"Un gran desafío para la Iglesia Católica en África es el diálogo interreligioso”
Nelson Mitchell Sandoval es un misionero comboniano. Oriundo de Mulchén, a los 20 años dejó la casa paterna para ir tras su llamado vocacional. Hoy tiene 43 años y desempeña en la república del Chad un servicio distinto al del imaginario común cuando se piensa en la misión en África: la formación de sacerdotes autóctonos para fortalecer la Iglesia local.
-¿Cuál es el carisma de los combonianos?
La evangelización en África. Estamos abiertos a otros servicios, pero sigue siendo el centro de nuestra misión, de acuerdo a lo que pensó el fundador, San Daniel Comboni.
-¿Cómo descubrió su vocación?
Cuando tenía 18 años, se hablaba mucho de la hambruna de Etiopía y todas esas imágenes fueron provocando este deseo de África. Luego con mi párroco nos fuimos a una experiencia de misión al campo por un poco más de una semana y al término yo sentí claramente que había un llamado, y un llamado a la misión. Después, a través de unas religiosas contacté a los combonianos y al año siguiente ingresé al seminario.
-¿Cuándo llega a África?
El 2007 me destinan al Chad, donde he estado hasta hoy, pero he pasado por distintas ciudades y servicios.
-¿Cómo es el país?
Queda en el centro de África, debajo de Libia, al lado de Sudán, Nigeria, Níger y Camerún, al sur, es frontera con Centroáfrica. Es una república laica, pero el 50% del país musulmán. Son 11 millones de habitante y es más grande que Chile como extensión. La geografía del norte es desierto del Sahara y al sur, Sabana. Al medio se produce una franja que es frontera entre uno y otra. Es una ex colonia francesa, independizada hace 50 años. Fue la menos desarrollada de todas. Pero todavía tiene un fuerte dominio francés, con presencia militar y la voz francesa se hace escuchar muy fuerte. El francés es la lengua oficial junto con el árabe, y cada tribu tiene un dialecto, al menos 100 en el país.
-¿Dónde está ahora?
En una ciudad que se llama Sarh, más o menos de 100 mil habitantes, que hace frontera con república Centroafricana. Es la tercera ciudad más importante del país, después de la capital.
-¿Cómo es?
Es ciudad porque tiene 100 mil habitantes, pero no hay edificios, hay poquitísimas calles pavimentadas y contamos con electricidad unas 3 horas al día. Casas como se conocen en Chile, son las quedaron del tiempo de la colonia; lo habitual son las chozas redondas en barro con techo de paja, aunque desde hace unos 3 años atrás la gente está construyendo cuadradas con ladrillo y techo de zinc.
-¿Qué labor realiza usted?
Yo trabajo en la frontera con Centroáfrica, donde tenemos una inmensidad de refugiados centroafricanos, hay situaciones de hambre, de violencia. Estoy en una nueva misión trabajo en el área de formación. Soy el formador de los postulantes combonianos y profesor en el seminario diocesano, el único seminario para las 8 diócesis que comprende el país.
-¿Son muchas vocaciones?
No muchas en relación a lo que está pasando en el continente africano. Hay países como el Congo, Togo, Nigeria, donde los seminarios están copados. En el Chad, no. Unos 75 alumnos.
-¿A qué se debe?El África es un continente, cada país pasa por una realidad distinta y cada sector del país también. La Iglesia Católica del Chad es la más joven del continente. Los misioneros llegaron en 1929. Entonces es una iglesia local que se está formando y que está pasando por las crisis que están pasando afuera también se viven allá y eso se vive con bastante dificultad para la constitución de esta Iglesia. Una minoría, el 12%, de la población, es católica, en un contexto islámico. Pero como es una república, eso nos da la libertad de poder vivir nuestra fe.
-¿Cuál es la rutina?
Quizá en las otras misiones donde estuve, hubo más “aventuras”, porque ahora es formación, entonces es más calmada. A las 5 de la mañana nos levantamos, misa, parroquia y traslado al seminario en bicicleta para las clases.
-¿Cómo es la formación?
Estamos tratando de crear una nueva visión de misión donde podamos usar los recursos que tenemos a nuestro alcance, que son considerablemente menos que antes, cuando había más presencia europea. Pero creo que también eso es una obra de Dios y una bendición, porque nos va a permitir buscar con la misma gente y no llegar como salvadores que van a poner toda la civilización. Nosotros, los misioneros, vamos a acompañar a esta nueva Iglesia, a esta nueva comunidad, para que pueda ir formándose y dar el relevo a los que vienen, a la Iglesia autóctona, que es la que tiene que crecer. La mejor imagen para nosotros es la de Juan Bautista, preparamos el camino para que la Iglesia local pueda tomar en manos su Iglesia.
-¿Cómo es ser parte de otra cultura?
