La noche del 15 de mayo quedará marcada como el inicio de esta obra social pionera en Chile, fundada en la caridad y la solidaridad.
Andrés González, trabajador social, encargado del Albergue Móvil, dijo que el servicio del Albergue Móvil se inició exactamente a las 22:30 horas, como está establecido por el permiso municipal, para ocupar un espacio de la plaza Independencia. Se instaló en la esquina de las calles Aníbal Pinto y Barros Arana, pleno corazón de la ciudad y a los pies del monumento a don Pedro de Valdivia.
A esa hora, la zona era afectada por una ola de frío y prontamente los vidrios de la máquina comenzaron a empañarse. El equipo a cargo, ante la presencia de varias personas que habitualmente pernoctan en el quiosco de la plaza, ofreció café y sándwiches, lo que fue acogido con alegría. Muchas de las personas estaban expectantes y decidieron conocer el interior del bus, quedando impactados. La mayoría expresó que esperaría otras noches para quedarse.
El encargado del albergue dijo que la primera noche fue un proceso lento, con varias personas en situación de calle” y algunas decidieron no adherir al dispositivo por temor y sus propias problemáticas.
“Dos personas que aceptaron voluntariamente quedarse durante la noche. En la mañana, al despertar les preguntamos cómo lo pasaron y nos respondieron que las camas estaban espectacular, súper cómodas, calientitas y no pasaron frío, no hubo inconvenientes”, precisó.
Auguró que el proceso determinará las necesidades, y que luego que se corra la voz, llegarán a pernoctar. “Tenemos mucha esperanza que será un espacio para muchos. Una de las personas que durmió anoche tiene la esperanza de superarse y él tiene las ganas para hacerlo, entonces, conversaremos poder ayudarlo con una dupla sicosocial”, agregó.
En la primera noche del albergue, hubo una paramédica del Servicio de Psiquiatría, quien fue un excelente apoyo para quienes desearon servirse un café.
“Como experiencia personal y conociendo la realidad de las personas que sufren la situación de calle, este es mi primer desafío de quedarme a bordo de un bus. Fue una bonita experiencia y muy gratificante”, concluyó Andrés González.
Primer “pasajero”
Eran las 7 de la mañana y arriba del bus estaba Juanito, recién duchado, preparándose para salir en su rumbo diario, sin destino, en lo que vive a diario, en el centro de la ciudad. Estaba agradecido. “Le doy gracias a Dios, porque anoche dormí muy bien y me trataron muy bien. Yo, que la he vivido tanto, he estado mucho tiempo preso, tengo 50 años, pero siempre reservado y ubicadito. Por eso, al lugar que llego, siempre me reciben bien. Anoche llegué sin querer a este lugar y me atendieron muy bien”, explicó aún con su rostro húmedo por la ducha, pero con una sonrisa muy expresiva.
“Yo duermo en la calle. Algunas veces en el mercado y otras veces en el “eco” (quiosco de la plaza). Escuché que iba a venir una micro y de repente no me fui a mi casa, me refiero al mercado, y me vine para acá y justo me encontré con esta micro. Está muy bien que se preocupen de nosotros, porque somos hartos los que vivimos en la calle. Me gustó la cama, estaba muy bien y dormí tranquilo, calientito. En la mañana me pegué una ducha súper buena. Estaba buena la agüita, bendiciones nomás. ..”
Recién bajado del bus relató una síntesis de su vida. “Comencé a vivir en la calle cuando era así, un mocosito. Empecé tocando timbres para pedir cafecito, en las casas del parque. Llegué hasta la casa de la jueza Sepúlveda y ella me quería caleta, me tenía regüena.
Siempre me decía que me cuidara. Yo tengo un puro hijo, nunca me casé, pero mi hijo trabaja y él no sabe que vivo en la calle, porque no le comento a nadie”, manifestó tomando el rumbo hacia el centro de la plaza, enfrentado un intenso frío.
Fuente: Comunicaciones Concepción