Un Mes de la Solidaridad distinto
“La invitación a ser solidarios y el imperativo de ser solidarios, tienen que ver con nuestra humanidad: Ser solidarios es ser humanos, es hacernos uno con el prójimo y hacer que los dolores de nuestros hermanos sean también los nuestros”, afirma el padre Fernando Valdivieso, capellán general de la UC.
En agosto de cada año celebramos el Mes de la Solidaridad, en conmemoración del 18 de agosto, fecha que se recuerda el fallecimiento del Padre Alberto Hurtado, verdadero símbolo de la ayuda al prójimo y la justicia social.
Este año el cariz es distinto: El grado de urgencia es mayor. Y también más personal. “Abramos los ojos al sufrimiento de los demás. Puede ser que yo mismo no lo esté pasando muy bien -incertidumbre, cansancio, soledad, enfermedad-. Ese dolor, lejos de cerrarme al otro, puede permitirme ser más empático y acoger mejor el sufrimiento del otro. Porque sé lo que se siente, lo que pesa, y cuánto ayuda una compañía afectuosa, una mano amiga”, dice el padre Valdivieso.
Por su parte, Milan Kovacevic, director de Solidaridad y Sutentabilidad de la Pastoral UC señaló que especialmente en estos tiempos difíciles, es necesario dejar de lado el individualismo para pensar en los demás. “Aprendamos de esto y vivamos este mes de agosto siguiendo el ejemplo de Jesús, preocupémonos y ayudemos a las personas que están con problemas esta pandemia. Hoy son cada día más y más profundas las necesidades. ¡Cristo sufre hoy! Una vez más, seamos solidarios con todo, solo por amor, si no pa´ qué”, señaló.
Es por esto que la Pastoral UC organizó varias actividades para conmemorar este mes, en el contexto del lema "Cristo sufre hoy". “La campaña busca hacer corazones más solidarios, por un lado visibilizando las diferentes realidades que viven nuestros hermanos que están sufriendo y pasándolo mal a causa de las crisis, mostrando diferentes alternativas e iniciativas para ponernos a su servicio. Por otro lado, nos motiva a ejercer la solidaridad en nuestra misma comunidad universitaria, viendo quienes sufren a mi lado y ver cómo poder ayudarlos en este tiempo”, afirma el Capellán de la UC, y añade: “Esta campaña quiere poner en los corazones un sello solidario, para que este permanezca mucho más allá del mes de la solidaridad”.
La primera iniciativa es “Ayuda al campamento Dignidad, de San Bernardo”. El llamado es a hacer una donación de dinero para las 120 familias que viven en este campamento. Con lo recaudado se comprarán y entregarán alimentos, frazadas, mascarillas y alcohol gel.
La segunda es “Cartas de esperanza”. La invitación es a escribir una carta con un mensaje de esperanza y ánimo a una persona interna en la ex Penitenciaría de Santiago o del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín.
“Vive la solidaridad en Comunidad” es la tercera iniciativa, la que busca crear lazos y amistades. Mediante reuniones semanales, y por medio de la lectura del Evangelio, busca ser una compañía real, especialmente en momentos de dificultad.
Además de las anteriores, se está trabajando en más de 20 proyectos solidarios, liderados por voluntarios, que durante todo el año se han puesto al servicio de los más necesitados a través de campañas de ropa y abrigo, recolección de fondos para cajas de alimentos e insumos básicos y elaboración y entrega de mascarillas, entre otros. Puedes revisarlos en detalle haciendo
clic aquí.
Adicionalmente a esto, la Pastoral UC, en conjunto con la Fundación Padre Hurtado, crearon una serie de stickers para whatsapp (que se pueden
descargar aquí), con el mensaje de San Alberto Hurtado, cuya finalidad es vivir el día a día de este mes, desde lo más cotidiano. “Creemos que es importante estar presentes en los medios de hoy y de esa manera poder destacar y actualizar el mensaje de San Alberto Hurtado. Esto va en línea con el objetivo de conectarnos como comunidad, ayudar de manera concreta y ponernos en el lugar de nuestro prójimo”, destacó Luis Felipe Alliende, director de Comunicaciones de la Pastoral UC.
