Una gigantografía que reproduce el Tríptico Misionero que el Santo Padre Benedicto XVI regaló a la V Conferencia General de Aparecida, es la imagen que preside las Sesiones plenarias de la Primera Asamblea Eclesial en el auditorio del Centro de Peregrinos de Schoenstatt.
La pieza es una réplica ampliada de la imagen del "Cristo del envío" que el Pontífice ha dejado a los países de América Latina y el Caribe, que ha sido realizada por el Canal 13 de TV para esta Asamblea.
El tríptico, que fluye de la tradición del arte cuzqueño, contempla un programa iconográfico que se despliega interiormente en ocho cuadros y en otras imágenes menores, que han sido bellamente explicadas en el siguiente texto del P. Joaquín Alliende:
1.- El motivo central lo ocupa una representación de Cristo Resucitado, en la hora del envío misionero de los discípulos. La radiante figura de Jesús preside la totalidad del tríptico con el halo de una serena victoriosidad. En los rostros de los enviados se manifiesta la plural riqueza del pueblo de Dios. Hay hombres y mujeres. Algunos tienen tez blanca. Otros rostros son de mulatos, de indígenas, o de mestizos. Hacia el fondo se ve la escena del Calvario y dos ángeles. En la leyenda se reproduce la autodefinición del Mesías, las palabras del envío discipular -“vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19)- y el solemne encargo de la Madre del Señor a su Iglesia.
2.- A la luz del milagro de Caná se señala catequéticamente el imperativo pastoral de movilizar el amor a María de los fieles a una obediencia irrestricta al querer de Jesús -“hagan lo que él les diga”. La figura de los esposos, destaca la grandeza del sacramento del matrimonio. Las tinajas del vino expresan la alegría de los discípulos que, por la “manifestación de su gloria,…creyeron en él”.
3.- Vocación de los primeros. Pedro y Andrés, de Santiago y Juan son llamados. Las palabras de elección de Jesús, tienen una réplica humilde de Pedro quien se siente del todo indigno para seguir la vocación de apóstol. Desde ahora serán pescadores de hombres. Los cuatro escogidos aceptan remar mar adentro y echar las redes sólo “en tu nombre”. El resultado es una abundancia milagrosa. Han dejado todo. Comienzan la senda del seguimiento discipular.
4.- La mutiplicación de los panes. El verde de la hierba recuerda que ocurrió en primavera. Cristo despliega el poder de su misericordia, haciendo abundante el escaso alimento inicial. Pero no es él quien entrega el pan a la multitud -”denles ustedes de comer”. Los discípulos tienen el encargo de atender a los menesterosos. Resuena aquí una urgencia impostergable. Es el imperativo de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe de atender a los pobres y postergados, “sea en el socorro de sus necesidades más urgentes, como también en la defensa de sus derechos” (Homilía de los obispos 11-05).
5.- Encuentro con los discípulos de Emaús. Esta escena muestra como Jesús mismo entra en el dinamismo peregrinante de la Iglesia. Durante el camino, él explica las Escrituras. En la mesa de Emaús, el Resucitado parte y comparte el pan. Pictóricamente la atención se focaliza en la centralidad de la Palabra y la Eucaristía. El texto de la leyenda registra la intensidad del encuentro del discípulo con su Maestro. Es un ardor contemplativo que llevará a un nuevo trayecto misionero hacia Jerusalén.
6.- La venida del Espíritu Santo. Es el nacimiento de la Iglesia. Los apóstoles se congregan en torno a María Madre. Pedro tiene las llaves, como símbolo de su encargo específico en el Colegio Apostólico. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Aparecen las mujeres, de las que habla el libro de los Hechos. Unidad en la comunión del Espíritu Santo. Variedad de carismas. Sólo por el vigor divino que el Paráclito les concede, podrán asumir la misión encomendada.
7.- Los discípulos de Jesús evangelizan. Sucede ahora. Los discípulos entran en la vida de “nuestros pueblos”. La evangelización ocurre en el diálogo cotidiano. Los discípulos y misioneros del siglo XXI prolongan el amor y el compromiso de San Juan Diego de Guadalupe, con la Biblia en la mano. En su tilma va, impresa por el cielo, la imagen de la Virgen María, discípula perfecta y sabia educadora de los elegidos por Jesús para evangelizar.
8.- El Padre Eterno y el Espíritu Santo. Corona el tríptico una imagen del Padre de Jesucristo. Se le muestra unido en el Espíritu al Señor Resucitado. Con este remate, todo el tríptico logra un marcado carácter trinitario, tal como era usual en los retablos de la primera evangelización. Se indica así cuál es la fuente y el destino de la historia humana. Así el Dios Uno y Trino es propuesto como la suprema realidad de amor, en la que se sostienen e inspiran todas las formas de comunión y solidaridad que brotan del evangelio.
9.- En las esquinas superiores de los paneles laterales abiertos, aparecen dos santos emblemáticos del primer siglo del cristianismo. Uno es el gran misionero venido de España, Santo Toribio de Mogrovejo. El Obispo místico realizó una gigantesca obra evangelizadora desde su sede limeña. La otra figura es Rosa de Lima. Representa la recepción del evangelio por parte de los criollos americanos. Esta laica nacida en una familia de origen dominican, llegó a una alta cumbre de intimidad esponsal con Cristo y de heroica caridad con los pobres.
Cuando el tríptico está cerrado, aparece el escudo papal de Benedicto XVI, y se ve la dedicatoria de mano del Papa con la exhortación señera hacia el futuro: “Sean discípulos y misioneros de Jesucristo, para que vuestros pueblos tengan vida. Aparecida, 13 de mayo del 2007.”
El sello final es la Imagen de Nuestra Señora Aparecida. En torno a ella se congrega un racimo abigarrado de diversos rostros del pueblo que ella protege y guía por estas latitudes.
Fuente: Prensa CECh - CELAM