Funerales de P. Juan De Castro
Lunes 18 de junio
Funerales de P. Juan De Castro

A las 11:00 horas de este lunes 18 de junio, en la Iglesia de la Recoleta Dominica (Recoleta 759) se ofició la Misa de exequias del Padre Juan De Castro Reyes, la que fue presidida por el Obispo Auxiliar y Vicario General de Santiago, Monseñor Cristián Contreras Villarroel, en ausencia del Cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien se encuentra cumpliendo labores pastorales fuera del país.

La Eucaristía fue concelebrada por los Obispos Auxiliares, Vicarios Episcopales y por el Padre Félix Fernández, Provincial de los Padres Dominicos, Orden religiosa a la que perteneció en los últimos años de su vida el Padre Juan De Castro. Posteriormente, sus funerales se realizaron en el Cementerio Católico.

Velatorio

Hasta el templo de la Recoleta Dominica, donde se realizó el Velatorio del P. Juan De Castro, desfilaron cientos de personas de distintas condiciones sociales para despedirse y manifestar así su gratitud por los más de 45 años de ministerio sacerdotal. “Fue uno de los sacerdotes más destacados, más queridos de nuestra arquidiócesis, en todas partes dejó una huella profunda y se le extrañara mucho”, señaló el actual vicepresidente de Cáritas-Chile, presbítero Alfonso Baeza.

Un sacerdote fiel

“El padre Juan era una persona que andaba siempre con el ánimo en alto, nunca lo vi decaído. Tenía una gran capacidad de establecer diálogos y relacionarse con las personas con las cuales trabajaba. Como sacerdote, de una lealtad y fidelidad a toda prueba con los distintos Arzobispos con los cuales colaboró. Era un sacerdote que buscaba siempre un mayor contacto personal con el Señor a través de la oración, de la celebración eucarística”. Así lo recordó Monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar y Vicario General de Santiago, quien trabajara como el Padre Juan De Castro, en los años 1987-88, cuando éste último fuera rector del Seminario Pontificio Mayor de Santiago.

Emocionado recuerdo

Por su parte, Monseñor Cristián Precht Bañados, Vicario de la Zona Sur de Santiago, hizo un emotivo recuerdo del Padre Juan De Castro. “He admirado en él un deseo profundo de evangelizar sin darle la espalda a los tiempos. Su amor por el Señor y por el ministerio sacerdotal ponía de manifiesto en él un interés genuino por la persona humana… en todas las circunstancias alegres y complejas de la vida. Lo hizo abriendo caminos en la moral, llevando una pastoral renovada en Santo Toribio, en la Zona Norte y en la Zona Oriente, colaborando con el Cardenal Silva en muchas comisiones de confianza, ayudando a Don Juan Francisco en la formación del futuro clero de Santiago”, señaló Mons. Precht (Ver testimonio completo al final de esta nota).

El Padre Juan De Castro fue un estrecho colaborador de los cardenales Raúl Silva Henríquez, Juan Francisco Fresno, Carlos Oviedo Cavada y Francisco Javier Errázuriz.

Datos biográficos

El Padre Juan De Castro Reyes nació en Santiago el 29 de abril de 1933, era el octavo de nueve hermanos. Hijo de don Pedro Castro y la Señora Sofía Reyes. Cursó sus estudios en el Colegio de los Sagrados Corazones de Alameda, egresando en 1950. Desde 1955 a 1959 estudió medicina en la Universidad de Chile. En 1955 ingresó al Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1961 por Monseñor Emilio Tagle. Ese mismo año el entonces Arzobispo de Santiago, Monseñor Raúl Silva Henríquez, lo envía estudiar a Roma donde se doctoró en Teología con mención en Moral. Fue profesor de Teología Moral en la Facultad de Teología de la Universidad Católica. Fue formador en el Seminario Pontificio y asesor del movimiento apostólico de profesionales. En 1970 fue nombrado párroco de Santo Toribio. Ese mismo año se inscribe como estudiante en la Escuela de Psicología de la Universidad Católica obteniendo su título en 1974. Fue Vicario Episcopal en las Zonas Providencia-Las Condes (hoy Zona Corillera), Zona Norte y Zona Oriente. Fue profesor de psicología religiosa en la UC. En 1979 fue nombrado Vicario General y Vicario de la Solidaridad, cargo que ocupó hasta 1983, cuando fue nombrado rector del Seminario Pontificio Mayor. También fue decano de la Facultad de Ciencias sociales de la UC. En 1994 fue designado Vicario para la Educación, cargo que ejerció hasta el 2002, cuando renunció para ingresar a la Orden de los Padres Dominicos.

