Jesús realizó muchos viajes a lo largo de su vida. Antes de nacer viajó de Nazaret a Belén. Como niño refugiado fue a Egipto. Como predicador recorrió los caminos de Galilea. Su aparente viaje final fue al Calvario, cargando el pesado madero de la cruz.
No obstante, lo que pareció haber sido el final del viaje de Jesús fue realmente el principio. Al abandonar la tumba, Cristo destruye los límites de lo que creíamos saber. A levantarse de entre los muertos, Cristo nos invita a apartar las piedras que bloquean nuestros propios corazones y nuestra imaginación, y a compartir el viaje unos con otros - en particular con los más vulnerables, como los
migrantes.
En septiembre de 2017, el Papa Francisco lanzó nuestra campaña «Compartiendo el Viaje» y nos invitó a abrir nuestros corazones a la esperanza, que es lo que motiva a los migrantes a dejar su tierra. También está en los corazones de quienes los acogen: «La esperanza es el impulso para «compartir el viaje», porque el viaje se hace en dos: los que vienen a nuestra tierra y nosotros, que
vamos hacia su corazón, para entenderlos, para entender su cultura, su lengua».
Poco después de su muerte, Jesús se les apareció a dos discípulos en el camino a Emaús. Los discípulos estaban aterrados tras la muerte de Jesús. No lo reconocieron hasta que se sentaron a comer juntos y Él partió el pan.
¿Cuántas veces al día no reconocemos a Jesús en la gente que se cruza en nuestro camino? Puede que estemos ocupados o distraídos o que estemos encerrados en la tumba de nuestros propios miedos o nuestros conceptos erróneos.
Sin embargo, hay momentos específicos en nuestras vidas en que necesitamos que se nos recuerde de una verdad fundamental: se nos dio el uno al otro para poder tener a alguien con quien compartir nuestros viajes.
Un pequeño gesto, como tenderle la mano a alguien, significa mucho puesto que toca diferentes niveles de la existencia humana. Este es el gesto que estamos alentando a todos a hacer como parte de Compartiendo el Viaje.
Yo tiendo la mano y si una persona se siente sola y aislada, mi gesto es un gesto de solidaridad. Si tiendo la mano y esa persona está herida, podría ser un signo de sanación. Si tiendo la mano y la persona está perdida, podría significar que le ofrezco orientación. Si tiendo la mano y la persona
siente que no le importa a nadie, será una señal de amistad.
Cristo tuvo el último gesto de llegar a otros en la cruz. Abrió sus brazos y se vació para recibir la voluntad de Dios.
Nosotros no necesariamente tenemos que hacer cosas extraordinarias o extravagantes para hacer una diferencia en la vida de la gente. Los gestos pequeños, sencillos, cuando se hacen con sinceridad, con la luz del entendimiento humano y compasión, pueden hacer cosas extraordinarias.
Les invitamos a unirse a nosotros haciendo pequeños gestos para mostrar compasión por los migrantes con quienes se encuentran en sus caminos diarios. Les invitamos a ver a Jesús en el migrante y en ustedes mismos.
La semana del 17 al 24 de junio de 2018, llevaremos a cabo una semana mundial de acción como parte de Compartiendo el Viaje. Ustedes pueden unirse a organizaciones Caritas y a migrantes alrededor del mundo y participar en las actividades que organizaremos esa semana. En especial, al igual que Jesús y los discípulos en Emaús, les invitamos a compartir una comida con migrantes como recordatorio de nuestra unidad como una sola familia mundial y de la necesidad que tenemos uno del otro.
Esperamos que mediante estos pequeños actos de comprensión y comunión crearemos una ola de
solidaridad mundial que aparte las piedras que nos están bloqueando y nos lleve en un viaje que encienda nuestra imaginación. Al utilizar nuestras energías colectivas en todo el mundo - migrantes, refugiados y comunidades juntos - le prenderemos fuego al mundo con el amor de Dios.
*Para Caritas, un migrante es una persona en tránsito, que necesita acompañamiento, apoyo y protección. En nuestra campaña utilizamos este término amplio para referirnos a los migrantes.
Pueden ser refugiados o solicitantes de asilo. Pueden ser desplazados internos en su propio país debido a un conflicto o un desastre natural, o es posible que se hayan desplazado en busca de empleo. Pueden ser adultos o niños, solos o con sus familias. Es posible que hayan sido víctimas de la trata de personas.
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas