En su homilía, el Padre Pedro afirmó que este día celebramos la memoria de San Alberto Hurtado, quien podría ser llamado “Apóstol de la Solidaridad” en nuestro país, “por la especial dedicación que tuvo con los más pobres y abandonados”, y cuyas obras perduran hasta el día de hoy, como el Hogar de Cristo y la Revista Mensaje, entre otras.
“Su hondura espiritual con fuertes raíces cristológicas, le permitían poder ver con los ojos de Dios y descubrir en cada persona la presencia de Cristo, particularmente en los más pobres. Y para poder extender sus manos hacia ellos, comenzaba el día dejándose iluminar y abrazar por la Palabra de Dios y la presencia de Cristo en la Eucaristía”, destacó.
En ese sentido, señaló que el Padre Alberto Hurtado descubrió lo que San Pablo dice de Jesucristo: Para mí la vida es Cristo. Por lo que para él “la vida también era estar unido a Cristo en la Eucaristía y por eso decía: “mi misa es mi vida y mi vida una misa prolongada”. Todo momento era para el Padre Alberto estar unido a Cristo en la Eucaristía, que se extendía durante toda su jornada de apostolado”.
“Contemplando y recibiendo a Cristo en la Eucaristía, podía ver con los ojos de Dios y descubrir la alegría de la vida que se manifiesta en el servir. Probablemente leyendo a San Pablo que nos dice que hay más alegría en dar que en recibir, solía decir que hay que “darse”, mostrando con esto que no solamente estamos llamados a compartir de lo que tenemos, sino que el verdadero compartir está en ofrendar nuestra propia vida”, enfatizó.
El Padre Pedro Gómez afirmó que, de esta forma, el concepto de solidaridad adquiere, con San Alberto, “algo más profundo y que nuevamente lo vincula a Jesucristo, que se hizo solidario con nosotros en su anonadamiento y encarnación, para desde ahí mostrarnos el camino de la redención. El Padre Hurtado también vivió esta pasión de Cristo, el amor hasta el extremo y que significa la Cruz. Siempre alegre y sonriente, permanece en nuestra memoria la frase “contento, Señor, contento”, pero muchas veces también experimentó el rechazo y la persecución. Sin embargo, nada ni nadie le robó la felicidad”.
En ese contexto, recordó las palabras del Papa Francisco, quien nos dice que no nos dejemos robar la alegría, y también las palabras de un personaje antiguo que decía que un santo triste era un triste santo, enfatizando que la santidad del Padre Hurtado se observaba “en el gozo que tenía en su corazón y que lo compartía con quien estuviera a su lado, quien no dejaba de quedar admirado de la nobleza de su persona y de la luminosidad y claridad de sus palabras”.
“Vivió lo que nos enseñan las bienaventuranzas, especialmente el ser misericordiosos. Las obras que inauguró san Alberto son obras de misericordia, corporales y espirituales, que nos muestran el corazón de Dios, rico en misericordia. Aquí alcanzó la perfección, como lo dice Jesús, que para ser perfectos hay que ser misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso”, recalcó.
Además, el Asesor de la Pastoral Social destacó que la mirada de amor de San Alberto le permitió acoger al desvalido, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, cuidar del enfermo y visitar al privado de libertad, participando así de aquellos a los que Jesús llama “benditos de mi Padre”, ya que expresó en obras concretas la fe.
El Padre Pedro sostuvo que “la vida social de nuestra ciudad, con sus iniciativas públicas como privadas, como también la Pastoral Social desarrollada en las comunidades y parroquias de nuestras Arquidiócesis, junto con las diversas fundaciones y obras de caridad presentes, no deben dejar de soñar el proyecto de ser una sociedad más justa y solidaria, a pesar de las diversas problemáticas que se dan entre nosotros”.
“Recordamos a san Alberto Hurtado en la paternidad espiritual que tuvo con muchos, pero que nace de considerarse él mismo hermano de todos, porque sabía que todos somos hijos de Dios. En el lema que la Pastoral Social arquidiocesana y los miembros de la comunidad solidaria de la zona han escogido para este día podemos leer la frase: “Recordemos que somos hermanos”. Para poder imitar al Padre Hurtado en su entrega y servicio debemos comenzar a aprender a mirar a quien está a nuestro lado como un hermano, amado por Dios”, expresó.
Asimismo, recalcó que este ejercicio es una verdadera experiencia de amor, pues “recordar que somos hermanos nos permite superar la cultura individualista y autorreferencial para abrirnos al encuentro y celebración con las demás personas. Al recordar que somos hermanos, también profundizamos la mirada que nos permite descubrir que no somos un mundo de personas extrañas, sino que existen vínculos profundos entre unos y otros, y que el encuentro con los demás nos enriquece. Así el recuerdo, junto con profundizar la mirada, también nos permite afinar el oído y escuchar el clamor, para luego poder atender esa necesidad”.
Finalmente, llamó a solidarizar no sólo con el prójimo, sino que también con la tierra e invitó a la comunidad a pedir al Señor que “nos ilumine para poder realizar acciones concretas de cuidado de nuestra Casa Común (…) que ojalá este sueño de fraternidad y cuidado y buen trato de unos con otros, y con la naturaleza se exprese en obras concretas y pueda ser recogido en el discurso de quienes nos lideran”.
En el momento de la presentación de las ofrendas, la Vicaría para la Educación y la Cultura junto a la Vicaría de Pastoral Juvenil llevaron hasta el altar la camioneta verde y el planeta Tierra, recordando la importancia de cuidar la Casa Común y extender nuestro compromiso hacia aquellos que sufren injusticias.
Luego, la Vicaría Pastoral para el Servicio de la Niñez presentó unas manos entrelazadas, hechas por niños de la zona de Arauco. Además, Misión País entregó herramientas utilizadas en su servicio, como símbolo de la dedicación y el esfuerzo de aquellos que inspirados en el ejemplo de San Alberto Hurtado, se unen a esta misión de amor y servicio. Y la Pastoral Social llevó hasta el altar las ofrendas de pan y vino, que luego de la consagración serán el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Al término de la Santa Misa, los participantes salieron de la Catedral, acompañados de cantos y velas, para compartir un momento fraterno con los hermanos en situación de calle que asisten de la iniciativa “Espacio Misericordia”.
Fuente: Comunicaciones Concepción