Hermanos y hermanas de la Iglesia de Santiago,
Estamos a las puertas de un nuevo mes de María.
De generación en generación hemos dedicado un mes a la Santísima Virgen, para expresarle nuestro amor filial, aprender de Ella como ser discípulos-misioneros de su hijo e implorar su materna protección en el caminar de la vida.
María en su corazón de madre, siempre ha acogido oración de sus hijos y ha sido la madre protectora que los ha confortado en los momentos de dolor, de dudas y de desesperanzas.
Ella nos sigue mostrando el "fruto bendito de su vientre" el Señor Jesús, para que podamos encontrarnos con El y con el don de su divina misericordia que redime, reconcilia y abre a la esperanza. Mostrándonos a Jesús, nos invita a redescubrir el don de la fraternidad y de la solidaridad y el desafío de anunciar la fecundidad de brota del sentirnos hermanos y hermanas en el Chile de hoy, tan necesitados de confianza y de esperanza.
La Madre del consuelo que nos acompaña en los momentos difíciles, es quien nos invita a cultivar en nuestras vidas las actitudes de su Hijo Jesús, para que Chile se convierta en una mesa para todos.
En este 2015, nos acercamos filialmente a Ella, para que nos ayude a preparar el corazón a vivir el Año de la Misericordia al que nos convoca el Papa Francisco: un año especial de gracia para experimentar la riqueza de la misericordia del Padre en nuestra vida y para que nosotros mismos abramos el corazón y ser misericordiosos "como el Padre".
Por eso, queremos pedirle la delicadeza de adelantarnos a las necesidades de quienes viven en las periferias del dolor y de la pobreza como lo hizo Ella en Caná, o como aconteció a los pies de la Cruz de su Hijo, cuando nos acogió a todos como a hijos suyos.
Queremos pedirle también que eduque nuestro corazón para que sea sereno y esperanzado ante las pruebas que nos tocan vivir, así como Ella tomó en sus brazos al Hijo bajado de la cruz. Sabemos que, como lo hizo con los apóstoles y discípulos de su Hijo en Pentecostés, está con nosotros, en el caminar de nuestra Iglesia y de nuestra Ciudad de Santiago.
Como el Apóstol Juan, abrámosle las puertas de nuestro hogar para que el Señor obre "maravillas" en nosotros y nos haga ferventes misioneros del gozo del Evangelio".
En este tiempo que nos prepara a la celebración del Año de la Misericordia, imploremos juntos el don de ser discípulos misioneros, "misericordiosos como el Padre", dispuestos para ello a la conversión del corazón.
María, invocada por el Pueblo de Dios como "madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza" interceda por todos; bendiga a los ancianos y enfermos, a los que sufren y a los pobres. Afiance el amor y la concordia en las familias y regale a los jóvenes la esperanza que no engaña.
Les deseo un fecundo mes de María e invoco para todas las comunidades cristianas la sobreabundaste bendición del Señor.
Su padre y pastor,
+Ricardo Ezzati Andrello, sdb
Cardenal Arzobispo de Santiago