A nombre de la iglesia católica de Ñuble, quiero enviar un saludo a los trabajadores y trabajadoras en el día internacional del trabajo, deseando que esta fecha no sea solo una ocasión para descansar o festejar, sino para reconocer la dignidad del trabajo humano y la importancia de promover mejores condiciones laborales para todos. Damos gracias por quienes a través del trabajo ayudan a construir cada día la comunidad humana en sus más diversas expresiones, y agradecemos a Dios por quienes han luchado a través de la historia por conseguir condiciones más justas en la vida laboral. Muchos de los derechos que hoy son reconocidos en el mundo del trabajo, no hubieran sido tales sin el compromiso de muchas personas y grupos que han luchado por ellos, incluso hasta dar la propia vida en esta noble misión.
Estamos viviendo tiempos difíciles para muchos trabajadores a causa de la pandemia, que ha agudizado situaciones de precariedad laboral que en muchos lados se viven desde antes. Dirigimos una palabra de aliento a quienes actualmente están sin trabajo, a quienes lo han perdido o han visto mermadas sus remuneraciones, a quienes han perdido un ser querido cuyo trabajo sustentaba la vida de la familia. Igualmente, a quienes desarrollan actividades productivas o de servicio que se han visto seriamente afectadas en su desarrollo por la pandemia, con los consecuentes daños económicos y sociales. Esperamos que el Estado y la comunidad en general, puedan prestar su apoyo para que a nadie le falte lo esencial para el desarrollo de su vida y de su aporte al bien común.
La pandemia, sin embargo, está teniendo consecuencias no solo pasajeras sobre la vida laboral, sino que al parecer transformará muchas cosas entre nosotros, al punto que podemos decir que el mundo anterior a la pandemia no regresará tal cual. En el mundo del trabajo, por ejemplo, va aumentando el trabajo desde el hogar, el trabajo virtual, fenómenos que se suman a procesos que se vienen desarrollando desde hace tiempo, como la creciente automatización. Son transformaciones con aspectos positivos y negativos, que generan tanto esperanza como nuevas experiencias de incertidumbre y fragilidad. Nos exigen, por una parte, crecer en flexibilidad y adaptabilidad, en formación y capacitación; pero nos dejan la preocupación, por otra parte, por la realidad de los más postergados, por los que realizan trabajos en condiciones más precarias, por los que nacen y crecen en círculos de pobreza de los cuales no siempre es fácil salir.
Como sociedad, el gran desafío es asegurar a todos la posibilidad del trabajo, porque no es sólo un modo de ganarse el pan, sino también “un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo” (Fratelli Tutti N° 162). Como nos enseña el Papa Francisco, “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debiera ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (ídem)
Un saludo especial en este día para quienes están sirviendo más directamente a los demás en esta pandemia: trabajadores de la salud, servidores públicos, agentes educativos y tantos otros que, a menudo anónimamente, nos permiten sobrellevar a todos un poco mejor este tiempo difícil que nos ha tocado vivir.
Encomendamos a san José obrero la vida y las preocupaciones de todos los trabajadores, así como la acción de sus organizaciones, para que por su trabajo puedan colaborar en la acción creadora de Dios, en ambientes de creciente justicia y fraternidad.
+ Sergio Pérez de Arce A.
Obispo de Chillán
Fuente: Comunicaciones Chillán