Este 5 de septiembre, la comunidad celebra el 23º domingo del tiempo ordinario. Como todos los domingos del año la atención prioritaria es al misterio fundamental en la vida del Señor, su pasión, muerte y resurrección, que se memora en la celebración eucarística. Tenemos presente también que siendo el primer domingo de septiembre iniciamos el
Mes de la Palabra. Como cada año, la comisión arquidiocesana
Animación Bíblica de la Pastoral presenta un vasto programa que tiene como objetivo principal reflexionar acerca de la centralidad de la Palabra en la vida y misión de la Iglesia. El anhelo es que familiarizándonos asiduamente con ella, podamos con mayor fervor amar al Señor presente en la Palabra y seguir sus enseñanzas.
Por otra parte, la Iglesia en Chile vive hoy la
Jornada de los Migrantes. La enseñanza bíblica es clara en afirmar que al migrante se debe acoger como a un hermano. Basta tener presente este pasaje: “Cuando un emigrante se establezca entre ustedes en su país, no lo opriman. Será para ustedes como uno de sus compatriotas: lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron emigrantes en Egipto. Yo soy el Señor, su Dios” (
Lv 19, 33-34).
En este día se realiza en parroquias y comunidades la colecta INCAMI, es decir, para el
Instituto Chileno Católico de Migrantes -con sede en Santiago- entidad eclesial de reconocido y gran servicio a las hermanas y hermanos que provienen de otras latitudes a establecerse entre nosotros. Confío y espero que aportemos generosamente a esta colecta y de este modo podamos salir al encuentro de los inmigrantes que están en condiciones de vulnerabilidad. Esta colecta tiene una raíz profunda en la solidaridad y el amor fraterno que debemos cultivar siguiendo la enseñanza de nuestro Señor, pero también en cierto sentido
devolver la mano, pues numerosos compatriotas en años complejos de nuestra historia y también en estos tiempos son acogidos generosamente en otros países. Este año la motivación primera de la colecta es ayudar a Haití, pues vive una gran crisis humanitaria tras el terremoto 7.2 que lo azotara, bajo el lema:
Juntos por Haití.
El 21 de octubre de 2019 se oficializó la creación de la
Comisión Arquidiocesana de Pastoral con los Migrantes y se abrió la
Oficina Pastoral Atención al Migrante, con sede en calle Gregorio Cordovez N° 235, al costado del templo Santo Domingo, a la entrada de la gruta de Nuestra Señora de Lourdes. Por otra parte, el 2015 fueron aprobadas las
Orientaciones Pastorales Arquidiocesanas (2015 – 2022). Se optó por las prioridades Familia, Migrantes, Medio Ambiente y Vocaciones. Estas iniciativas -
Comisión Arquidiocesana de Pastoral con los Migrantes, Oficina Pastoral Atención al Migrante y Prioridad Pastoral Migrante- tienen como finalidad acoger, integrar, compartir, ayudar, solidarizar, entre otros, con los inmigrantes presentes en la Arquidiócesis. Se trata de un enriquecimiento mutuo, pues en la comunión de hermanos debemos ser un don el uno para el otro.
Es el santo evangelio que brinda los contenidos de la celebración eucarística. En este año seguimos, salvo pocas excepciones, al evangelista Marcos. Relata que el Señor en su ministerio por diversas regiones sanó enfermos, perdonó pecados, devolvió la vida, manifestando siempre gran acogida, compasión y anunciando en palabras y obras que en su persona está presente el reino del Padre.
Este domingo se nos proclama
Marcos 7, 31-37, curación de un sordo y tartamudo: “Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le suplicaron que impusiera las manos sobre él” (v. 32). Mirando al cielo, realizando algunos signos (tocando con sus dedos los oídos y su lengua con saliva), pero sobre todo pronunciando la palabra
Effatá que significa “ábrete” -palabra aramea- realiza el milagro. Concluye el relato afirmando que: “se le abrieron los oídos, se le soltó el impedimento de la lengua y hablaba normalmente” (v. 35). Con gran asombro los presentes comentaban: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (v. 37).
Este domingo es una gran oportunidad que nos da el Señor para contemplar nuestra propia vida. Es probable que debamos ser también nosotros sanados. Sin duda, en la reflexión personal cada cual discernirá sobre qué deba ser sanado. Por otra parte, gracias a la misión y al envío recibido - especialmente en el bautismo y la Confirmación- en el nombre del Señor Jesús podemos y debemos corresponsablemente ayudar a la hermana o hermano a sanarse. ¡El Señor nos conforte, asista con su gracia, infunda en nosotros la creatividad y la audacia para ayudar a ver el camino del Señor, como también que puedan oír el mensaje de la Buena Noticia que Él nos anuncia!
Fuente: Comunicaciones La Serena