Con mucha alegría y emoción se vivió la ceremonia en la que fueron ordenados nueve diáconos permanentes en la iglesia catedral de Valparaíso por Mons. Gonzalo Duarte García de Cortázar, obispo de Valparaíso. Estuvieron presentes muchas delegaciones de las comunidades parroquiales de origen de los nuevos diáconos, sus familiares, amigos quienes con pancartas expresaban sus saludos.
Los
nuevos Diáconos Permanentes de la Iglesia de Valparaíso
son: Juan Antonio Bratti Jiménez, Nelson Antonio Contreras Araneda, Guillermo Antonio García Martínez, Luis Jesús Hernández Canelo, Miguel Angel Matus Figueroa, Carlos Leonel Pacheco Valladares, Sixto Prado Vásquez, Luis Cardenio Pulgar Vergara y Jaime Hernán Tellez Alarcón.
Al inicio de la ceremonia Mons. Gonzalo Duarte agradeció y reconoció el servicio de quien por diez años ha sido el Director de la Escuela Diaconal "Felipe Diácono", el diácono permanente Juan Carlos González Ransanz.
En su homilía, Mons. Gonzalo Duarte señaló que en el Diaconado Permanente lo importante es la familia, se comparte con la Madre Iglesia, pero siempre es primero la familia: “a las esposas de los diáconos les digo que tienen que acompañarlos, apoyarlos con su cariño, con su discreción. Lo primero es la familia y luego la Madre Iglesia”.
Además agradeció a todas las comunidades presentes que vinieron a acompañarlos, a los sacerdotes, diáconos permanentes. “A los párrocos les digo que deben promover la vocación al diaconado permanentes. Los diáconos no son propiedad de las parroquias, nacen en una parroquia para el servicio de la Iglesia, por lo que pueden ser trasladados dentro de la Diócesis”.
“Están viviendo un momento muy importante en su camino de fe y de Iglesia, lo mismo que sus esposas y sus familias aquí presentes. Reciben el Diaconado Permanente en este hermoso tiempo de Adviento, que nos ayuda a mirar a lo alto, porque en realidad nuestro camino, como dice el canto, “vamos caminando a la casa del Señor”, es un camino que hacemos como peregrinos. Nos recuerda a dónde vamos, nos señala el signo del amor, del cariño, la preocupación por nosotros que se nos da en Jesucristo Nuestro Señor nacido pobre y humilde de María Virgen. La Virgen está viviendo una espera para darnos al Salvador en la noche Santa del 24 de diciembre. Un signo, un testimonio que el Señor está con nosotros, que está presente en nuestra historia, quiere hacerse presente a través de personas muy concretas. La primera presencia de Dios en nuestra historia es a través del papá y la mamá. De los abuelitos, de las abuelitas, de tantas personas que nos han hecho bien, nos han conducido en el caminar de la fe y de la Iglesia. Nosotros le debemos nuestra fe al Padre Dios, a la Madre Iglesia, pero cada uno sabe, en su corazón y su mente, a esas personas que nos llevaron por este camino”.
Al referirse al inicio de los diáconos permanentes señaló que “En el comienzo de las comunidades hubo problemas, los apóstoles convocaron a quienes cumplían la labor de la misericordia en medio de la comunidad. La Iglesia nos invita a ser dignos de misericordia. La primera preocupación de los diáconos fueron los pobres entre los pobres, los huérfanos y las viudas. Luego a medida que fueron avanzando en la Iglesia, se les fue confiando nuevas obras de misericordia espiritual de proclamar, enseñar, preparar a los hermanos y hermanas para los sacramentos, para la vida de la Iglesia. Los sacerdotes aquí presentes, fueron ordenados diáconos en primer lugar para ser testigos del rostro misericordioso del Padre que es Jesús, Jesús el Buen Pastor, Jesús el diácono, Jesús el servidor”.
El nacimiento del diaconado permanente está íntimamente ligado al servicio de los pobres.
Diácono es una palabra griega que traducida significa
servidor, por eso Jesús se presentaba así mismo como servidor. La espiritualidad diaconal es el corazón de la espiritualidad del cristiano.
El diaconado permanente constituye un importante enriquecimiento para la misión de la Iglesia. El Diácono realiza un triple servicio. Llevar la Palabra de Dios a todas partes, en nombre de la Iglesia a través de la predicación, la enseñanza a través de la catequesis y las diversas formas con que la Iglesia entrega la Palabra de Dios. La segunda, el Servicio a la Caridad llevando a la práctica el contenido del Evangelio; ejercitar la caridad en todas sus formas, en la solidaridad, en la justicia y la verdad para plasmar el Evangelio del Señor en la vida. Y, finalmente, el Servicio al Altar, concentrado fundamentalmente en el sacramento de la Eucaristía donde, colabora con los sacerdotes y el obispo.
Fuente: Comunicaciones de Valparaíso
Fotografías: Marcela Amaro, Comunicadora Parroquia San Felipe Neri