Por Paula Pulgar Abarzúa
Muy pequeña, Carola llegó desde Talca a vivir con sus tíos en Santiago. En la capital estudió diseño de vestuario en un liceo técnico en la comuna de San Miguel. Una vez egresada deseaba viajar a Argentina para perfeccionarse en lo que había aprendido, sin embargo, no pudo hacerlo porque no tenía dinero. Se propuso ahorrar hasta conseguir lo suficiente para especializarse, pero a los 25 años conoció el amor. Carola pololeó dos años y se casó. A los tres años de matrimonio quedó embarazada y fue entonces cuando asegura haber sentido su primer gran dolor: Perder a su hijo a los seis meses de gestación. A esto se sumó la separación de su marido, quien le confesó que se iba con otra mujer. “Asumí que nunca me amó, sufrí lo que tenía que sufrir y después de un año, lo superé”, explica. El trabajo era escaso y el dinero no le alcanzaba. Carola se fue con una pareja de amigos a trabajar en un carrito de completos. El arriendo de la pieza donde vivía ya no pudo pagarlo y a cambio de comida, pasaba sus tardes ayudándolos. Fue entonces cuando se fue a vivir con una amiga. “Ella era alcohólica y demasiado carretera, nunca estuve de acuerdo con su estilo de vida, éramos demasiado diferentes. No tenía otra opción. Si salía de ahí, la calle era mi única posibilidad”. Entre medio, otro golpe de la vida. Un cáncer terminal se llevó a su madre.
“Titubié mi primera noche en la calle”
Sin otra opción Carola tuvo que irse a la calle. En su primera noche recuerda estar acurrucada en una muralla y cubriéndose con un saco de dormir, llorando y pidiendo a Dios que la protegiera. Vio entonces cómo la angustia y la soledad la hacían sentir como una piedra. Cuando amaneció, recogió su manta y vagó por horas pensando en el sentido que debía darle su vida. No quiso volver con su padre a Talca. Después del fallecimiento de su madre, se habían distanciado. “Jamás quise regresar con mi familia. Había salido de ahí hace años y no regresaría”. Lo importante para ella era encontrar un sentido a vivir en la calle. Por horas mendigaba y el dinero que recibía lo gastaba en alimentos, muchos de los cuales después regalaba a los abuelos, alcohólicos y drogadictos que encontraba en la que ahora era su casa. “Primero me daba miedo acercarme a ellos, luego entendí que serían mi familia”, explica. En poco tiempo se dio cuenta que aunque no tuviera trabajo podía ayudar a sus compañeros en situación de calle. En Talca, su familia se enteró de su situación y la ayudaron para que ingresara a un albergue y así pudiese pasar las noches sin exponerse a los peligros de la ciudad.
Mi próximo destino: “el Hogar de Cristo”
Aunque el frío aún no se hacía sentir, Carola llegaba esporádicamente al albergue de la calle Hogar de Cristo 3812, Estación Central. Durante el día se instalaba en la calle con plásticos, formando una improvisada casa. Al paso de los meses le pareció necesario desprenderse de lo poco que tenía para llegar cada noche a pernoctar al Hogar de Cristo, sin embargo “Después de un tiempo, volvía a la calle con mi tejido a visitar a aquellos con los que compartí el calor de una fogata” cuenta Carola. Los albergues no solo se preocupan de alimentar y dar cobijo a las personas en situación de calle. A través de profesionales ayudan a recobrar las motivaciones e ilusiones a las personas que están en esta condición. “Después de cuatro meses en la calle me di cuenta que este albergue era mi casa, pero los profesionales que me acompañaron me hicieron ver que debo reinsertarme en la sociedad y desde ahí ayudar a los que más lo necesitan”. “Me siento muy agradecida de todo lo que el Hogar de Cristo y mis amigos de la calle han hecho por mí. La obra del padre Hurtado ha sido una bendición para todos nosotros”.
Situación de calle y albergues de Iglesia
El invierno es un período muy duro para quienes están en situación de calle. El año pasado 17 personas murieron producto del frío. En 2011 se realizó el segundo catastro de personas en esta condición y sus resultados señalaron que en nuestro país más de doce mil personas viven esta realidad. La mayoría de ellos (5.729 personas) están en Santiago y 979 en Valparaíso, según cifras del Ministerio de Desarrollo Social. Existen 76 albergues operativos en distintas regiones del país que entregan servicios de alojamiento, alimentación y abrigo para atender a quienes no desean abandonar la calle o que no cuentan con vivienda o recursos para enfrentar las bajas temperaturas del invierno. En la Región Metropolitana se encuentran habilitados ocho albergues en las comunas de La Granja, Santiago, San Miguel, San Bernardo, Puente Alto, Quilicura, Talagante y Recoleta. Para la directora social del Hogar de Cristo, Verónica Monroy, “Es necesario que existan programas que permitan a las personas en situación calle reinsertarse en la sociedad y entrar al mundo laboral. Por lo tanto, es fundamental apuntar al desarrollo de una política pública que reconozca las necesidades de asistencia y promoción de esta población”, sostiene. Durante los meses que Carola vivió en la calle, pudo compartir con indigentes que incluso eran profesores, personas de diferentes nacionalidades. Muchos de ellos llegan a esta situación por distinas razones; por una ruptura amorosa, porque caen en la drogadicción, porque pierden sus trabajos o su estabilidad emocional. “Es increíble conocer a estas personas y darte cuenta que todos, sin distinción de clases, podemos perderlo todo y quedarnos en la calle”, concluye emocionada.
Video: Revisa la nota sobre la visita del Arzobispo de Santiago a un albergue parroquial en el Mes de la Solidaridad
Fuente: Periódico Encuentro
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