Mons. René Rebolledo: “Es preciso afrontar el desafío de crear una Cultura Vocacional”
Las vocaciones en la Iglesia, un don de Dios
Mons. René Rebolledo: “Es preciso afrontar el desafío de crear una Cultura Vocacional”

En entrevista reciente con periódico regional, el Arzobispo de La Serena se refirió a las vocaciones sacerdotales en la Arquidiócesis.

Una vez al mes, Mons. René Rebolledo concede una entrevista al periódico regional diario El Día, donde afronta diversos temas de carácter social y eclesial. Es así como a lo largo del 2016 puntualizó su parecer sobre la solidaridad, la familia, la defensa y promoción de la vida, entre otros. En esta ocasión abordó la pastoral de las vocaciones sacerdotales, una de las prioridades de su episcopado, según manifiesta.

Conocedor del desafío, dado que sirvió durante 13 años en la formación sacerdotal en el Seminario Mayor “San Fidel” de San José de la Mariquina, ubicado en la región de Los Ríos, donde por más de 80 años se formaron numerosos sacerdotes provenientes de las diócesis sureñas. Nombrado Obispo por San Juan Pablo II en el 2004, bien pronto fue elegido miembro de la Comisión Episcopal de Seminarios, servicio que cumple hasta hoy, vale decir, más de una década.

Con ánimo grato y con entusiasmo afrontó las diversas interrogantes, puesto que como señala en su Carta Pastoral sobre las Vocaciones Sacerdotales, publicada en marzo de 2015: “es una necesidad imperiosa asumir con decisión y audacia la Pastoral de las Vocaciones”.

¿Cuántos son los jóvenes que postularon al Seminario “Santo Cura de Ars” para el año formativo 2017?

Postularon seis jóvenes, de los cuáles cinco fueron aceptados para iniciar su formación en marzo próximo. Con ellos contaremos con 13 seminaristas, Dios mediante. Cada vocación es un don de Dios para la Iglesia. Leemos en Jeremías: “Les daré pastores” (Jer 3,15). Agradecemos a Dios por estos jóvenes que se preparan para ser pastores de nuestras comunidades y parroquia, servir de este modo al Señor en su Iglesia. A mis hermanos sacerdotes y también a este servidor le agradaría contar con un mayor número de vocaciones. Aunque la necesidad es grande, no obstante debemos verificar, lo mejor posible, la idoneidad para el ministerio sacerdotal de los jóvenes que postulan y serán aceptados para iniciar el proceso de formación.

¿Se percibe una baja notoria en el número de los postulantes al Seminario?

Ciertamente. Dejando establecido que mis sentimientos son de gratitud a Dios por cada seminarista, estoy consciente que debemos intensificar nuestra oración por las vocaciones, como también animar a los sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos a un servicio más amplio y profundo en la Pastoral de las Vocaciones, no olvidando que en esta misión es corresponsable todo el pueblo de Dios. Sin duda, comunidades fervorosas en la profesión, celebración y en el testimonio de nuestra fe, serán cuna de buenas y abundantes vocaciones.

Según su parecer ¿qué factores han incidido en la baja de los postulantes al Seminario?

Sin pretender ser exhaustivos en la apreciación, estimo que los cambios culturales que atraviesan el mundo y que inciden grandemente en nuestro país, pudieren ser algunas de las causas. La profesión de fe en Dios, la celebración de la fe, su vivencia en comunidad, la crisis de la familia, escándalos también al interior de nuestras comunidades debido a graves faltas en la vivencia del ministerio por parte de algunos consagrados… todo ello puede afectar naturalmente a la baja de vocaciones. Por otra parte, no es fácil para los jóvenes seguir hoy la voz del Señor en el llamado vocacional, puesto que son numerosas las voces que se elevan para presentarles otros proyectos de vida. Convoco a que en nuestras parroquias, movimientos apostólicos, comunidades educativas, de nivel superior y de enseñanza media, como también de los cursos mayores de la enseñanza básica, se reflexione acerca de estos temas y que propongamos con toda claridad el llamado que hace el Señor a servirlo en su Iglesia, como sacerdote o consagrado.

