“El himno del Te Deum, que resuena en la Iglesia Catedral para las grandes festividades de la nación –pronunció monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago, al comenzar su homilía–, nos convoca en este día para dar gracias a Dios por el Bicentenario del Instituto Nacional José Miguel Carrera”.
En la ocasión lo acompañaba monseñor Sergio Abad, arzobispo metropolitano de la Iglesia Católica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, la Pastora Juana Albornoz, de la Iglesia Misión Apostólica Universal, el rabino Shmuel Szteinhendler, el reverendo David Muñoz Condell, presidente de la Fraternidad Ecuménica de Chile y el reverendo Marcos Morales, Pastor Bautista, entre otras autoridades religiosas, junto a cientos de alumnos, profesores y fieles.
Fruto de las iniciativas de Fray Camilo Henríquez, Manuel de Salas y Juan Egaña, las primeras clases del Instituto nacional, literario, económico, civil y eclesiástico del Estado, fueron el 10 de agosto de 1813, pero fue clausurado durante la Reconquista, tras la derrota de Rancagua. Fue don Bernardo O’Higgins quien en 1819 lo reabrió como Instituto Nacional.
“Son pocas las instituciones en Chile que pueden celebrar dos veces efemérides centenarias”, sostuvo el Obispo, cuyo discurso se produjo tras las destacadas apariciones del Coro Internacional Tabernáculo de Cristo, interpretando el tradicional Aleluya de Haendel, y el Coro de la Catedral.
“Dicen las crónicas que a principios del siglo XIX la educación en Chile era bastante preocupante –prosiguió monseñor Contreras–, la Real Universidad de San Felipe se encontraba en decadencia, el Convictorio Carolino, en el que se educaba la elite criolla, contaba con apenas 16 inscritos. Escenario similar vivía el Seminario Conciliar. Manuel de Salas había intentado mejorar las condiciones de la educación chilena con la fundación de la Academia de San Luis. Sin embargo, ésta tampoco pasaba por buenos momentos, con tan solo 40 alumnos inscritos. Así fue como, bajo el mando de don José Miguel Carrera, nació esta genial iniciativa”.
En palabras de Fray Camilo Henríquez, recordó, el establecimiento es “un instituto capaz de dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor”.
“No es para menos que entre sus primeros alumnos se cuente a don Manuel Bulnes, don Diego Portales, don José Joaquín Pérez, y que entre ex alumnos y ex docentes reúnen a 18 presidentes de la Republica, decenas de ministros de Estado, magistrados y premios nacionales, hombres que se han dedicado a las ciencias, a las artes, al desarrollo económico y otros que han entregado su vida al servicio de la educación y de la Iglesia”, enumeró el Obispo.
Una cultura del encuentro
“Hoy nuestro país vive un momento particular, una coyuntura crítica entre muchos avances y esperanzas”, manifestó el Obispo, un tiempo desafiante que puede ser también “una oportunidad propicia para preguntarnos cuál es el rol de nuestras instituciones frente a los apremiantes desafíos que enfrentamos”, dijo.
En este sentido, llamó a construir un desarrollo humano integral, pues, aseguró, a pesar de los buenos indicadores que reflejan el desarrollo de nuestro país, “hay situaciones graves, particularmente las insostenibles desigualdades económicas y sociales que excluyen del progreso a amplios sectores de la población”, dijo, y, ciertamente, agregó, “los alumnos del Instituto Nacional deben ser conscientes de ello y aportar dentro del marco de la democracia representativa y pacífica”.
Es el “encuentro y la acogida de todos”, dijo el Obispo, “la solidaridad y la fraternidad”, los únicos que pueden hacer “a nuestra civilización verdaderamente humana”. Finalmente, expresó: “Quiera Dios concedernos que, reuniendo las diversas iniciativas en un solo reguero, logremos que la educación, que es siempre un bien público, albergue en sus aguas con igualdad de oportunidades a todos los hijos e hijas de Chile. Que Chile sea una mesa para todos”, concluyó.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago.
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