Combatiendo la violencia con las armas de la cultura
Combatiendo la violencia con las armas de la cultura

Esta es parte de la historia del ballet folclórico Raipillán, un testimonio de esfuerzo y de lucha musical y bailada contra la estigmatización de hombres y mujeres en la población La Legua.

Fabiola Salinas es profesora de lenguaje en la Escuela 480 de La Legua hace 11 años. Ahí busca despertar la creatividad de sus alumnos de séptimo básico. La Legua es la población en la que vive desde que nació, a la que ama y para la que busca sacar la estigmatización que sufren sus habitantes.

Su temprana viudez le dio coraje para enfrentar nuevos desafíos: “Necesitaba darle más fuerza a mis dos hijos en lo que iban a ser a futuro. Para una mujer sola es complicado, así que me la jugué y me esforcé. Entré a la universidad a estudiar pedagogía en educación general básica. Cuando estaba terminando, hice la práctica en la Escuela 480 de La Legua. Antes de la graduación del 2004 dije: ‘Tengo un número artístico que puede venir a hacer un show’”. Explica: “Pertenecía a un grupo de folclor y hablé con mi gente para asistir”. Dos días antes de la presentación, sus amigos le confesaron “que les daba miedo ir por las balas y todo lo que dicen de La Legua”, cuenta. “Casi me morí porque al grupo ya lo tenían en el libreto e iba a quedar de irresponsable. Hablé con mi hija, que en ese entonces tenía 13 años, también con dos sobrinos más y bien rápido preparamos dos cuecas y un baile rapanui. A todos les gustó”. Así, fruto de la discriminación, nacería el grupo Raipillán, que en lengua mapudungun significa “flor de espíritu”.

“Me parece bueno que en medio de muchas dificultades exista un deseo de encontramos en la población, de juntarnos desde diferentes organizaciones para buscar el camino hacia la paz”, opina el padre Gerardo Ouisse, párroco de la histórica comunidad San Cayetano. “Estamos preocupados para que haya más paz, por lo menos para nosotros aquí en la población. La comunidad tiene una fe grande y un corazón muy abierto para que se hagan obras para contestar a las preguntas y a las dificultades de la gente”. Así han surgido –detalla- iniciativas como la de 40 voluntarios que apoyan al Centro de Salud Vida Nueva; la Fundación Cristo Especial, abierta a las personas con discapacidad del sector, acompañándolas y ayudándolas para que tengan una vida más autónoma. Además está el tradicional albergue que acoge a personas en situación de calle.

Y una de esas búsquedas para traer la paz a la población, ha sido la agrupación folclórica Raipillán, que si bien no nace desde la parroquia, está muy vinculada a ella. Ensayan en sus dependencias y se presentan después de las misas. “La organización social acá en La Legua es bonita; hay un tejido social fuerte”, afirma Fabiola. La profesora cuenta que tras la improvisada presentación de 2004, una persona del público los invitó a la graduación de los niños de un jardín infantil. “Nos fue re bien. Se metió mi otro sobrino y mi hermana. Después vinieron las pololas, los pololos y los amigos. En enero del 2015 ya éramos 18 personas. En marzo presentamos como ocho bailes, invitamos vecinos. Bailábamos en la calle porque no teníamos dónde ensayar; cuando venía un auto, nos poníamos en la vereda y seguíamos ensayando cuando pasaba. La gente nos miraba y les gustaba”. Detalla orgullosa que hoy son “más de 300 integrantes. Para las Fiestas Patrias actuamos todos los días: en el Pequeño Cottolengo, en el Cristo Especial, en la agrupación de niños con cáncer ‘Deportistas para un Sueño’”.

Si bien reconoce que el objetivo inicial “era puro bailar”, pronto surgió una inquietud por los chicos que están complicados con la droga, con el narcotráfico. “Son soldados, que andan con balas”, afirma. Así surgió la idea de hacer algo más: “Empezamos a acoger niños, y nos centramos en los pequeños para que no se metan en la droga y para que los que están metidos salgan de eso. Es maravilloso, es mucha pega, hartas complicaciones, pero se puede. Hay padres que están muy comprometidos con lo que hacen sus hijos y, los que no cuentan con ese apoyo, nosotros los vamos ayudando”.

Gonzalo Illanes es un joven que se acaba de ordenar sacerdote y desde mayo ayuda en diversos servicios pastorales al padre Gerardo. En estos meses ha descubierto un rasgo del legüino que destaca: “Aquí la gente tiene la solidaridad a flor de piel. Juntarse a compartir un espacio chico en que vive mucha gente, genera un tipo de persona muy abierta, te enseña a compartir, a hacer la vida en común y no encerrados en su casa sin contacto con ningún vecino, y esa vida que se ve así en la población, se ve también en la comunidad parroquial”.

El párroco, por su parte, piensa que es un signo potente estar como Iglesia presente en la población. Tanto en los momentos tristes, como en los de alegría: “Todos estamos en búsqueda de la paz. Tenemos que tomar conciencia de que si no estamos unidos, no vamos a llegar a la paz”. Señala que, no obstante, que como en cualquier parte hay peleas: “Somos seres humanos y no podemos dedicarnos a la paz y a la unidad si hay pequeños conflictos. No tenemos la pretensión de sacar toda la violencia de este lugar, sino de acompañar a la gente, estar con ellos”.

Muy similar es la mirada de Fabiola: “Veo a La Legua como una gran sábana blanca con un punto pequeñísimo negro. Ese puntito destaca mucho y es complicadísimo, pero acá hay gente esforzada, profesionales, gente que lucha, que es solidaria. Podría decir que acá hay inclusión y resiliencia a cabalidad. Por eso creo que con la estigmatización vulneran los derechos de los personas y eso atrae negatividad”. Añade: “Me cuesta mucho tomar un taxi, por ejemplo, porque al decir que voy a Avenida Las Industrias, el taxista me responde: ‘Es que yo no voy para La Legua’. Y esta es una población maravillosa, con gente cariñosa y que está tratando de sobrevivir”.

Fabiola sabe que salir adelante en la población es posible: “Mi hijo es ingeniero en conectividad de redes, se casó y se cambió a La Florida. Mi hija, que ahora se va a recibir de abogada vive conmigo y su hijo. Creo que al haberse criado en La Legua demuestra que todos podemos ser profesionales, que los niñas y niños pueden, que aquí no todos van a ser delincuentes. La gente lucha por salir adelante de este estigma, de esta vulnerabilidad, para valorarse como personas”.

Fuente: Comunicaciones Santiago www.iglesiadesantiago.cl
Santiago, 30 de Septiembre, 2015
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