Vicario de la Solidaridad

“Gracias por el privilegio de servirlas. Quisiera también decir la voluntad y el deseo profundo de comprometerme con la causa de ustedes. Lo han hecho personas más importantes que yo, como son los Obispos, y yo voy a seguir también en esa línea. Al modo como lo hace la Iglesia, pero buscando siempre que se les pueda hacer justicia y que puedan encontrar la verdad sobre todas estas situaciones tan terribles, tan inhumanas, que ustedes han vivido y que están viviendo”. Con estas palabras, dirigidas a los familiares de los detenidos desaparecidos, asumía como Vicario de la Solidaridad el Padre Juan de Castro, en abril de 1979.

Quienes trabajaron con el Padre Juan De Castro en la Vicaría de la Solidaridad, 1979-1983, lo recuerdan como un pastor sencillo, alegre, amante de la medicina y de la psicología. “Es de aquellas personas que no deja piedra sin mover cuando se trata de ayudar”, recordaron sus ex colaboradores.

Religioso Dominico

Sobre su decisión de abandonar el clero diocesano para ingresar como novicio a la Orden de los Padres Dominicos, el Padre Juan De Castro señalaba que cuando se siente fuerte el llamado de Dios, «sólo hay que dejarse llevar». Manifestaba estar feliz con esa decisión por que se empieza “una vida llena de esperanzas”. «Dios no se limita a mostrarnos su querer, a través del Espíritu, sino que los llamados los hace con afecto, para que nos gusten», decía.

De su paso por las diferentes responsabilidades en el Arzobispado de Santiago, recordaba con especial afecto los momentos duros y difíciles que le tocó vivir en la Vicaría de la Solidaridad, entre los años 1979 y 1983. «En cada uno de los lugares en que estuve, gocé mucho mi trabajo formando comunidades cristianas y evangelizando», recordaba en una entrevista publicada en el periódico “Iglesia de Santiago”.

Algunas de sus publicaciones fueron:

- La fe que me conmueve. Editorial Universidad Católica 2003
- Anunciando a Jesucristo. Editorial Tiberiades 1998
- La verdad es tu libertad, el amor tu vocación. Editorial Tiberiades 1998
- En busca del tesoro escondido. Editorial Universidad Católica 1994
- Introducción a la Psicología de Carl Gustav Jung. Editorial Universidad Católica 1993.

Album de Fotos

Fuente: DOP Santiago - www.iglesiadesantiago.cl

Testimonio de Pedro Flores Huerta, Diác.
Coordinador Área de Formación
Colegio Santo Domingo
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Recordando esa cercana Santidad
Testimonio del Directorio y equipo de OTIC Alianza
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Texto completo del testimonio de Monseñor Cristián Precht sobre el Padre Juan De Castro

Mi hermano Juan De Castro

Con Juan de Castro me ha unido en la vida una hermandad y no sólo la amistad. Lo conocí en el Seminario, yo recién entrado y él preparando sus exámenes finales. Desde ese momento me sentí acogido con esa sencillez y afabilidad que a uno lo desarmaban.

De regreso de Roma fue mi Profesor de Moral en la Facultad de Teología enseñándonos a vivir “la ley del Espíritu”, superando viejos manuales, expresión de otras culturas y de otras teologías. Y al regresar yo de Roma, nos encontramos trabajando junto al Cardenal Raúl, mano a mano, en proyectos evangelizadores que a él mucho le gustaban, y en los avatares de la defensa y promoción de los Derechos Humanos. El me sucedió a mi en La Vicaría de la Solidaridad y yo a él en la Zona Oriente, en 1979. Y, cuando Mons. Fresno fue nombrado Arzobispo de Santiago, Juan fue su primer Vicario Pastoral y yo le sucedí en esa responsabilidad cuando él fue nombrado Rector del Seminario en diciembre de 1983. En fin, al dejar su rectorado, le ofrecí mi casa durante varios meses mientras él regresaba a sus clases en su querida Escuela de Psicología de la UC.

¿ Qué he aprendido de él ?