Como señala el padre Valdivieso, “no olvidemos que, el que sufre, muchas veces está más cerca de lo que pensamos. Yo quiero hacerles la invitación a mirar a nuestro entorno y tratar de descubrir quiénes no lo están pasando bien y de qué manera, con un gesto, con unas palabras, podemos ayudarlos, y hacerles más llevaderos estos momentos”.
Poniéndonos en contexto:
“Hay muchísimos, muchísimos hogares que están en situación extrema”.
Así lo afirma Alejandra Rasse, académica de Trabajo Social e investigadora de Cedeus. En el primer quintil -o 20% de la población más pobre- el 71% de las personas dependen de empleos informales, de acuerdo a la
encuesta suplementaria de ingresos del INE (2017). Por lo general, los ingresos son menores con respecto a los empleos formales. A las familias en esta situación no les alcanza para tener ahorros, viven al día. “Inmediatamente se piensa en el ítem de alimentación: no hay plata para comer. Pero hay otros efectos: las familias pierden la capacidad de hacer cualquier pago, no van a poder pagar sus cuentas. Son varios los efectos a largo plazo”, acota la investigadora.
En los quintiles superiores el panorama también es difícil, muchas personas que son independientes no han podido ejercer o han experimentado una brusca disminución de sus ingresos. Muchas empresas se han acogido a la Ley de Protección del Empleo, contando con un sueldo decreciente durante solo tres meses. Según un estudio de la consultora Kantar, en un 71% de los casos la pandemia afectó los ingresos del hogar (
ver artículo: “135 días de encierro: Diario de un edificio en pandemia”).
De acuerdo a la encuesta
“La Pandemia en el Gran Santiago en Cuarentena. Barómetro del Trabajo”, realizada en junio pasado por MORI y la Fundación Instituto de Estudios Laborales, el 78% de los consultados afirma necesitar ayuda para salir de la crisis -especialmente aquellos que perciben ingresos hasta un millón- y el 75% dice que “ahora” es vulnerable. De acuerdo a esta misma encuesta, al 52% de los santiaguinos no les alcanza para llegar a fin de mes y uno de cada cinco tiene una sola comida caliente al día (21%).
A esto se suma el temor frente a la pandemia. Existe mucho cuidado de exponer a la familia (78%) o a uno mismo (62%) a un posible contagio; las actividades que más preocupan son el enviar a los hijos e hijas al colegio (61%) y tomar el transporte público (59%), de acuerdo al
informe Ipsos “Coronavirus en Chile. Medición 8, del 21 de julio pasado.
Y por otra parte, está el sufrimiento por los enfermos y fallecidos producto de la pandemia. “¿Hay mucha gente que ha perdido a sus familiares. ¿Cómo los vamos a apoyar? Tenemos que hacernos cargo de eso como sociedad”, afirma Alejandra Rasse.
Es en estas situaciones de crisis justamente donde se pone a prueba la cohesión social de un grupo, de un país. Hay tres dimensiones de la cohesión -de acuerdo a Social Cohesion Radar-. La primera, son las relaciones sociales. La segunda es la conectividad. La tercera es el foco en el bien común. “Aquí es donde entra en juego la solidaridad”, dice Roberto González, académico de la Escuela de Psicología e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES. Así como el respeto a las normas colectivas y la participación cívica.
“Mi impresión es que en este contexto de pandemia han aumentado las expresiones de solidaridad, ya que las situaciones de disparidad son más visibles. Nos damos cuenta que en el país conviven realidades radicalmente distintas. Esto hace que la necesidad de otros se perciba como urgente, surgiendo muchas iniciativas de ayuda”, comenta el académico. Desde ollas comunes hasta reciclaje de computadores y teléfonos para que escolares puedan acceder a sus clases. “Lo que hace la solidaridad es ser un gran “driver” o conductor del bien común”, agrega González.
Pero en este contexto de crisis, hay algo más. “Compartir una experiencia de este tipo, la pandemia, nos pone a todos “en el mismo barco”. Crea un efecto y un sentido de identificación”, dice Roberto González y concluye: “Cuando estás sintonizando con el dolor, tiene más relevancia ayudar a otros”.
Fuente: Pastoral UC