De la mano de la Biblia y visitando Tierra Santa quiso el Padre Cristián Precht celebrar sus 40 años de sacerdocio, que se conmemoraron el 6 de agosto. Hizo una memoria agradecida de su propia vida, bendiciendo a Dios por el regalo del sacerdocio, una vocación que descubrió cuando era muy niño.
No se imagina su vida sin ser sacerdote. Todo está vinculado con su vocación: la gracia y el pecado. Es un hombre criado por la Iglesia, enseñado por la Iglesia y perdonado por la Iglesia. Sus amistades están relacionadas con lo pastoral, le cuesta mucho mirar su vida si no es bajo esta perspectiva.
Un animador innato
Para él ser sacerdote es sinónimo de ser animador. En su paso por el colegio Saint George estuvo a la cabeza de todas las actividades que se realizaban y en la Iglesia ha animado acontecimientos tan masivos e importantes como la visita del Papa Juan Pablo II en 1987. “Uno de los rasgos de mi vida es que tengo vocación de animador, puede ser con el acordeón en la mano o, en un sentido bien profundo, puede ser con la hostia en la mano, animando la fe y la vida. Creo que el Señor me ha bendecido con una mirada muy esperanzada, que en parte es herencia materna y en parte es un regalo de fe. Esta ha sido una línea que atraviesa mi vida de cura también. Es una vocación que se va profundizando". Agrega: "Primero partes contando chistes y después haciendo relatos y descubriendo la presencia del Espíritu en la vida. He descubierto que en eso hay un llamado para mí del Señor. Si me preguntas que es para usted ser cura, yo digo animador”, comenta.
Una huella indeleble
A este animador por excelencia, le ha tocado asumir tareas muy complejas. Estaba en su primera experiencia de vicario parroquial en la parroquia María Magdalena de Puente Alto, su primer amor como él la llama, cuando sucedió el golpe de estado en 1973. Luego, formó parte del Comité Pro Paz que se trasformaría en la Vicaría de la Solidaridad, una institución clave en la defensa de los derechos humanos. Fue el primero a bordo de esta vicaría y eso le dejó una huella indeleble en su historia de fe y de vida.
Recuerda que aprendió mucho del mundo real con todos los horrores, tocando la llaga del pueblo día a día. “Eso tiene de cara y sello, algo tremendo, pero las cosas complejas y difíciles te arrancan lo mejor de ti, tienes la oportunidad de descubrir que tienes fuerza y que tienes vigor y fe, obviamente. También fue una oportunidad de trabajar en equipo con un excelente grupo de laicos. Fui fuerte en la debilidad y descubrí que aún en una situación tan dura, la presencia del Señor es muy tangible. De ahí que la Vicaría de la Solidaridad termina siendo una vicaría que da esperanza”, sostiene.
Fue un Pastor de la Esperanza para miles de chilenos, pero hubo una familiar de detenido desaparecido que lo marcó profundamente: Anita González Recabarren, una mujer que perdió a su esposo y a tres miembros más de su familia. “Anita es un monumento, una mujer de una entereza increíble”, recuerda con emoción.
Un hombre que se adapta a los tiempos
El Padre Cristián es un hombre de la dictadura, pero también un hombre de la transición. Sueña con un país reconciliado en que se puedan mirar a la cara los diversos, en que los pobres tengan más oportunidades y los ricos puedan ser más generosos con los recursos que tienen.
Bajo esta convicción tuvo un rol protagónico en la visita del Papa Juan Pablo II en 1987. Fue el vicepresidente de la comisión organizadora y el encargado de liturgia. Fue el animador de ese magno evento en tiempos difíciles, le tocó animar, pero también “desanimar” cuando ocurrieron los disturbios en el Parque O’Higgins.
“La visita del Papa es uno de los acontecimientos más importantes en mi vida. Trabajamos como locos durante dos años, desde los primeros pasos de la visita hasta realizarla. Fue tal el impacto social del Papa y su impacto espiritual que se vivieron 6 días de retiro espiritual en un país entero. Vivimos todos pendientes del Papa, de su palabra, de su Magisterio y nos conmovió a todos. Marcó mucho el país y lo preparó para la transición”, recuerda.
