En estos días de intensa preparación para el 25 de octubre, he reflexionado en sendas columnas sobre el imperativo de que
concurramos con nuestro voto y nos manifestemos
comprometidos con la historia de nuestro país. Todo ello en vista de recordar y tener presente, especialmente en este plebiscito,
el valor del bien común.
El 9 de octubre de 2020 el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal hizo público un mensaje titulado “A pocos días del plebiscito del 25 de octubre”. En él se hace un vigoroso llamado a la ciudadanía a informarse adecuadamente sobre esta importante decisión para la vida democrática de Chile, a discernir en conciencia procurando el mayor bien para la sociedad en su conjunto, y a participar con confianza concurriendo con el voto.
El Episcopado nos recuerda que “la Constitución Política de una nación es la ley fundamental que determina los principios sobre los cuales se funda el régimen político y social de la nación, cómo se organiza el Estado, cuáles son las competencias y relaciones entre los poderes del Estado y cuáles son los deberes y derechos de sus ciudadanos. Por consiguiente, tiene una enorme relevancia para la sociedad y la vida de los habitantes del país” (n 2).
A principios de octubre, el papa Francisco, en su su carta encíclica “Fratelli tutti” (hermanos todos) sobre la fraternidad y la amistad social, subraya el valor que tiene la política en el progreso social porque, más allá de la ayuda individual que una persona puede ofrecer a alguien necesitado, “cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política” (FT 180). Por eso, la participación política es un asunto de gran relevancia para quienes adherimos a la enseñanza social que la Iglesia propone, desde el evangelio de Jesucristo.
Vuelvo al mensaje del Comité Permanente del Episcopado que ciertamente será inspirador en día tan relevante para la historia de nuestro país: “El respeto a la vida y la dignidad de cada persona, la promoción de la justicia y la solidaridad para superar las brechas socioeconómicas y culturales, y el amparo y protección a los grupos más vulnerables, son, entre otros, valores indispensables en la vida de un pueblo. Por eso no podemos ser indiferentes frente a el ejercicio de la responsabilidad cívica a la que somos convocados” (n 4).
Junto a mis hermanos obispos, me uno en la voz que recuerda que los medios pacíficos son los que conducen a la justicia: “No abramos espacios a la violencia, que sólo trae más dolor y, paradojalmente, un espiral sin fin de violencia” (n 5). “Así como la paz social es fruto de la justicia, atender las demandas sociales también exige un liderazgo responsable y con altura de miras en una convivencia cívica, fraterna y dialogante. En Chile hay una gran diversidad de opciones y opiniones, pero su vocación es la unidad y su camino es la paz” (n 6).
El concurrir con nuestro voto es un signo elocuente del compromiso por el bien común, expresión también de nuestra corresponsabilidad en la promoción de la justicia y la paz.
El deber de trabajar por el bien común, quiera el Señor, nos encuentre a todos, sus discípulos y misioneros, como a las personas de buena voluntad, comprometidos
en primera línea, procurando ofrecer igualmente -con sencillez y humildad- el propio testimonio personal y el de nuestras comunidades.
La oportunidad de un plebiscito es un imperativo a participar activamente, puesto que reviste especial importancia manifestarse y comprometerse en primera persona con el bien común, la justicia social, la paz y tantos otros bienes que debemos atender, promocionar o inclusive recuperar, como la fraternidad y la unión, el diálogo, el respeto mutuo y el progreso en acuerdos.
El presente y el porvenir de la patria que tanto amamos nos encuentren comprometidos y corresponsables con ella en primera línea. ¡El bien común es, sin duda, tarea de todos!
Fuente: Comunicaciones La Serena