Al iniciar la celebración el obispo Contreras señaló: “al saber que hoy viernes se celebraba en el atrio y al aire libre he optado estar con ustedes y poder saludarlos personalmente. Los sacerdotes y el obispo necesitamos estar cara a cara con el pueblo confiado. Hemos visto las calles engalanadas con arreglos florales y banderas; pero sobre todo con la presencia de todos ustedes. Esperemos que el año próximo, Dios mediante, volvamos a estar con los millares de feligreses, de familias, ancianos, jóvenes, enfermos, cofradías y señoras camareras de la Virgen, cuasimodistas. Y qué decir de los huasos: varones, mujeres, niños y jóvenes”.
Don Cristián, agradeció a quienes legaron la fe cristiana: “en ustedes, los presentes, veo la fe de nuestros abuelos y de nuestros padres y les rindo homenaje por habernos legado esta fe que no decae, ni siquiera a la hora de la Cruz. Recordemos a Jesús crucificado. Junto a la cruz estaban su madre, también María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Al lado de la Virgen, estaba el discípulo a quien Jesús amaba. A su madre y al discípulo deja un encargo mutuo: cuidar uno del otro. Lo hace desde el patíbulo de la cruz. Jesús nos enseña lo que es el dar y el amar hasta el extremo. No busca consuelo. En la cruz demuestra una vez más el sentido de su vida y la consecuencia de ella. Jesús es autoridad que no piensa en sí mismo. Desde la cruz dona la vida y nos enseña el valor de la solidaridad de unos con otros”.
El obispo recordó la celebración del último Domingo de septiembre dedicado a la Oración por Chile y la procesión de la Virgen del Carmen, madre de la Patria, pidiendo a la Señora de la Merced: “que nos acompañe en los momentos de cruz. Y con la conciencia y experiencia de sabernos amados del Señor, queremos también acoger el dolor de la madre, siendo solidarios con los miembros más sufrientes, pobres y desvalidos de la Patria. Dice Jesús desde la cruz: “Ahí tienes a tu madre; ahí tienes a tu hijo. Y desde aquel día él la recibió en su casa”.
El pastor citó también al Papa Francisco, “quien nos ha dado testimonio de una fe gozosa y misionera, y nos ha dicho que si queremos saber quién es María, se lo preguntemos a los teólogos, pero si queremos saber cómo se ama a María, nos fijemos en la fe del pueblo que la ama y que la invoca. Esta asamblea pública, ustedes queridos católicos, confirman la certeza del Papa Francisco, ya que, en este recorrido de la fe que han realizado portando la imagen de la Virgen por las calles de la Isla de Maipo, no nos cansamos de orar a María, de cantar a María, de amar a María, la Virgen Santísima. Los chilenos, católicos y no católicos, creyentes y no creyentes, saben que la Virgen nos ha asistido en momentos difíciles de nuestra Patria”.
El obispo señaló, además: “Hoy nos encontramos en momentos complejos para nuestra Patria chilena. Es un momento de cruz. Y junto a la Cruz del Señor está María, la Madre del Señor, la Virgen del Monte Sinaí, la Virgen del Monte Carmelo, la Virgen de la Merced y la Virgen de Fátima, la Virgen de Lourdes, la Virgen del San Cristóbal, de Lo Vásquez, de la Candelaria. Razón de sobra para ofrecer la Eucaristía por la paz, el entendimiento, el reencuentro y la reconciliación de los chilenos. Eso también se lo debemos a la generación siguiente que recibirá de nuestras manos el amor o el odio que hayamos sido capaces de sembrar. Si la fe de uno como el Papa Francisco, en estos años, ha hecho resonar con alegría y novedad el nombre del Señor, suscitando admiración, ¿por qué no hacerlo con la fe de nuestras comunidades eclesiales anhelantes de ir a anunciar a Jesucristo? La misión, la catequesis, la visita a los enfermos y tantas otras iniciativas de la inventiva de la caridad, nos dará la oportunidad para ponerla al servicio de la Iglesia y de nuestra Patria tan amada”.
Al concluir dijo: “Al hacer esta invitación, escucho en lo más profundo del corazón la palabra de María: Hagan lo que Él les diga, dijo la Virgen en las Bodas de Caná. Y antes por esa misma fe su prima Isabel le dijo la más hermosa de las bienaventuranzas: Feliz tú que has creído. Por esa fe de María, Madre y Misionera, esta tarde escucho a esa mujer del evangelio que irrumpe en una alabanza exclamando a Jesús: Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron. Y por eso siento en el alma la misión de transmitir esta devoción a la próxima generación, para que nunca falta en el alma de la Patria el amor por la Virgen María: hijo, ahí tienes a tu madre. Gracias infinitas a Ustedes, las mujeres de nuestro Chile y de nuestra Iglesia”.
Fuente: Obispado de Melipilla