La comunidad cristiana entra al último mes del año en pleno
tiempo de Adviento -
adventus, venida; en su forma completa
adventus Redemptoris, viene el Redentor-. Viene el Hijo de Dios, para compartir con todos el amor de su Padre y el suyo, también su infinita bondad y misericordia. Este especial tiempo de gracia y bendición se inició el domingo 27 con las primeras vísperas -sábado 26 de noviembre- y finalizará la tarde del sábado 24 de diciembre, Dios mediante.
El pasado 8 de noviembre las comunidades dieron inicio al
Mes de María, que concluirá el jueves 8 de diciembre con la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen santa. La novena comenzó el lunes 28 de noviembre.
En todas las celebraciones hacemos memoria agradecida de nuestra Madre, la Virgen María. El 8 de diciembre la celebramos con verdadero gozo en su
Inmaculada Concepción. Desde pequeños en el seno de nuestras familias hemos aprendido de nuestras madres a saludarla evocando este misterio: “Ave María purísima, sin pecado concebida”. Hacemos presente en este saludo que la “llena de gracia” (
Lc 1, 28) fue redimida por Dios desde su concepción. En el corazón de la celebración de hoy diremos en el
Prefacio: “Tú preservaste a la Virgen María de toda mancha del pecado original y la enriqueciste con la plenitud de tu gracia, preparándola para que fuera la Madre digna de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura. Purísima debía ser la Virgen quien nos diera a tu Hijo, el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, para todos los hombres, es ahora abogada de gracia y modelo de santidad”.
Siguiendo las semanas de Adviento que corresponden en diciembre -la segunda, tercera y cuarta- la comunidad cristiana prosigue en su preparación para la gran celebración de la Natividad de nuestro Señor. El mejor modo es hacer vida la Buena Noticia que trae, viviendo de ella y compartiéndola con las hermanas y hermanos de camino. No es fácil vivir la espiritualidad del
tiempo de Adviento, por los numerosos ofrecimientos, ofertas y programas, de toda índole. Lo importante es que lo exterior, no aparte de lo que es esencial, la vida en Cristo y sus opciones por el Reino de su Padre.
El domingo 27 de noviembre, primero de
Adviento, la comunidad cristiana convocó a vivir Navidad en espíritu solidario. La iniciativa tiene como finalidad compartir fraternalmente con aquellos que no tendrán lo requerido para la celebración de Nochebuena y Navidad. Anualmente se concreta la campaña Cajas Navideñas. Este año se escogió como lema: “
¡Esta Navidad, la solidaridad es mi estrella!” La iniciativa, entre otras, puede ser una ayuda para preparar el
Pesebre interior -el corazón- a la venida del Salvador, que esperamos con gozo y gran anhelo.
El sábado 24 por la tarde concluye el
tiempo de Adviento y da paso al
tiempo de Navidad, que se inicia con la misa de Nochebuena, prosigue con La Natividad del Señor el domingo 25, luego la octava de Navidad hasta el domingo 1 de enero de 2023 y comprende los demás días hasta la Fiesta del Bautismo del Señor.
Los textos bíblicos previstos para estas celebraciones, especialmente la santa Misa del domingo 25 de diciembre -cfr.
Is 52, 7-10;
Heb 1, 1-6 y
Jn 1, 1-18- revelan este gran misterio de la fe y son guía segura para anunciar su verdad en tiempos complejos -de grandes cambios culturales- que difícilmente puede el hombre apartar lo que la sociedad consumista le hubiere adosado y entrar con asombro -como a la vez con humildad- para contemplar como Dios actúa en la historia.
Saludo a los amables lectores y a sus apreciadas familias deseándoles bendito tiempo de Adviento, que podamos vivirlo en profundidad, no obstante, las dificultades para ello. Anticipo a todos mi saludo de Navidad. Que las bendiciones de la presencia del Señor en medio nuestro acompañen su camino personal y familiar. La invitación es: Acercarnos sin temor al Pesebre de Belén, preparado en nuestros hogares, aquellos de los templos u oficinas. Admiremos el modo como Dios actúa en la historia de la salvación, enviándonos a Jesús su Hijo, el Salvador del mundo. En Él contemplemos a los pobres y desvalidos, a los afligidos y abandonados, a toda hermana o hermano sufriente, en el Cuerpo o en el Espíritu. El amor y la paz que nos trae el Niño de Belén estamos invitados a compartir con los demás.
Fuente: Comunicaciones La Serena