El cortejo fúnebre se trasladó pasadas las 15:00 horas desde el Hogar del Buen Samaritano hasta la sede parroquial molinense. En esta iglesia monseñor Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico en Chile, presidió la Eucaristía que comenzó con la lectura de un mensaje de monseñor Horacio Valenzuela Abarca, obispo de Talca, quien se encuentra en Roma junto a todos los obispos chilenos.
“En la Madre Irene hemos sabido reconocer el rostro misericordioso de Dios. Hemos visto en ella a Cristo Buen Samaritano que bajó hasta nosotros a curar nuestras heridas y llevarnos al cielo (…) Se ha ido al encuentro con Jesucristo resucitado una mujer, una madre, una religiosa que tuvo en el Señor el gran amor de su vida (…) Le pedimos al Señor que tenga la bondad de recibirla y repetirle con cariño esas palabras del evangelio: lo que hiciste al más pequeño de mis hermanos conmigo lo hiciste”, señaló monseñor Valenzuela.
Testimonio de misericordia
A partir de la lectura de la parábola del Buen Samaritano, monseñor Ivo Scapolo expresó que este evangelio denota la misión que cada uno de nosotros tiene: “Estamos llamados a salir fuera, a superar las barreras para dar un testimonio de solidaridad, de servicio, de gratuidad, de entrega total para el bien de los hermanos (…) Por su testimonio, la Madre Irene García ha sabido escribir páginas enteras del libro de la misericordia del cual nos ha hablado el Papa Francisco, caracterizándose por una entrega total a Dios y a los hermanos, sobre todo a los más necesitados; ha realizado innumerables actos de caridad y de servicio. Ha escrito con su vida palabras de misericordia, como cuando haciendo tesoro de su larga experiencia de enfermera en España se ponía ella misma a curar la heridas”.
“Acogía a todos no obstante la falta de espacio, de recursos materiales y humanos, o cuando se preocupaba que ninguno de los enfermos terminales concluyera su vida sin recibir los sacramentos. Todo esto constituye un luminoso mensaje evangélico de misericordia que Madre Irene nos deja y que nosotros debemos mantener vivo mediante nuestros actos de misericordia”, destacó el Nuncio Apostólico.
Un legado que debe continuar
Concluyendo la Misa hizo uso de la palabra la alcaldesa de Molina, Priscilla Castillo, quien preguntó ¿qué mujer es capaz de dedicarse toda la vida a los pobres? o ¿qué mujer es capaz de mantener esta maravillosa obra del Buen Samaritano?: “Dios proveerá decía la Madre Irene, era tan grande su fe que todos los días hizo carne la parábola del Buen Samaritano. Los pobres no pueden esperar, el gobierno tiene una tremenda deuda con las Hermanas del Buen Samaritano y se podrían destinar recursos para alguna asignación. Ella nunca pedía en forma directa, esperaba que Dios moviera los corazones para que surgieran los aportes”.
El presidente de la Fundación Buen Samaritano, Bernardo Fontaine, dijo que el soplo de Dios navegó y se instaló en Molina cuando en 1978 cuando la Madre Irene fundó la congregación y la casa hospital, “todo empezó de la nada porque Dios está más cerca de lo que nosotros pensamos”.
En tanto, la hermana Patricia Ibarra, Superiora General de la congregación del Buen Samaritano también se dirigió a todos los presentes que llegaron a decir hasta siempre a la Madre Irene.
“Nosotras como hijas del Buen Samaritano hemos sido las que más hemos recibido de ella porque más tiempo hemos pasado con ella. Somos herederas que lo que recibió y sembró con tanto amor, cariño y fortaleza. Nuestra madre y fundadora nos dio todo, nos enseñó todo (…) En sus últimos días seguía pendiente de todo. Una de sus últimas preocupaciones eran los pobres y enfermos, me dijo: Patricia, no permitas que ningún pobre se vaya de esta casa llorando por no haber sido atendido como ellos se merecen”, señaló la hermana Patricia.
Culminada la celebración eucarística cientos de personas acompañaron el cortejo fúnebre hasta el cementerio parroquial, cumpliendo un gran anhelo de la Madre Irene García de Prado, quedarse para siempre en medio nuestro, en su querido Molina.
Fuente: Comunicaciones Talca