Ricardo Ezzati: "La vida del país está erosionada por la falta de credibilidad y no faltan razones para ello"
Ricardo Ezzati: "La vida del país está erosionada por la falta de credibilidad y no faltan razones para ello"

En entrevista para el diario La Tercera, el cardenal sostuvo que "hemos visto crecer el clima de desconfianza en todas las Instituciones. La Iglesia no está al margen este fenómeno". Además, aseguró que por los casos de abuso, la Conferencia Episcopal emprendió "el camino exigente de hacer luz sobre las denuncias y de sancionar a los responsables".

Los últimos días del cardenal Ricardo Ezzati han sido agitados. Tras viajar a Roma, para sostener un esperado encuentro con el Papa Francisco, regresó con la noticia de que el Santo Padre pretende visitar el país en 2017 y un mensaje orientador: “Abrir espacios al buen espíritu y no dejarse vencer por el mal espíritu”. Un contexto que para el prelado coincide con una fecha importante en su camino pastoral, al cumplirse esta semana su quinto año al frente del Arzobispado de Santiago. Un momento que el también presidente de la Conferencia Episcopal, aprovecha para revisar la tarea cumplida, los desafíos de su arquidiócesis y el momento que enfrenta el país en una materia que le preocupa sobremanera: la desconfianza generalizada.

¿Qué balance realiza de los cinco años de gestión al frente del Arzobispado de Santiago?

La Iglesia, en Santiago y en el mundo entero, es una realidad humana y sobrenatural a la vez, constituida de hombres y de mujeres que creen en la persona y en el mensaje de Jesucristo; que lo aman, lo celebran y lo testimonian en un estilo de vida, fraterno y solidario. Como en el pasado, la Arquidiócesis de Santiago acompaña a la gente en los desafíos que brotan de su historia y en el paso, a veces traumático, de transitar de una época a otra. En estos años he podido acompañar a una Iglesia viva e inquieta, a un Pueblo de Dios que no pierde la confianza en el Señor y, aun cuando sufre, no deja de caminar y de sembrar esperanza. Un recorrido que me permitió visitar a las 250 parroquias y centenares de comunidades eclesiales; compartir con miles de fieles y agentes pastorales. Hombres y mujeres comprometidos con personas que, muchas veces, están al margen de la sociedad, que acompañan a quienes sufren la esclavitud de la droga o el alcoholismo; que están al lado de quienes no tienen qué comer, especialmente adultos mayores abandonados y solos; comunidades que acompañan a madres adolescentes que optan por la vida o que ofrecen apoyo solidario. Destaco la labor de tantos voluntarios, especialmente jóvenes que regalan su tiempo, sus vacaciones, para levantar esperanza en Chile. He estado junto a tantas instituciones vinculadas con la iglesia o de inspiración católica, que acompañan a enfermos terminales, que dan educación de calidad gratuita o con un pago bajísimo a niños y jóvenes. Esa es la Iglesia en la que Dios me ha llamado a servir como pastor, para animar y acompañar día a día.

¿Puede mencionar algunos hitos?

Iniciamos la reestructuración organizacional de la Arquidiócesis generando una administración más simple y eficiente al servicio de la evangelización. Unimos la Vicaría Universitaria y la Vicaría para la Educación, generando un polo de servicios educativos de calidad desde la visión cristiana de la persona humana y de la sociedad. La Vicaría para la Familia se transformó en Delegación episcopal para la Familia, lo que permitió la incorporación de un matrimonio a cargo. También hemos querido aportar en el debate público de los principales temas interés, en la defensa de los más pobres y excluidos; hemos enfrentado con firmeza los caso de abuso, hablando con la verdad y colaborando con el trabajo de los tribunales. Junto a las otras diócesis del país hemos implementado una seria acción formativa en el campo de la prevención de abusos, lo que ya ha permitido formar a tres mil agentes pastorales. Hemos sacado la voz en defensa de la vida, desde el que está por nacer y hasta quien la está terminando, abogando por su calidad y dignidad. En este sentido, me he preocupado de defender el derecho a una educación de calidad, la vida de quienes viven con bajos salarios, los sin hogar, o los que recurren a los hogares de ancianos de Iglesia para vivir sus últimos años con dignidad.

