El Arzobispo de Santiago dijo que la Iglesia latinoamericana “ha estado dormida desde el punto de vista misionero”, por lo que se hace necesario un despertar en este ámbito. Y para que la parroquia sea no sólo escuela de discípulos, sino que, al mismo tiempo, sea misionera, hay que “remecer su estructura para que pueda tener esa dimensión”.
“La Gran Misión tiene ese sentido, un despertar misionero. Y es una misión que quisiéramos comenzar y no terminar, o sea, que permanezca la misión y el espíritu misionero”, enfatizó el Cardenal.
Más adelante, el Arzobispo de Santiago señaló que “en todo este esfuerzo de llegar a Cristo, que es nuestra vida, de experimentarlo como nuestra vida y nuestra alegría y preocupados de nuestros pueblos, lo que emerge es el tema de la vida. En el documento está marcado: ‘He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’".
Agregó que el tema de la vida va más allá de fijarse sólo en las estructuras de poder o de pecado. “Mientras existan esas estructuras no hay vida. Pero va más lejos la preocupación, qué pasa con la dignidad del hombre, a qué vida llamó Jesucristo a cada uno de nosotros, para qué vida nos creó Dios cuando nos creó”, planteó el Cardenal.
Justicia social y caridad cristiana
Monseñor Cristián Precht, por su parte, inició su exposición acerca del capítulo octavo del documento, el que calificó como “muy propositivo”, destacando que para la Iglesia reunida en Aparecida el fundamento que la impulsa a promover la dignidad humana en estos tiempos es Jesucristo. Agregó que esa promoción, según la lectura del documento, exige “entrar en la dinámica del Buen Samaritano, que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos”.
Luego destacó que el documento de Aparecida revela una clara conciencia de la presencia del Reino de Dios en la persona de Jesucristo, y que ser discípulos y misioneros “nos lleva a asumir evangélicamente las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano”. Para estos propósitos, los obispos señalaron que se requiere ejercitar obras de misericordia, promover un orden justo, colaborar purificando la razón de los elementos que la ofuscan y “ayudar, con la predicación, la catequesis, la denuncia y el testimonio del amor y la justicia, para que se despierten en la sociedad las fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales”.
La dignidad humana
Los obispos en Aparecida declararon que “la cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social”.
Ante esta realidad, dijo Monseñor Precht, los obispos hicieron afirmaciones claras e inspiradas, las que, agrupándolas, se pueden transformar, a su juicio, en una especie de “credo” de la dignidad humana. Esas afirmaciones son:
- “Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada a su imagen y semejanza”.
- “Le agradecemos por asociarnos al perfeccionamiento del mundo, dándonos inteligencia y capacidad de amar”.
- “Anunciamos el valor supremo de cada hombre y de cada mujer”.
- Proclamamos que “sólo el Señor es el autor y dueño de la vida”.
- “Que todo ser humano existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó” y “lo conserva en cada instante”.
- Que al poner todo lo creado al servicio del ser humano, el Creador “manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla”.
- Que el ser humano –imagen viviente de Dios- es siempre sagrado, desde su concepción (…) hasta su muerte natural y también después de la muerte”.
- Que el amor insuperable de Dios por cada ser humano, cualquiera sea su condición, le confiere a éste una dignidad infinita”.
- Y por eso le agradecemos “por la dignidad que recibimos también como tarea que debemos proteger, cultivar y promover”.
Acerca de este tema, el Padre Cristián Precht recordó que “cuando nos tocó tener entre los brazos a personas mutiladas, torturadas, etc., me di cuenta que esto de ‘la dignidad inalienable del ser humano’ es una verdad que hay que proclamar por todos los tejados”.
Opción preferencial por los pobres y excluidos
El documento, dijo el Vicario de la Zona Sur, reafirma de una manera contundente la opción preferencial por los pobres y excluidos, a lo que agrega un compromiso de los obispos de “trabajar para que nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio”.
Esta opción se fundamenta en la cristología. “Todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo”. Acerca de esta afirmación, el Padre Cristián Precht subrayó que los pobres interpelan al “núcleo” del obrar de la Iglesia, sus personas, sus situaciones y sus rostros “están en el epicentro de nuestra fe”, dijo.
Destacó también, como novedad que en el documento de Aparecida surge por primera vez una nueva categoría de pobres: los “excluidos”, término “que describe al referirse a los rostros sufrientes contemporáneos”. Y resaltó lo señalado por los obispos en cuanto que los excluidos no son sólo “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables”.
Otro aspecto resaltado por el Vicario de la Zona Sur fue que el documento de Aparecida contiene 27 categorías de rostros sufrientes, entre los que figuran las comunidades indígenas, mujeres excluidas, pobres, migrantes, niños y niñas sometidos a la prostitución, drogadictos, ancianos excluidos, los presos, etc.
Frente a esta realidad, los obispos invitan a dejar que broten de la fe en Cristo la solidaridad y el acompañamiento de los que sufren, entre otras actitudes, las que piden sean permanentes y que se manifiesten en gestos concretos.
Una renovada pastoral social
La opción preferencial por los pobres, señalan los obispos, se lleva adelante en un proceso evangelizador que incluye “el anuncio de la palabra, la celebración de los sacramentos y el servicio de la caridad, tres dimensiones irrenunciables de la esencia de la Iglesia”. Esto implica promover caminos más efectivos y una pastoral social “estructurada, orgánica e integral”, resaltó Monseñor Precht.
Esta acción pastoral no sólo debe darse en cada Iglesia particular, sino que hay una responsabilidad de estar atentos a los debates y normas internacionales al respecto, señala el documento.
Finalmente, el capítulo detalla cinco “rostros sufrientes que nos duelen”, que son las personas que viven en la calle en las grandes urbes, los migrantes, los enfermos, los adictos y los presos.
La Semana Teológico-Pastoral 2007 concluyó con el trabajo en comisiones, la que abordaron los desafíos a la familia, la educación, la pastoral urbana, la piedad popular, la dimensión misionera y la cultura y los movimientos.
Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl