“Los invito a elevar el pensamiento, el corazón y la oración por las personas que sufren los efectos del terremoto que ha asolado el centro norte de nuestra patria”, dijo el cardenal Ezzati al comenzar su mensaje en el Te Deum 2015. “Desde este lugar de oración expreso cercanía y solidaridad con las familias que han perdido a un ser querido, y con todos los que han sufrido daños en sus casas, bienes y fuentes de trabajo”, indicó, para luego invitar a solidarizar con las iniciativas gubernamentales y privadas que ayuden a mitigar el dolor de las víctimas de esta tragedia.
El arzobispo reconoció la existencia de un clima de impacto por las distintas formas de corrupción y por una sociedad donde, desde los barrios más acomodados hasta las poblaciones vulnerables, existe una necesidad de mayor seguridad y menor violencia. Continuó diciendo que en estos días se ha “sentido expuesto a una crítica descalificadora, como la que muchos de los aquí presentes han experimentado”. Añadió: “Me valgo de la oportunidad para pedir perdón a quienes pueden haberse sentido ofendidos y, a la vez, vuelvo a expresar que las puertas del obispo de Santiago y de la Iglesia, están abiertas para restablecer las confianzas, limar las asperezas y ponernos en camino para superar el dolor y construir en esperanza”.
Un país para todos
El Arzobispo de Santiago reflexionó sobre lo que calificó como “una profunda crisis de esperanza y solidaridad, dos palabras y actitudes que se requieren y alimentan mutuamente”. “Hay, en algunos, desesperanza en cuanto al desenlace de nuestros conflictos presentes y en el futuro que nos espera”, explicó.
Si queremos construir un país con todos y para todos, prosiguió el arzobispo, debemos cuidar la casa común, como invita a hacerlo el Papa Francisco en su reciente encíclica “Alabado Seas”. Citando el documento afirmó que la plenitud de la persona está en la comunión y ella se basa en la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. “Gran parte de la crisis de valores y de sentido que experimentamos en nuestra patria, tiene que ver con el debilitamiento de la solidaridad y el culto a un individualismo que termina sustituyendo a Dios por el amor a sí mismo”, declaró.
A juicio del cardenal la esperanza cristiana es una virtud que se conjuga en tiempo presente, tal como lo hace una mujer que espera un hijo. Para recobrar nuestra esperanza, invitó a mirar el presente del país -ojalá desde la fe-, donde aparentemente no hayamos logrado nuestros propósitos para que, uniendo nuestras miradas, descubramos hoy, y no mañana, muchas razones para fortalecer nuestra esperanza.
Reconstruir la amistad cívica
La esperanza va de la mano de la amistad cívica, de la solidaridad, del amor, sostuvo el cardenal. Tal como lo hizo la Vicaría de la Solidaridad estamos invitados a imitar la parábola del Buen Samaritano. “Hoy es esencial aprender a ver, que no es lo mismo que mirar”, aseveró. Y así lo decimos cuando afirmamos que en nuestra sociedad los más necesitados simplemente no se ven. Quien ve, se conmueve y está dispuesto a servir, postergando y perdiendo algo de lo suyo para incluir a quien está a la orilla del camino, reflexionó. “Me permito subrayar que para alcanzar la solidaridad, que necesitamos con urgencia, tenemos que relativizar nuestras ideologías y despegarnos de nuestros títulos, poderes, prejuicios, y de todo aquello que nos impida ver a los demás” y preguntarnos “¿qué estoy dispuesto a ofrecer e incluso a perder en favor de mi hermano, de mi hermana, de mi país? Y esta pregunta, precedida de una certeza: lo que ofrezco de mi tiempo, de mis bienes, de mis iniciativas, no muere sino que se multiplica al ser ocasión de mejor vida para los demás”.
Cuidar la vida
El cardenal Ezzati aclaró que preocuparse del planeta implica cuidar de los más pobres y excluidos. Cuando esto no sucede –dijo- pasamos a la cultura del descarte: “Descarte de personas, descarte de pueblos, descarte de países”, como lo señala el Papa en su reciente encíclica. Por esta razón, “cada vida que germina o que nace es un llamado a cuidarla con el mayor esmero”. La mujer que espera un hijo sabe que no es solo de ella, sino que también de su familia y de la humanidad que, “esperanzada y solidariamente, tiene el deber de procurar los medios para un nacimiento digno, así como para el crecimiento, la educación y el pleno desarrollo de una nueva criatura”. El arzobispo fue claro al decir hay razones que, “a veces, hacen dolorosa y hasta riesgosa la espera. Lo sabe la ciencia médica, que debe responder éticamente. Lo sabe la familia, llamada a acompañar y a sostener con amor”.
Crecer en humanidad
“Hay que devolver humanidad al saludo, en el Metro y en el Transantiago, en la conducción en las calles, en las relaciones personales y comerciales, en la discusión de las leyes y también en las relaciones institucionales”. Añadió: “Y la Iglesia no está exenta. Tenemos que recobrar la humanidad de Jesús en nuestras relaciones, en nuestro discurso, en nuestros planteamientos y aprender a vivir con sencillez al interior de nuestras comunidades”.
Recuperar la confianza
Para recuperar la confianza, que es minada por relaciones humanas exitistas, el arzobispo recomendó volver al Evangelio y a sus mandatos fundamentales: amar a Dios y al prójimo como Dios nos ha amado. “En eso consiste la plenitud de la vida que comienza en esta parte de la historia. Y la plenitud no es nunca individual. Por definición ella es abierta, difusiva e inclusiva”, afirmó. “En cuanto a la falta de confianza en las instituciones y en sus representantes, sabemos que no solo tiene su origen en nuestros propios yerros, de los cuales debemos pedir perdón y enmendarnos”, sostuvo. “También es fruto de la mentalidad anti-sistémica, del individualismo reinante, como de grupos que desconocen el valor de las instituciones y que farandulizan la política y los liderazgos para complacer a una sociedad del espectáculo”. Inmediatamente hizo un llamado enfático a recuperar la dignidad de la política y a desterrar la descalificación.
Al concluir su mensaje hizo hincapié en que “tiempo es, entonces, para reconstruir las confianzas fraternas, familiares, vecinales; las confianzas políticas, religiosas, económicas y sociales. Y en este desafío debemos enrolarnos todos y todas, especialmente, quienes creemos que la persona humana y la sociedad no pueden desarrollarse sin confianza, con las puertas del hogar y del corazón cerradas a los demás”.
-
Texto completo de la homilía
- Descarga la homilía completa
aquí
La ceremonia fue transmitida, en paralelo a la televisión abierta, vía streaming en el sitio web del Arzobispado de Santiago.
-
Revive el Te Deum en video
Fuente: Comunicaciones Santiago