Al finalizar el año 2020, escuchamos variadas expresiones sobre lo difícil que fue para todos a nivel universal, nacional y regional. Qué duda cabe. En nuestro país la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias, aumentó significativamente la crisis en variados aspectos, particularmente en lo social, e hizo relucir otros grandes desafíos.
En las parroquias y comunidades, conscientes que no fue un año fácil, nos conforta, sin embargo, la enseñanza del apóstol Pablo: “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman” (
Rom 8, 28). En efecto, con tanto dolor por las personas fallecidas -especialmente de sus deudos-, los numerosos contagiados –gran preocupación de sus familias, vecinos y amigos-, la pérdida de fuentes laborales -provocando incertidumbre en la economía del hogar, cómo financiar las necesidades de la familia-,
no han faltado la misericordia de Dios ni la solidaridad, ofrecida y recibida en múltiples modos. Destaco, en primer lugar, el afecto y la dedicación de los familiares por sus seres queridos enfermos, el reconocimiento de la sociedad al personal sanitario, la dedicación de autoridades y de numerosas instituciones que sirven al bien común. Son múltiples las loables iniciativas que han ayudado a asumir el sufrimiento que la pandemia provoca en el mundo entero.
Amerita una especial mención la solidaridad que también en esta emergencia se manifestó en diversos modos. Hemos sido fuertemente impactados por las múltiples y creativas ideas que se han desplegado en barrios, poblaciones, centros sociales, también en nuestras comunidades y parroquias. ¡Bello y estimulante testimonio, que nos brinda fundada esperanza para seguir adelante!
En la Arquidiócesis, la Comisión Arquidiocesana Pastoral Social Caritas pudo salir al encuentro de las necesidades presentadas por numerosas familias. Gracias a la colaboración generosa de los fieles, se prepararon miles de cajas con alimentos ofrecidas a quienes más las precisaban. Otro tanto han realizado numerosas familias e instituciones. A Dios las gracias, pues la solidaridad, los gestos fraternos, la atención a la hermana y hermano que sufre tienen su fuente en Dios, que es amor (cfr 1
Jn 4, 16).
Estamos comenzando al año 2021. En la comunidad lo hemos iniciado
en el nombre del Señor, pues
suyo es el tiempo: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (
Hb 13, 8).
Confiamos en el Señor y en la corresponsabilidad de todos:J
untos sigamos afrontando los desafíos que provoca la pandemia. La crisis sanitaria que agudiza tanto la social como económica y continúa dejando huellas profundas de dolor, debemos superarla con la fe firme puesta en Dios y el compromiso de todos y cada uno de nosotros. Nos enseña el Papa Francisco: “Cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte” (
Audiencia General, 23 de septiembre de 2020).
¡Afrontar el desafío es decisivo! En este nuevo año, pongámonos en las manos de Dios y procuremos potenciar la solidaridad, donde podamos efectivamente participar, seamos acogidos y respetados en nuestra contribución, todos unidos para salir adelante y superar la pandemia, siendo también muy responsables en la obediencia a lo estipulado por las autoridades competentes, sean sanitarias u otras.
Nos entusiasman, en este sentido, las palabras señeras del Papa Francisco: “Animémonos a soñar en grande buscando estos ideales, no tratemos de reconstruir el pasado, especialmente el que era injusto y ya estaba enfermo. Construyamos un futuro donde la dimensión local y la global se enriquecen mutuamente –cada uno puede dar su parte, cada uno debe dar su parte, su cultura, su filosofía, su modo de pensar-, donde la belleza y la riqueza de los grupos menores, también de los grupos descartados, pueda florecer porque también allí hay belleza, y donde quien tiene más se comprometa a servir y a dar más a quien tiene menos” (
Audiencia citada).
El 2021 que hemos iniciado con alegría y expectativas nos presenta estos grandes desafíos. Procuremos asumirlos juntos, el único modo de salir de la crisis y sus consecuencias. El Señor ha prometido: “¡Les daré un porvenir de esperanza!” (
Jer 29, 11).
Fuente: Comunicaciones La Serena