No se si lo he aprendido… Mas bien he admirado en él un deseo profundo de evangelizar sin darle la espalda a los tiempos. Su amor por el Señor y por el ministerio sacerdotal ponía de manifiesto en él un interés genuíno por la persona humana… en todas las circunstancias alegres y complejas de la vida. Lo hizo abriendo caminos en la moral, llevando una pastoral renovada en Santo Toribio, en la Zona Norte y en la Zona Oriente, colaborando con el Cardenal Silva en muchas comisiones de confianza, ayudando a Don Juan Francisco en la formación del futuro clero de Santiago y al Cardenal Oviedo y a Don Fco. Javier desde la Vicaría para la Educación. De ahí que sus escritos tengan que ver tanto con las misiones urbanas, como con la moral y otras materias formativas, o bien, con la figura de “san” Jung – como con cariño lo embromábamos – así como con las expresiones religiosas diversas a las nuestras.

Juan nunca perdió su capacidad de cercanía con las personas, por mucho que no nos viéramos tanto como uno habría deseado, ni su capacidad de expresar con simplicidad lo que algunos pensadores dicen con demasiada densidad. Era más dado a comprender que a condenar. Sin embargo, a veces se encabritaba, sobre todo cuando tenía responsabilidades más pesadas. Pero con la misma facilidad le volvía la sonrisa y el perdón. En su corazón nunca hubo espacio para guardar un chisme ni un rencor.

Sus amigos y hermanos respetamos aunque no comprendimos del todo su vocación dominica. No era un tema que hubiese tenido larga historia. Entendemos que lo hizo, sobre todo, porque veía en esa comunidad un carisma que le confería más espacio y tiempo para dedicarse a la reflexión, a la escritura y al servicio de la palabra, en sus formas más variadas. Sin duda alguna, fue una decisión consecuente, expresión de una gran libertad de espíritu. Hago esta confesión con el mayor respeto por Juan y por la Orden de los Predicadores y, a la vez, un tanto sorprendido pues, hasta entonces, encarnaba la figura de un buen sacerdote diocesano, con los pies en la tierra, la mente abierta y un amor jugado al servicio de nuestra querida Iglesia de Santiago.

Miro hacia atrás y vuelvo a sentir en esta hora la primera imagen que él me regaló de “hermano” – así nos llamábamos – sencillo, afable, estudioso, servicial y gozador. Miro hacia adelante, y me lo imagino entrando en el Cielo con la sonrisa desplegada, los brazos muy abiertos, y diciéndole sin rubores al Señor: “pero si hace tanto tiempo que quería verte Cara a cara…”, encontrando de lo más natural entrar en Su Casa, para siempre…

P. Cristián Precht Bañados
Jerusalén, 16 de Junio de 2007


Testimonio de Paola Méndez Zamorano

“El regalo de conocer al Padre Juan lo recibí en el año 1995, siendo alumna de él, en un curso optativo de la universidad. No tenía idea que ese “optativo” me abriría la puerta a una persona tan integra, cariñosa, buen compañero y amigo, como lo fue el Padre Juan.

Muy generosamente me invito luego a ser parte del proyecto de investigación para formación de valores en universitarios, experiencia de trabajo que compartimos por algo mas de dos años. Lo que gané en ese tiempo, no sólo fue la alegría de embarcarnos en un proyecto junto a Josefina Aragoneses y Malva Villalón, sino también de hacer del trabajo, árido a veces, una feliz excusa para sentir que “el grano de arena” que cada uno aporta, puede ser muy valioso. La sonrisa, el chiste, lo sabio y lo distinto, era el aporte que compartía cada día el Padre Juan.

La experiencia de trabajar juntos fue una de formación para mí, de estar cerca de un hombre tan santo y humano, tan cuerdo y tan abierto a locuras que permitían mirar cada cosa de la rutina, como si fueran un verdadero milagro, un único milagro. El Padre Juan, era tan “padre” que con él fui descubriendo en lo más imperceptibles detalles y palabras, el rostro misericordioso del Padre del Cielo, el rostro cariñoso del Padre... “que celebra cada pequeño triunfo nuestro y nos consuela en cada magulladura obtenida por las caídas”. Con su cariño y esas palabras en las mil y una conversas compartidas, y ya estando en los Dominicos, en cada café tomado en la Plaza de Armas, el Padre Juan me regaló aquí en la tierra ese rostro humano de Dios, con quien me dejé acompañar, sabiamente, por un hombre de mente, pero ante todo de corazón abierto, y muy generoso. Con el Padre Juan aprendí a rezar en idiomas, no sólo con palabras, sino también a orar con la mirada, en un paseo en el campo, bajo el manto estrellado en verano, con la música que nos puede regalar un día de invierno, mientras cae la lluvia o un atardecer de primavera.

¡Qué regalo más grande fuiste Padre Juan!
Gracias Padre”.

Paola Méndez Zamorano
Psicóloga
Santiago, 16 de Junio, 2007

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