitantes y era cabecera de provincia. Allí los misioneros fijaron su centro de operaciones para extenderse hacia el interior y desarrollar su labor apostólica.
El sacerdote destaca como una de las primeras iniciativas de los Siervos de María la creación en octubre de 1938 de las dos primeras escuelas católicas de la región, en Puerto Aysén y Coyhaique. Según explicó el p. Vladimiro Memo estas fundaciones no respondían solo a las instrucciones del Obispo Munita; sino también a las orientaciones de la Iglesia Chilena “que a la sombra de cada parroquia hubiese una escuela católica”.
Desde la llegada de los Siervos a la región el desafío fue establecer un servicio religioso permanente en todo el territorio de Aysén y “si en la actualidad existe tanta comunidad y tanta capilla es porque los siervos enfrentaron el desafío desde el principio, invirtiendo mucha energía para suscitar esta presencia en distintas partes del territorio”, explica el autor del libro de la Iglesia de Aysén. Esto les llevó a fundar varias parroquias, repartidas en el vasto territorio regional. Dentro de las primeras se encuentra la parroquia de Coyhaique en 1942, la de Chile Chico en 1948 y la de Chaitén en 1954 aproximadamente, que posteriormente fue traspasada a la diócesis de Ancud.
Otro hito fue que la Santa Sede desligará todo el territorio de Aysén de la diócesis de Ancud y la constituyera en prefectura apostólica a sólo dos años de la llegada de la orden servita, el 17 de febrero de 1940. Memo explica que fue “el propio Obispo Munita el que promovió esto y lo pidió al Papa Pío XII, y el Papa entendió que en todo este territorio tenia que surgir una nueva iglesia local, una diócesis a futuro”
Pero más allá del tema histórico, es importante destacar también el estilo de trabajo pastoral de la orden servita. En este sentido, Vladimiro Memo enfatiza que los religiosos siempre actuaron y vivieron como comunidad y trabajaron en equipo “Ellos se movieron siempre como un equipo de frailes que enfrentaron estas dos líneas pastorales: la escuela y las misiones en el territorio”.
Otro aporte ha sido la promoción de la chilenidad. Según nos cuenta el padre Vladimiro los religiosos se jugaron por la región “casi se olvidaron de su tierra natal. Desde el principio trataron de asumir plenamente lo que era la cultura de la región, por eso creo que los Siervos de María son muy integrados con la gente. Entonces creo que se sumaron a lo que es la cultura, el desarrollo de la región”, concluye Vladimiro Memo.
Testimonios y reconocimientos a los siervos
El desarrollo de la región y de su gente está ligado a la presencia de los Siervos de María en Aysén. Es por eso que muchas personas han hecho un reconocimiento a los religiosos de esta orden de origen italiano. Es el caso de Alberto Saíni, quien señalo que “ellos han estado incorporados en la historia de la región. No ha habido pueblo ni localidad que no haya sido, junto a la autoridad de la época, bendecida por un sacerdote. Además su presencia en cada familia que ha incorporado a sus hijos a la Iglesia a través del bautismo. Su presencia ha estado también en todos los eventos dolorosos, junto a los enfermos, a los fallecidos, a las familias dolientes”. Sainí agregó que los servitas “han sido gente de paz y solidaridad”, y desde esa perspectiva agradeció y reconoció a los más de 70 religiosos que han trabajado en Aysén.
Por su parte, Teresa Tromer rememora como conoció a los siervos de María cuando aún era una niña “recuerdo cuando el padre Antonio Michelato y el padre Nuncio anduvieron por Mano Negra, en la montaña, a caballo, pasando muchas peripecias. Y ahí andaba nuestro obispo visitando a las poquísimas personas que habíamos en esos lugares”.
Asimismo Andrea Reyes contó emocionada sus historias de infancia “Cuando yo tenía 7 años el padre Mario hacía una misa para los niños los días domingo, y él para motivarnos y entusiasmarnos hacía como si estuviésemos en el Festival de Viña. Entonces él cantaba y hacía todo un espectáculo, y era una cosa emocionante. Nosotros, los niños, lloviera o tronará no nos perdíamos la misa. Yo tengo muy lindos recuerdos de mi infancia”, indica Reyes.
En el área de los homenajes más particulares, Manuel Frías le rindió uno al sacerdote José Belló. Explicó que lo conoció en la localidad de Cochrane en 1962 “Me tocó convivir mucho con él, y ha sido un guía espiritual para mí y mi familia. Es un hombre, un religioso, un santo que merece todo el respeto por el trabajo que hizo. Un reconocimiento para él y para todos los Siervos de María”.
Fuente: Comunicaciones Aysén