-Mi experiencia me ha permitido ir entendiendo esta cultura. Pero inculturado no creo que esté, porque la cultura propia es muy fuerte, hemos vivido toda la vida de una forma. Lo que va pasando es que se produce un cambio, un paso, de una admiración, de una crítica, de una visión externa, a un entender, a un buscar comprender esta nueva postura y a encontrar sentido a las cosas que ellos hacen, el sentido de por qué hacen lo que hacen.
-¿Es muy difícil lograr ese paso?
Sí, porque hay muchas diferencias. Incluso la forma de hacer la liturgia, la vida, la muerte, culturas donde –hablando de mi trabajo, pastoral vocacional, formación sacerdotal- los conceptos de celibado, de familia, de solidaridad, por ejemplo, son entendidos distintos. Yo siempre voy a mirar las cosas desde mi óptica occidental, por eso cuando algo no lo encuentro o me choca, converso con mis hermanos chadianos, combonianos o diocesanos, para que me ayuden a comprenderlo y juntos analizar si va o no contra el evangelio.
-Es un reto misionero de una Iglesia en formación
Sí hubiera gente preparada en lo que yo estoy, sería el primero en decir yo no acepto este servicio. Pero es una Iglesia joven. Como combonianos forma parte de nuestro carisma la interculturalidad y nuestras comunidades siempre vamos a vivir de muchas nacionalidades. Pero hablando de una iglesia local, no; ahí estamos preparando una iglesia local para que pueda tener en manos su camino.
-¿Se siente realizado como misionero?
Yo estoy muy contento con lo que hago, y eso pasa por la personalidad: si no hay desafíos, la vida me aburre. Eso me lleva a sentirme bien, aunque sí hay muchas dificultades: climáticas, religiosas, guerras y problemas en las fronteras, países cercanos donde se aplica la ley islámica, miles de refugiados, inestabilidad política, los rebeldes que secuestran, no sólo lo que se vio en las noticias de las niñas de un colegio, sino que también sacerdotes, religiosas, familias cristianas, todas estas realidad hacen que sea un lugar bastante complicado.
-¿Problemas de seguridad?
El Chad en estos momentos está viviendo en tranquilidad y en cierto auge económico, se están construyendo caminos, en la capital se está construyendo el primer edificio y el primer mall, pero eso es un grupito. La gran mayoría sigue viviendo como ha vivido siempre, en chozas, con dificultades para estudiar, los hospitales siguen siendo muy muy primarios. Falta de todo, pero se vive una tranquilidad.
Sin embargo, esta tranquilidad se ve amenazada porque estamos en un país musulmán y hay grupos fundamentalistas que ya han entrado en el país; sabemos que se están organizando. Cuándo van a hacer el turno del Chad, no lo sabemos. Si a eso añadimos todos los refugiados entrados de Centroáfrica, los cuales mayoritariamente son musulmanes, que vienen con la rabia de ser expulsados por los cristianos. La Iglesia africana tiene un gran desafío, y en el Chad aún más, que es el del diálogo interreligioso. La capacidad de poder sentar las partes, cristianas, musulmanas, animistas, para poder entenderse y poder vivir en armonía, en paz, poder solucionar sus conflictos pacíficamente.
-¿Y de allí surge el deseo de querer formar?
Sí, además porque hay conceptos culturales que chocan. Para los musulmanes el África les pertenece y nos ven como los invasores. Todo el norte de África, hoy mayoritariamente musulmán, tiene una cultura cristiana de los orígenes, pero eso se olvidó. Todo eso es el islamismo fundamentalista. No obstante, es una situación muy compleja de analizar porque África es el continente más rico en recursos naturales y por lo mismo muy deseado por las potencias internacionales para poder hacer la explotación. Es gente guerrera, sí, pero ¿de dónde sacan las armas? Porque no pelean con flechas. ¿Quién suministra las armas?; si los rebeldes son considerados rebeldes, ¿quién los abastece? Toda esta síntesis, partiendo de mi esquema mental: latinoamericano, formado en Europa, de una congregación religiosa fundada por un italiano y trabajando en África con una cultura distinta. Yo hago toda esta interpretación cultural y social sin apartarme del bagaje que yo llevo. Lo que yo estoy diciendo no es absoluto.
-Y en ese contexto, ¿por qué es importante que exista una Iglesia local?
Porque ya no serían más considerados occidentales, extraños, sino locales. Ahora, no obstante, cuando se hace un discurso, somos nosotros los que convocamos a los diálogos por la paz. Damos el primer paso. La Iglesia organiza estas células invitando a musulmanes, a protestantes y a animistas, y ahí comienza la reflexión, donde basándonos en el Corán y en la Biblia, se habla de respeto y de hermanos, de reconciliación, perdón, paz.
Fuente: Comunicaciones Santiago