¿Cuáles son los próximos desafíos?

El mayor desafío, tal vez, sea el planteado por el Papa Francisco: la misericordia, que significa volver la mirada a Jesús que acoge, perdona y restituye dignidad. Misión de la Iglesia es llevar a las personas de Santiago a conocer, amar, seguir a Jesús. Él es la ”puerta” para encontrar los brazos abiertos de Dios y comprometerse en la “revolución de la ternura” destinada a derrotar la “cultura de la indiferencia y del descarte”, como afirma el Papa Francisco. Menciono otro desafío. En Santiago parecieran convivir opulencia y miseria, oportunidades y marginación. En este contexto estamos desafiados a ser una Iglesia samaritana, con los ojos abiertos, que no deja de conmoverse frente a los más necesitados y que se compromete a acompañarlos activamente en el proceso de su liberación. En este espacio ubico también la acción solidaria con los migrantes que viven entre nosotros buscando un futuro mejor para sí y las propias familias. Estoy convencido que el país puede construirse sobre la base de una solidaridad más efectiva, sea a través de una legislación adecuada, como también dando mayor espacio y fortaleciendo conciencia del “bien común”.

¿Le preocupa este ambiente de desconfianza generalizada?

Sí, me preocupa. La desconfianza paraliza e impide crecer en el “buen espíritu”. Es como una mano puesta sobre los ojos que no permite ver. En este tiempo hemos visto crecer el clima de desconfianza en todas las Instituciones. La Iglesia no está al margen este fenómeno. Por eso apuntamos a ser una Iglesia abierta, que escucha, anuncia y sirve; un techo común donde hay espacio para todos.

Usted dijo que lo que hizo Fernando Karadima fue “horripilante y no tiene justificación”. ¿Ha sido el peor capítulo que le ha tocado enfrentar?

Siempre dije que el abuso, especialmente de menores, no tiene ninguna justificación; que nos ha entristecido enormemente y que no se debiera repetir nunca más. Es sabido que la Santa Sede, en octubre de 2010, emitió un decreto de condena, que me fue transmitido a través de la Nunciatura Apostólica, el día después de haber asumido como arzobispo de Santiago. Desde entonces me he preocupado de ejecutarlo con todo el rigor que merece. Puedo decir con toda honestidad y con la frente en alto, que no me he apartado un ápice de lo establecido por la autoridad superior de la Iglesia.

¿Qué enseñanzas dejó para la Iglesia?

La Iglesia de Chile ha sufrido los últimos diez años los embates de situaciones que nunca quisiéramos que se hubieran dado. Está enfrentando por consiguiente, con plena conciencia, sus límites y las dificultades que ha tenido, sobre todo, por abusos cometidos por algunos de sus consagrados. Nos hemos empeñado seriamente y con responsabilidad en corregirlos y prevenirlos. Desde 2001, la Conferencia Episcopal ha reflexionado sobre el tema y emprendido el camino exigente de hacer luz sobre las denuncias y de sancionar a los responsables. Este itinerario desembocó en el documento “Líneas guías de cuidado y esperanza”, que se ha sometido a la aprobación de la Santa Sede y que guían su acción en este campo tan sensible y delicado. Nos asiste la confianza que el camino emprendido, con fuerza y transparencia, dará sus frutos.

¿Aumenta el dolor de las víctimas de Karadima extender el proceso judicial?

La Arquidiócesis de Santiago enfrenta un juicio civil. Las víctimas tienen derecho a ello y quienes son acusados tienen derecho a defenderse. Represento a la Arquidiócesis y aunque personalmente no he tenido parte en esta contienda, acudí a dar testimonio ante la justicia. Puedo repetir lo que he afirmado: es mi convicción que la acusación de encubrimiento no tiene fundamento.

En la encuesta CEP de agosto la Iglesia Católica aparece con un 29% de confianza en la población. ¿Cómo se puede revertir esa cifra?

