Con la presencia de diversos sindicatos y autoridades nacionales, regionales y locales, se celebró la Misa del Día del Trabajador la mañana de este miércoles 1 de mayo, fiesta de San José Obrero, en la Parroquia La Asunción de Talcahuano.
La Eucaristía, organizada por la Vicaría de Pastoral Social, fue presidida por el Administrador Diocesano de Concepción, Monseñor Bernardo Álvarez, junto al Padre Francisco Osorio, el Padre Pedro Gómez, el Padre Flavio Torres, el Padre Héctor Osorio, el Padre Eulalio Cabodevilla, el Padre Erwin Montoya, el Padre Carlos Neira y el Padre Luis Roblero.
En su homilía, Monseñor Álvarez invitó a elevar una plegaria común reconociendo los días difíciles que estamos viviendo como región, por la situación que se está viviendo con la Siderúrgica Huachipato y también por la “herida sangrante de la Provincia de Arauco” y las víctimas de la violencia, “especialmente estos tres hermanos carabineros, pero también pensar en tantos hermanos y hermanas que por mucho tiempo sufren en esta provincia tan querida para nuestra Iglesia de Concepción”.
Caminar juntos
El Administrador Diocesano de Concepción afirmó que “nos reunimos hoy en este templo parroquial de La Asunción para volver a los inicios de nuestra relación de fe, de amistad cívica y de amor compartido ante los desafíos del pasado, de este presente y los del futuro. Efectivamente, esta parroquia y las comunidades han sido fruto de la búsqueda conjunta de los trabajadores y la empresa de Huachipato para dar a tantas familias un espacio donde crecer en la fe, sabiduría, educación y solidaridad. Este lugar particular, de algún modo es un ícono de un proceso de comunión entre la empresa, los trabajadores y especialmente hombres y mujeres, muchos de ellos venidos de nuestros campos, en aquella época inicial de la compañía siderúrgica, y que buscaban un mejor porvenir para sus familias, una mayor dignificación (…) Fruto de este anhelo, se lograron construir estos barrios que hoy nos acogen, el colegio, el templo y las diferentes sedes comunitarias, con el espíritu de crecer en humanidad, a la luz del Evangelio de Jesús”.
“Mirar el pasado nos provoca la nostalgia de lo que muchos de nosotros y especialmente algunos que ya no están aquí hicieron en el ayer, animados por ser creadores de un mundo de relaciones justas, honestas y preocupadas por el prójimo, como nos enseñó Jesús, esta mirada creyente, que evoca a hombres y mujeres del pasado, nos anima hoy al discernimiento tan necesario para estos tiempos, un discernimiento hondo, profundo, que no solamente busca soluciones prácticas o mediáticas, sino que provoca preguntas y cuestionamientos sobre el presente, sobre hoy. ¿Qué ha sucedido en nuestra historia común? ¿Dónde está hoy la preocupación, por la sagrada dignidad de la persona humana, por estos grandes principios proclamados por la Doctrina Social de la Iglesia: el bien común, la justicia social, la solidaridad, la preocupación por los sindicatos y la vida de las organizaciones intermedias, el destino universal de los bienes, la hermana tierra -como nos dice el Papa Francisco-, y el necesario progreso de las industrias de nuestra zona?”, enfatizó.
En ese contexto, aseveró que el espíritu con el que se originó estos proyectos ha declinado por diversos motivos, uno muy grande y expresado abiertamente por el Papa Francisco es la idolatría del dinero y el consumo. En ese sentido, denunció que en muchos casos el trabajo no dignifica a la persona humana, a la familia ni a la comunidad, pues “lamentablemente se ha generado, en muchas ocasiones, una inversión perversa donde las personas son sólo parte de una cadena de producción, de bienes y servicios”.
