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Son las tres de la tarde de un caluroso día de enero en la casa de Fondacio, en Huechuraba. Ubicada en los faldeos de altos cerros, el lugar es un refugio de árboles, pasto y brisa que invita a niños y adolescentes del barrio El Barrero a entrar y conocer la Biblioteca Popular, abierta para que la comunidad se encuentre y reencuentre con la lectura y, además, participe de talleres de teatro, arte cuento, grafiti, circo. Gracias al apoyo de Cuaresma de Fraternidad la biblioteca se renovó con ediciones de mejor calidad y acorde a distintas edades, tienen libros ilustrados que los niños pueden llevarse prestados a sus casas, además una mediadora se ocupa permanentemente de atenderlos y preparar actividades. Bárbara, de once años visita a diario la biblioteca. “Una prima llegó un día a mi casa para invitarme a un taller de teatro que se iba a hacer aquí, me animé y vine. Me gustó, comencé a venir y me hice amiga de los tíos”. Ella asiste a la biblioteca después del colegio y ahora en vacaciones va en la mañana y en la tarde. “Me aburro en mi casa, por eso vengo. Acá hay varios talleres, está el cuenta cuentos y el arte cuento, ahí preparamos con papel y lápices los personajes de los libros y creamos nosotros mismos las historias”.
La lectura es parte de la vida
La biblioteca funciona con voluntarios convencidos que la lectura es encuentro y comunidad. Cecilia Carnivali, del equipo a cargo, explica: “Es un proyecto de puertas abiertas porque creemos que la lectura es parte de la vida, posibilita ampliar el mundo y conocerse. Invitamos a los niños aver qué les quiere decir un cuento, a encontrarse con la belleza de las ilustraciones y eso es importante para su crecimiento intelectual, emocional y afectivo”.
“Mi población, un espacio protector”
“Me gustaría llegar a ser como Cristiano Ronaldo”, dice Sebastián de doce años y colocolino. Su pasión es el fútbol. Él junto a sus amigos asisten al centro de Promoción y Prevención Bonifacia Rodríguez, donde además de jugar a la pelota participan de otros talleres. Cocinando, haciendo manualidades o disfrutando del baile, cien niños como Sebastián pasan las tardes después del colegio compartiendo en este centro, ocupando su tiempo libre lejos de la calle.
"El centro es bueno, paseamos, jugamos, vamos a la piscina, al parque, me gustaría venir por más tiempo, la paso bien, son buena onda y me ayudan en las tareas del colegio”. La experiencia de Sebastián refleja el espíritu del centro Bonifacia Rodríguez y de su proyecto “Mi población, Un espacio Protector”. “La idea es ocupar el tiempo libre de los niños con talleres, transformar sus poblaciones porque presentan muchas dificultades, no cuentan con áreas verdes ni espacio para jugar, hay fácil acceso a drogas, la idea es que puedan entender que hay otras formas de vivir, sin drogas”, dice la directora del proyecto, Hermana Ninoska Rojas, de la congregación Siervas de San José.
Como estos proyectos otras iniciativas se desarrollaron en 2015 con fondos de Cuaresma de Fraternidad, campaña de la Iglesia que año a año invita la solidaridad hacia los más necesitados.
Fuente: Periódico Encuentro
www.periodicoencuentro.cl