“Vivamos lo mejor que podamos desde la casa: dejar las otras cosas, ponernos en situación, orar solos o mejor con la familia, sintonizar con los otros que participan y sentirnos comunidad en oración” dijo el arzobispo en una misa que se transmitió online y sin presencia de fieles. También tuvo palabras de esperanza: “Preparémonos para cuando podamos estar juntos en el templo; nuestras eucaristías necesitan renovarse en el fervor, en los cantos y sobre todo en el espíritu. Los que comemos el mismo pan y comulgamos del mismo cáliz, somos uno”.
El cardenal se refirió también a la realidad nacional: “Nosotros, los cristianos, los que celebramos la pascua de la eucaristía tenemos una misión hermosa y grande. A todos nos duele y asusta la violencia, la injusticia, el abuso de poder, el constatar cómo se asesinan inocentes en el aborto y que se difunde la mentira de que la eutanasia es un avance en humanidad. El Chile que queremos construir es la civilización de la verdad, la justicia, la misericordia y la solidaridad. Los chilenos no estamos llamados a vivir peleando y destruyéndonos; estamos llamados a colaborar, a dialogar, a no explotar ni abandonar a nadie”.
En el día en que se instauró la eucaristía, el pastor de Santiago, afirmó: “Cada eucaristía, esta misma misa, exige participación: hay que elegir con quien estamos, con Jesús o contra Jesús. Aquí está la grandeza de la eucaristía tanto cuando estamos en la celebración de la misa como cuando venimos ante el Sagrario: que nos encontramos con Jesucristo que nos dice: acuérdate de que vas hacia la pascua eterna, mira si estas caminando por la senda correcta, la del amor, la de la humildad y el servicio”.
El Evangelio, explica el arzobispo, "nos ha traído a la memoria y al corazón la pascua, cuando Dios, liberó a su pueblo Israel de la esclavitud de Egipto. Y después la misma Santa Escritura nos ha llevado a la plenitud del paso de Dios, de la gran Pascua de Jesús que es comida eucarística, que es regalo del sacerdocio, que es mandamiento de amor". Y en esa Última Cena, nos recuerda: "Jesús dice en su discurso de despedida: mi paz les dejo, mi paz les doy; pero no es mi paz como la que el mundo da. La paz de Jesús es estar en su amor, tener vida de gracia, vivir en cristiano: si me amáis guardareis mis mandamientos, en esto conocemos que amamos a Dios en que cumplimos sus mandamientos".
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Fuente: Comunicaciones Santiago