Hace poco terminé mi práctica en el Aeropuerto y me dieron un bono. Con esa plata fui y compré un quintal de harina, lo llevé a mi casa y le pedí ayuda a mi mamá y mi nonita -que tiene 71 años- y nos pusimos a hacer pan. Hice un catastro de los adultos mayores del sector y partí a entregarlo con una amiga.
Mi nombre es Camila Quezada, tengo 18 años y pertenezco a la parroquia Cristo de Emaús, donde he participado activamente por cinco años como coordinadora de la Pastoral Juvenil, siempre ligada al trabajo con la comunidad. En los últimos meses, estando en casa, he visto como el avance de la pandemia ha aumentado las necesidades de mis vecinos. Muchos han perdido sus trabajos, a los adultos mayores no les alcanza la plata para comer y también hay personas que se han contagiado de Covid. La situación que se vive es difícil, así que pensé en hacer algo, para ir en ayuda del prójimo.
Siempre he tenido el bichito de ayudar, de mirar más allá de mi realidad y ser un agente de cambio. Motivada, en una conversación con mis amigos, se nos ocurrió unir fuerzas y el 13 de mayo creamos el proyecto solidario “Granitos de Mostazas”. Somos 23 voluntarios entre laicos y agentes pastorales los que apoyamos, en un principio, a 50 familias con la entrega de una caja de mercadería más un vale de gas. Lo hacíamos quincenalmente, pero era muy agotador y a pesar de tomar todas las medidas de seguridad, corríamos el riesgo de contagiarnos. Buscamos una solución y gracias a los aportes de los propios vecinos, de la campaña Contigo Hermano, de la fundación “Amigos Unidos”, la campaña Redes en Cajas, a los aportes que nos dan los héroes sin capa y también a través de la recolección de alimentos que hacemos en nuestra página en Facebook, pudimos reunir la ayuda suficiente para armar cajas más grandes, que hoy entregamos mensualmente a más de 200 familias.
Estamos bien organizados y le agradecemos “al de arriba” que nada nos ha faltado. Con ganas y desde la autogestión pudimos habilitar una olla común donde los días martes, miércoles y viernes entregamos almuerzos a los vecinos. La sede nos la prestó un club deportivo de la comuna, así que, aprovechando el espacio y la posibilidad de cubrir más días de la semana, los sábados entregamos 350 pancitos o sopaipillas con un chocolate caliente a la hora de once. Es que cuando hay que ayudar, nos movemos todos.
Siempre estamos pensando en nuevas formas de ser solidarios. Hace poco a uno de los voluntarios se le ocurrió la idea de la “Mochila Solidaria”, una iniciativa con la que entregamos un kit de aseo a las personas en situación de calle. A ellos también los ayudamos a realizarse los exámenes de PCR y coordinamos el traslado a albergues en caso de ser necesario. También repartimos alimento para mascotas a los vecinos que no pueden comprarlo.
Tenemos una red de contactos y gracias a la voluntad de Dios hemos podido hacer todo esto. Ahora, para el día del niño, pedimos donaciones de tortas, completos, queques, juguetes y bolsitas de dulces. Nuestra idea es hacer que los niños se sientan reconocidos e importantes, así que nos vamos a disfrazar y les vamos a mandar un video con un saludo personalizado con sus papás, cuando vengan a retirar los regalos.
Esta pandemia no la he vivido con miedo, la he vivido con motivación, con ganas de hacer y ser. Es muy lindo lo que logramos, siento que sirve para humanizar. El servir al prójimo y ser un agente de cambio, como cristiano, como laico, es fundamental.
Fuente: Comunicaciones Santiago