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“La gran lección que nos deja el coronavirus es la de volver a la humanidad”, sostiene con firmeza la Dra. María Paz Trebilcock Gac, directora del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado. Con ese antecedente agrega: “Este mundo que hemos construido de manera súper individualista tiene límites concretos: dependemos unos de los otros”. Las medidas restrictivas vigentes en Chile desde marzo de 2020 dejaron en evidencia la interdependencia de las personas. El uso de mascarillas, el respeto por el distanciamiento físico y el obligatorio lavado de manos con alcohol gel al entrar a cualquier lugar público, pusieron de manifiesto que no basta con que sólo una persona lo haga para estar a salvo, sino que todos se deben involucrar. “La única salida que tenemos es el cuidado y el poder tener una visión mucho más cooperativa de la gestión de la pandemia. Hay que reconocer en el fondo la importancia de que cada uno se cuide, de que cada uno asuma el compromiso, de que cada uno acate las normas, porque finalmente cuando eso no sucede todos perdemos”, enfatiza Trebilcock.
Se suma a este análisis monseñor Cristián Roncagliolo Pacheco, obispo auxiliar y vicario general del Arzobispado de Santiago. “La pandemia nos deja enseñanzas de vida comunitaria, como son una solidaridad más activa, una relación familiar más consistente, una preocupación mayor por los otros, porque nadie nos resulta indiferente. Creo que ha tenido lados y lados, pero me parece que la pandemia no es todo negativo, sino que también tenemos importantes aprendizajes”.
Panorama actual
El Dr. Sebastián Ugarte Ubiergo, director de la UCI en la Clínica Indisa, coincide con el diagnóstico de la socióloga y analiza el escenario actual: “Tengo una impresión bastante positiva del grado de responsabilidad y compromiso de la ciudadanía con respecto a la pandemia. Sin duda siempre hay un 20, 30 % de desviaciones de la norma, pero eso ocurre en cualquier país del mundo. Yo diría que los chilenos en la medida de sus posibilidades, están haciendo todo lo posible por cuidar de ellos, de sus familias y ser responsables”. Sobre lo que ocurre hoy con la capacidad de camas en las clínicas y hospitales de Chile, Ugarte es categórico: “Si en estos momentos ocurre un rebrote el escenario es un poco más complejo”. La ventaja, dice, es la experiencia de lo que se vivió antes, habría que hacer lo mismo que al comienzo, cuando se aumentaron las camas para pacientes Covid usando las que están destinadas a otras patologías. Pero, por otro lado, agrega: “La desventaja es que el personal después de más de nueve meses enfrentando la epidemia también ha pagado la cuenta del agotamiento”. A pesar de ese diagnóstico, el doctor dice que existe posibilidad de estar mejor, no en el corto, pero sí en el mediano plazo. “De acá a septiembre lo más probable es que logremos, no eliminar el virus, pero sí controlar la pandemia, y eso nos permita volver a una vida bastante más normal”. Este intervalo, manifiesta, “es un momento esperanzador, porque tenemos todas las posibilidades para salir adelante, pero lo que se requiere es estar muy bien informados, tener mucho espíritu cívico, y ser muy responsables”.
Vacaciones en modo covid-19
El agotamiento físico y mental tras superar el 2020 es transversal. Los funcionarios de la salud han debido pagar un costo más alto, pero todos los habitantes del país se vieron expuestos a situaciones de incertidumbre y estrés. Ante ello, las vacaciones tienen un sentido de urgencia distinto al de otros años.
Es importante, dice Trebilcock, “pensar en cómo vamos a poder tomar tiempos de descanso”. En estas vacaciones, anima, “debemos aprovechar el tiempo para estar en familia de otra manera, ya no con la presión del teletrabajo. Es probable que no podamos viajar todos, a pesar de ello, es importante darnos el tiempo de descanso, porque efectivamente esto nos tiene agotados a todos, no solamente por el tiempo normal de trabajo, sino que mentalmente agotados”.
Ugarte coincide con la invitación de la socióloga. “Si tenemos la posibilidad de salir de vacaciones, desde luego no todos tienen, los invito a escoger lugares que no sean especialmente concurridos. Quizá es un buen momento para preferir lugares tranquilos, no para toda la vida, sólo durante este tiempo. Así nos protegemos nosotros, a nuestras familias, y a nuestros vecinos. Un poco de pausa en nuestra agitada vida, por Dios que nos puede hacer bien”.
La vida en la Iglesia
Las restricciones sanitarias del 2020 también llegaron a la Iglesia. Al comienzo lo más impactante fue la suspensión de todas las misas con presencia de fieles monseñor Roncagliolo nos anima: “La pandemia es un aprendizaje. Lo que viene es mantener las medidas sanitarias que hemos incluido en nuestra vida cotidiana, pero también ir viendo nuevas formas para vivir y celebrar nuestra fe”.
El obispo anhela que podamos tener una presencia física mayor, pero dice “nunca olvidando que esa presencia tiene que ir unida a una preocupación irrestricta por el bien común, que es parte esencial de la vida de la Iglesia”.
Ugarte además nos invita a recordar que “el verdadero templo vivo que es la persona vuelve a tener sentido. En un momento tan duro, en el que debemos renunciar a ciertas cosas, como ir a misa o poder comulgar, también es una oportunidad para volver a las raíces de la fe, a la comunión íntima y profunda con el Dios en el que uno cree”.
Desafíos 2021
Este año comienza con la certeza de la vacunación y con el desafío de frenar la segunda ola. La proyección para estos doce meses surge desde los aprendizajes del encierro, de la corresponsabilidad y de la esperanza.
Para la doctora en sociología, el desafío es continuar con un cambio de foco: “Quizá el énfasis que estábamos poniendo en el dinero, en el trabajo, en ascender socialmente, no son las prioridades reales. Nuestras prioridades a lo mejor tienen que ver con estar con nuestros hijos, con valorar a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros amigos, y creo que es eso lo que hay que reponer”. Y agrega: “El bienestar no solamente está dado por un Estado que nos da ciertos servicios, sino que también el bienestar está en la capacidad de la ciudadanía de poder participar de los procesos democráticos, y eso conlleva deberes y derechos”.
Para el doctor Ugarte, “uno de los puntos clave es recordar en los momentos de debilidad y de flaqueza, que nunca está más oscuro que justo antes del amanecer. De acá a algunos meses lo más probable es que alcancemos niveles de vacunación que permitan una protección de la población, pero entre hoy día y ese momento, nuestro deber es cuidarnos para evitar una segunda ola que podría venir con una carga de enfermedad muy importante para el país”, afirma.
En tanto, el obispo declara que mira el 2021 con mucha esperanza. “Sé que la pandemia aún nos va a acompañar un buen tiempo, pero también veo tantos gestos de humanidad cristiana, tanta fuerza en la vida espiritual de muchos cristianos que se manifiesta en la caridad, en la oración en familia, en la preocupación por los otros, que ciertamente el resultado de todo esto va a ser que crezcamos en la fe. Como dijo el Papa, en algún minuto de la pandemia, “nadie se salva solo”, sino que juntos caminamos en este precioso itinerario de combatir entre toda la pandemia, para -como pueblo de Dios salir renovados y fortalecidos de este dolor que hemos vivido”.
Fuente: Comunicaciones Santiago