Además reconoció que “como Iglesia también nosotros hemos caído en la trampa que el mal y sus cómplices han tendido, hemos caído en la trampa, a veces, de caminar solos, sin acompañarlos en los desafíos del tiempo presente y ofrecer el gran tesoro que la Iglesia tiene, a veces muy escondido, pero que cada vez debemos manifestar con mayor fuerza, y es su Doctrina Social, el Magisterio Social, que está lleno de sabiduría, de grandes pastores a lo largo de la historia, hombres y mujeres, acontecimientos y coyunturas de la historia, del trabajo y del mundo social, que permitió construir una historia común. Permitió, en este espacio que hoy nos alberga, también realizar actos de comunión, creación de poblaciones y lugares comunitarios. Sinceramente, podemos decir, a veces con vergüenza, que también nuestras actitudes no han sido dignas del Señor, a quien amamos, y por eso pedimos perdón”.
Tras hacer alusión al Concilio Vaticano II, Monseñor Álvarez expresó que “quisiéramos pedirles permiso para caminar de verdad junto con ustedes, con sus gozos y esperanzas, con sus tristezas y angustias. De verdad queremos pedirles permiso y preguntarles: ¿Nos dan permiso? ¿Nos permiten acompañarlos, como lo hicieron nuestros mayores en un tiempo reciente y pasado?”.
“Amar, volver a amar a Dios y al prójimo, en justicia y en derecho, en amor y en compasión, como nos dice el profeta Oseas, es lo que nos mueve hoy a compartir el deseo de retomar los lazos que nuestros hermanos y hermanas, trabajadores y la Iglesia que forjaron ayer, estableciendo ese vínculo creador y solidario, representado en este templo. Renovar nuestros vínculos con aquellos principios y valores que crearon lazos fuertes que aún están presentes, aunque escondidos por el mal que hemos ido sufriendo”.
Lo sagrado es la dignidad de la persona humana
Monseñor Bernardo Álvarez destacó que “el desafío que se nos presenta no es entre nosotros o con los gobiernos de turno, sino con un sistema económico que se ha impuesto a nuestra cultura de manera solapada y sistemática. Es un sistema, dice el Papa, que descarta, que nos somete, que vuelve a crear estructuras donde muchas veces los poderosos abusan de los pobres, que descartan. La estructura económica que nos gobierna, no es sagrada ni natural, así como todos los sistemas, son siempre culturales y mejorables. Lo sagrado sí, lo repetimos con fuerza, es la dignidad de la persona humana. El derecho a una justa retribución por el trabajo realizado, porque la dignidad del trabajo no está en el trabajo en sí mismo, sino en el ser humano que lo realiza”.
“Quienes tenemos el don de la fe, sabemos que ella es integradora, también es impulso creador al servicio de todo el ser humano, y de todos los seres humanos, sin distinción alguna. Por eso hoy nos unimos en la oración al Dios de la vida y acompañados por la serena figura de San José Obrero, nuestro patrono y custodio, ofrecemos a Dios que nos ama, los frutos de nuestro trabajo, nuestras luchas y nuestro deseo de un Chile mejor, nuestra sincera voluntad de caminar juntos”, puntualizó.
En el momento de la presentación de las ofrendas, trabajadores del Sindicato de Huachipato, del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular y representantes de MOANI llevaron hasta el Altar herramientas que simbolizan la importancia del trabajo y la dedicación a una labor específica, frutos del trabajo que simbolizan los logros obtenidos a través del esfuerzo y la dedicación, y el pan y el vino, fruto de la vid y del trabajo de hombres y mujeres.
Al término de la Santa Misa, el Presidente del Síndicato Nº1 de Huachipato, Héctor Medina, dijo valorar “el compromiso de cada uno de ustedes en defensa de nuestros puestos de trabajo” y sostuvo que “los trabajadores de Huachipato somos agradecidos y agradecemos a Dios y a las autoridades de la Iglesia de Concepción por esta Eucaristía”.
“Hoy nos reunimos en torno a la figura de San José Obrero, quien adquiere una relevancia aún mayor cuando Chile enfrenta desafíos laborales sin precedentes. Nos recuerda que incluso en tiempos difíciles el trabajo es un medio para construir un mundo mejor, tanto para nosotros, como para las próximas generaciones y la sociedad en su conjunto”, puntualizó.
Es importante mencionar que la Misa fue acompañada por jóvenes que interpretaron en lengua de señas.
Fuente: Comunicaciones Concepción