Monseñor planteó, en su homilía, la pregunta de si Chile es un país solidario, concluyendo que no lo es. “Porque si fuera un país solidario escucharíamos más a los jóvenes y no tendríamos el triste ranking que la segunda causa de muerte juvenil es el suicidio; no tendríamos tantas protestas de tantos sectores distintos que claman por mayor justicia y mayor equidad. A lo más, hemos logrado “eventos solidarios” y es triste que quienes debieran ser los principales centro de las políticas públicas, tengan que conformarse con el vuelto del supermercado, con los dos pesos de la farmacia; conformarse con bingo, completadas, mateadas y tantas otras cosas, para poder dar lo que las personas, en justicia, necesitan”.
A su juicio y citando palabras del Papa Francisco, en el mundo se ha globalizado la indiferencia. “Lamentablemente, Chile es un conjunto de proyectos personales. Un país solidario, comunitario, fraterno no se construye con un conjunto de proyectos personales, sino con un proyecto común que tiene como horizonte y como referente al hombre y a la mujer concretos”.
El Arzobispo manifestó su convicción que “hemos tratado de construir un país al margen de Dios y un país que se construye al margen de Dios, termina yéndose contra el propio hombre. Por eso es muy importante la labor de la Iglesia de hablar de Dios, porque Dios es, por su naturaleza, solidario”.
Recalcó que la solidaridad se manifiesta cuando hay una persona caída y aparece un buen samaritano que lo levanta y lo cura. “Creo que tenemos que dar un paso. No basta celebrar el día de la solidaridad o tener un mes de la solidaridad. Necesitamos construir una Cultura Solidaria. Tenemos que fomentar una cultura en que enseñemos a los niños, desde el jardín infantil, que es mejor dar que recibir. Nosotros haremos el empeño que en cada curso de nuestros colegios de Iglesia haya un proyecto solidario, no como un evento, sino como un proceso, que sea parte de la educación, sabiendo que cundo yo estoy estudiando con calefacción y buenos profesores, hay otros que están en hogares en situación muy desmedrada”, subrayó.
Concluyó su reflexión, haciendo notar que “San Alberto Hurtado no se anduvo quejando de lo que dejaron los otros, sino que se preguntó ¿qué haría Cristo en mi lugar? Reflexionemos qué hacemos para dejar a los niños y a los jóvenes un mundo más fraterno y solidario”.
Durante el ofertorio, dos trabajadores del Invernadero Simón de Cirene, que acoge a jóvenes con síndrome de Down, llevaron al altar verduras cosechadas, como un evidente signo de inclusión y sustentabilidad. Asimismo, jóvenes voluntarios de CEVAS, manifestaron se compromiso de servicio de acompañar el periodo de vacaciones y momentos de esparcimiento a niños y niñas, con los valores del Evangelio; lo propio hicieron voluntarios del Hogar de Cristo y jóvenes del estamento de Servicio de la Vicaría Pastoral de Juventud. Finalmente, voluntarios de la Pastoral de Trabajadores presentaron el Pan y el Vino.
Al término de la celebración, Monseñor Chomali agradeció a la Vicaría de Pastoral Social por preparar la celebración de la Misa, al Coro Arquidiocesano y al voluntariado presente.
Fuente: Comunicaciones Concepción