El tema de la credibilidad importa muchísimo, porque constituye la base que sustenta y sobre la cual se construye la confianza. La vida del país está erosionada por la falta de credibilidad y no faltan razones para ello. Ahora bien, la confianza se conquista o se puede perder. En una familia donde no hay confianza las relaciones se tensionan. Es lo que está sucediendo en el país, en sus instituciones más esenciales y en la misma Iglesia. ¿Cómo recuperar la confianza? A mi modo de ver, hay un camino. La confianza no se establece simplemente con la verdad, indispensable, por cierto. No se logra simplemente con la persecución del fraude y la mentira, también necesaria. Se requiere también de otras condiciones. En el ámbito secular se puede denominar “amistad cívica” que, sin dejar de investigar y de castigar toda injusticia, busca descubrir lo recto y lo justo que hay en la proposición de los otros. Necesitamos trabajarla, creernos más, mirarnos a los ojos y descubrir que el hombre o la mujer que está delante de nosotros puede ser un aliado en la búsqueda del bien común. La confianza se recupera en la medida que seamos capaces de mirarnos con simpatía, con verdad y con gran capacidad de valorar las capacidades y potencialidades que todos tenemos.

¿Qué rol cumple la Iglesia de Santiago en medio de un ambiente de desconfianza que hoy existe en el país?

La Iglesia de Santiago es parte del país: sus alegrías, sus tristezas, sus anhelos son compartidos por los discípulos de Cristo. La carta Pastoral del Comité Permanente de 2012 “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile” advierte que la desigualdad social puede tener consecuencias explosivas, más aún cuando el trabajo lícito no permite a muchos salir de la condición de pobreza. Para recobrar la confianza debemos estar cerca del dolor y de los más necesitados. El desafío es atender, desde nuestras instituciones, a los más necesitados y a sus familias, ofreciéndoles en primer lugar el don de Señor y de su Evangelio. Otro desafío importante es el cultivo de nuevas las vocaciones al sacerdocio. Hay poblaciones de 80 mil habitantes con un solo sacerdote.

¿Qué materias de la situación de la Iglesia chilena se abordaron en la reunión con el Papa Francisco?

Fue un encuentro muy cordial y fraterno, lo que es parte habitual de nuestra tarea pastoral. Abordamos temas propios de nuestro servicio episcopal, compartimos la visión de la misión de la Iglesia en nuestro país y en el mundo. La visita se alargó con una entrevista con el secretario de Estado, sucesivamente con el prefecto de la Congregación para los Obispos y con la Congregación para la Doctrina de la Fe.

¿Su intención de visitar el país en 2017, se podría traducir en un compromiso formal prontamente?

El nos ha manifestado su intención de que eso sea posible en 2017. Nosotros esperamos al Papa con los brazos abiertos. Creemos que su visita será animadora de vida, no sólo para la Iglesia, también para nuestro país.

¿Le planteó al Papa la necesidad de remover al Obispo de Osorno, Juan Barros? ¿Qué le diría a la gente que cuestiona su calidad moral? ¿Está preocupado por el juicio civil con las víctimas de Karadima?

Las palabras del Santo Padre tuvieron un hilo conductor en toda la hora que nos dedicó, es decir, la invitación a “abrir espacios al buen espíritu y no dejarse vencer por el mal espíritu”. Con esa actitud evangélica se nos invitó a caminar y a poner lo mejor de nosotros para ser una Iglesia “sinodal”, que camina en comunión.

¿Se ha puesto en el escenario de que se apruebe el aborto en tres causales? ¿Cuál sería el rol de la Iglesia?

La Iglesia cree, así como lo han hecho los padres sinodales, que el aborto voluntario es siempre un delito porque atenta contra la vida de personas inocentes. Aquí está en juego, como se afirma en la opinión pública, la libertad de la mujer y el derecho de la persona que está concebida. La Iglesia, fundada en la luz de la razón y de la revelación proclama la sacralidad de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Proclama, además, el derecho a una vida digna, con vivienda digna, con trabajo y salario digno, con derecho a una educación de calidad, bajo un techo común libre de contaminación y en una ciudad libre de violencia y en paz, donde se pueda emprender y desarrollar los talentos recibidos. Todo esto es parte del derecho a la vida. Desde la razón e iluminada por el don de la revelación, la Iglesia afirma que la vida es sagrada y debe ser defendida y promovida en todas las circunstancias.

Fuente: Por Michel Nahas - La Tercera
Santiago, 20 de Enero, 2016

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