¿Cuál es el itinerario formativo de un joven que ingresa al Seminario?

Realizada la etapa de discernimiento vocacional, para ello los jóvenes reciben la ayuda de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Vocacional, quienes sienten la inquietud de servir al Señor como sacerdote y disciernen seriamente la posibilidad de un llamado, postulan al Seminario. Este proceso tiene una duración mínima de un año.

Posteriormente, el equipo de formadores del Seminario, junto a personal especializado, acompaña a los jóvenes para ayudarlos a tomar su decisión.

Quienes son admitidos al Seminario realizan un año introductorio o propedéutico, dos o tres años de filosofía y cuatro de teología. Se contempla también un año de práctica pastoral en una parroquia.

Los jóvenes en el Seminario, junto a sus formadores, procuran edificar una comunidad de discípulos misioneros del Señor, en base a las dimensiones de la formación: Humano-Comunitaria, Espiritual, Académica y Pastoral. En el transcurso de los años se contempla pasos, ritos y ministerios que van señalando las etapas que vive el seminarista, como también evaluaciones periódicas, incluidas las psicológicas, hasta que se perciba en él signos de madurez y formación integral. Con la ordenación diaconal y presbiteral se abre el camino a la formación permanente que comprende toda la vida.

¿Qué debería potenciar la Iglesia en su servicio apostólico para que surjan vocaciones sacerdotales?

Ante todo y sobre todo dar prioridad a la oración. Así correspondemos, por nuestra parte, al mandato del Señor: “Rueguen al Dueño de los campos que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt 9, 38). Es importante asumir con gran sentido de corresponsabilidad esta misión. Lo mencioné en mi Carta Pastoral sobre las Vocaciones: “la oración es el único instrumento capaz de actuar al mismo tiempo en el campo de la gracia y en aquel de la libertad, permitiendo al hombre discernir el llamado y responder a Dios”.

Luego, recordar a cada miembro de la Iglesia, sin excluir a nadie, su corresponsabilidad en este aspecto tan decisivo para el anuncio del Evangelio. Pienso en los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos y religiosas, agentes de pastoral, catequistas, animadoras y animadores, laicos y laicas comprometidos, miembros de los movimientos apostólicos. Las vocaciones son un claro indicador de la vitalidad y condición espiritual de una comunidad cristiana. Por ello, siguiendo el llamado de san Juan Pablo II deseo que nuestras comunidades en la Arquidiócesis logren crear una cultura vocacional. Recientemente, el Papa Francisco, el primer jueves de enero de 2017, en un encuentro con 800 participantes de Pastoral Vocacional de Italia instó a crear una Nueva Cultura Vocacional.

Obviamente, también hay campos prioritarios que se debe atender: las familias, los jóvenes, el Seminario Mayor, los estudiantes de educación superior, los servidores del Altar, los bailes religiosos, entre otros.

¿Qué diría usted a los jóvenes que están en etapa de discernimiento vocacional?

Que se acerquen con toda confianza al Señor y cultiven un gran amor por Él. Que Él sea su gozo y esperanza: ¡Él es la plenitud de sus vidas! El Señor jamás los defraudará. La amistad profunda con Él es la felicidad que su corazón anhela. Los invito igualmente a integrarse en comunidades juveniles, “vivas, entusiastas, solidarias y misioneras, centradas en la búsqueda del Señor” (Carta Pastoral sobre las Vocaciones, p. 36). Sin duda que en tales comunidades, Dios mediante, surgirán abundantes vocaciones. Si el Señor los llama, sigan su voz. Serán muy felices sirviéndolo a Él y a los hermanos en la Iglesia.

Fuente: Comunicaciones La Serena
La Serena, 20 de Enero, 2017
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