Visión de futuro
Con esa inigualable visión sobre el futuro, supo descubrir que los jóvenes, con la llegada de la democracia, habían cambiado. Entonces había que cambiar el mensaje si se quería llegar a ellos y de esa reflexión surge la Vicaría de la Esperanza Joven en 1992.
“Lo que fue detonante para darme cuenta que había que cambiar el mensaje fue el concierto dado por Amnistía Internacional en Mendoza. Viajaron 30 mil jóvenes chilenos y fue ahí cuando hablé con don Pancho Fresno y le dije que los jóvenes chilenos no tiene que irse a otro país a un concierto. Aquí hay una generación que tiene otra forma de expresarse, que asiste a acontecimientos masivos, llenos de colorido. Ahí empezamos a trabajar para la vicaría que finalmente creamos en el año 1992. De ahí nacieron eventos masivos como la peregrinación a Los Andes y la caminata del Padre Hurtado. Esto fue criticado por los mayores: cómo nosotros que habíamos trabajado tanto por los derechos humanos estábamos en estas cosas más rock”, recuerda con risas el pastor de la Zona Sur.
De esa forma plantaron la primera semilla del plan de la esperanza joven. Fue como reinventar la pastoral juvenil, pero para los jóvenes que venían. Si por medio del rock se evangelizaba a los jóvenes, el Padre Cristián estaba dispuesto y se convirtió en el primer vicario de la Esperanza Joven.
“Lo mejor de la Zona Sur es su gente”
Desde el año 2000 es Vicario de la Zona Sur, labor que lo tiene muy contento, sobre todo, por ser el Pastor de un grupo de diverso, pero marcado por una gran fraternidad: "En la Zona hay una marca muy fraterna que hemos tratado de cultivar juntos. Para mí el día más lindo del mes es cuando nos reunimos con todo el personal consagrado, el segundo jueves, y siento que estamos en una hermandad. La gente de la Zona es gente que ha crecido con mucha adversidad y por lo mismo con mucha fortalezas. Son comunidades fuertes, donde el Evangelio tiene un impacto tremendo en sus vidas”.
Sin embargo, toda esta riqueza de la Zona se ensombrece con la estigmatización de las poblaciones emblemáticas que en ella se encuentran. Algo que mucho molesta al Padre Cristián. Dice: “El buen periodista es el que es capaz de hacer una gran nota con acontecimientos positivos y volvernos locos con eso, lo otro es de flojos. Yo desafío al comunicador que entre al corazón de La Legua y viva un mes y sea capaz de contar en colores la organización solidaria que hay en estas poblaciones. Haría palidecer a muchos en el país; con el heroísmo, la creatividad y generosidad. Dedsgraciadamente es harto más fácil contar las balas”
Como Pastor de poblaciones como La Legua y La Pintana se siente responsable de su gente, de la violencia y droga que los acecha cada día. Pero sabe que la solución a estos problemas es una tarea de país que involucra al gobierno, a la oposición, a los municipios y a todos los poderes del Estado.
Es un convencido que la realidad del país es diversa y siente que la Iglesia actual debe considerar esa pluralidad. Sueña que la Iglesia aprenda a convivir con esta realidad compleja y desde ahi pueda proponer el Evangelio que siempre es buena noticia.
En eso ha estado estos 40 años de sacerdocio. En una aventura impresionante, cuenta él mismo, que tiene hitos tan salientes como la Vicaría de la Solidaridad, la visita del Papa Juan Pablo II, la Vicaría de la Esperanza Joven, y tanta otras bendiciones. Recién se está dando cuenta de que han pasado 40 años, pero reflexiona que siempre ha estado acompañado por un Padre bondadoso, un Hijo cómplice de su vida y un Espíritu Santo más silencioso que, sin embargo, trasforma todas las cosas.
Fuente: Vicaría Sur www.vicariasur.cl