Víctor Cantuarias tiene 34 años y vive hace siete meses en el hogar Nuestra Casa, de la Fundación Gente de Calle. “Nunca había vivido esta situación de estar en la calle, yo tengo familia y tengo a mis hijos, pero lamentablemente las circunstancias de la vida y la drogadicción me hicieron llegar acá”, cuenta. Sin embargo, asegura, “aquí encontré buenas personas, y el servicio que prestan los chiquillos es bueno porque lo que más hace falta aquí es la cercanía, porque muchas veces somos discriminados por el simple hecho de estar acá”.
Se refiere a los voluntarios permanentes y ocasionales que participaron este viernes 15 de agosto en el Día del Joven Solidario 2014, jóvenes como Javier Manríquez (22), quien asegura que “uno viene con la noción de entregar, pero muchas veces termina recibiendo mucho más de lo que entrega”.
Francisca Palacios, encargada de la Pastoral de Educación Superior de la Vicaría para la Educación, explica que el Día del Joven Solidario, que ya va en su tercer año consecutivo, “se trata de celebrar la solidaridad, la idea es aproximar a los jóvenes de educación superior al mundo de la pobreza, visitando instituciones con las que tenemos vinculación constante durante el año, que trabajan con beneficiarios que creemos que están más olvidados que en la mayoría de las instituciones”, agrega.
Tras una mañana de formación en el Santuario del Padre Hurtado, a cargo de Eric Medina, y una Eucaristía de envío presidida por el P. Mariano Montero, los jóvenes partieron a misionar a diferentes locaciones.
Para Pablo Escobar (26), voluntario en la Casa de Acogida Hogar Santa Clara de Asís, que atiende a niños con VIH, un cristiano no saca nada con quedarse solamente en la parroquia, “sino que tenemos que salir, creo que esta es la mejor manera de ser una Iglesia en salida”.
En la Casa de Acogida Santa Ana, que atiende a madres e hijos que han sido víctimas de violencia intrafamiliar, y que llegan con medidas de protección, Boris Ureta (26) encontró “la oportunidad de compartir con las personas y trabajar con niños, que siento que puedo darles un momento de diversión y aportar con algo”.
Una decena de migrantes refugiados de distintas nacionalidades, junto sus hijos, se reunieron en la parroquia San Isidro, que facilitó sus dependencias para la actividad de FASIC (Fundación de Ayuda Solidaria de Iglesias Cristianas). Ahí estuvo Francisca Martínez (22), con un bigote dibujado en la cara. Y es que uno de los niños le dijo que si lo quería pintar, él la tenía que pintar también. "Mi experiencia de fe ha estado vinculada al área social, al encuentro con el hermano”, cuenta ella. “No soy de estar encerrada, creo que el encuentro con Cristo se da cuando uno se encuentra con rostros que están siendo excluidos o marginados y necesitan ese compartir", agrega.
"Para mí la periferia son las abuelitas, que necesitan mucho cariño y muchas veces la sociedad abandona”, dice Patricia Acuña (23), quien visitó el Hogar San Lázaro, de la Fundación Las Rosas. “Lo que más les gusta es que las escuchen, así que estamos la mayor parte del tiempo conversando”, agrega.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
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