“La Iglesia Catedral, signo de la maternidad de la Iglesia Universal, ha abierto nuevamente sus puertas”, expresó el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, al comenzar su homilía de la misa de desagravio, tras las graves injurias causadas al principal templo de la ciudad.
Momentos antes, tras cinco días de reparación y limpieza, una larga procesión, que se iniciaba en los patios del recinto y de la parroquia El Sagrario, se dirigía a la Plaza de Armas, mientras se cantaban las letanías de los Santos y una multitud dentro y fuera del templo observaba con atención.
El Pastor de Santiago agradeció a todos los que manifestaron su solidaridad con la Iglesia de Santiago: a la presencia numerosa de los fieles, a los Obispos, a las autoridades presentes, al representante en Chile del Papa Francisco, a Carabineros de Chile, a las iglesias evangélicas, a la fraternidad ecuménica de Chile, a la comunidad judía y musulmana, e incluso a un “grupo de señoras que han querido enviar una torta para endulzar las horas amargas”, señaló.
“Es cierto, hemos vivido una experiencia inédita en nuestro caminar de creyentes en la Iglesia de Santiago: una fiesta se vio empañada”, dijo monseñor Ricardo Ezzati. Y agregó: “La sinrazón de la violencia ha pensado que podía torcerle el brazo a la razón y a la fe. Un trasnochado ateísmo, ha pensado que con sus gritos blasfemos podía matar a Dios. Pobres ilusos. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, pidió.
Luego esgrimió las palabras del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que en el mismo templo, en otro momento dramático de la historia nacional, proclamó: “Tenemos que matar el odio, antes que el odio mate el alma de Chile”, recordó, añadiendo que “hoy volvemos a proclamar la misma verdad, con la misma fuerza, porque la violencia es la razón de quienes no saben o no quieren usar la razón”.
El Arzobispo iluminó el hecho de que la Iglesia ha vivido siempre en medio de constantes persecuciones, pero lo ha hecho con la promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes hasta el final del mundo, no tengan miedo, yo he vencido al mundo, yo los mando como corderos en medio de lobos”.
“En algunos momentos de nuestro caminar –dijo el Pastor–, podemos experimentar que somos atribulados pero no abatidos, perplejos pero no desesperados, perseguidos pero no abandonados, derribados pero no aniquilados. Esta es nuestra fe en la victoria pascual de Cristo Jesús, la fe de quien sabe que quien conduce a la Iglesia es el Señor. Alégrense y estén contentos pues la paga que les espera en el cielo es abundante. Con el Papa Francisco levantemos también nosotros el corazón, no tengamos miedo, salgamos a todas las periferias geográficas y humanas del gran Santiago, para todos seamos un signo de la cercanía de Dios, que es un Dios que quiere a nuestra Iglesia de Santiago”.
La ceremonia de reparación continuó con la liturgia eucarística. De este modo, se embelleció el altar con flores, se ubicaron cirios, y dos mujeres embarazadas, ejemplo y negación de lo vivido, colocaron el mantel.
Acto seguido el padre Rodrigo Tupper, vicario general y moderador de la Curia, encendió los cirios del altar de Nuestra Señora del Pilar, y dos soldados hicieron lo propio en el de los Héroes de la Concepción. El procedimiento se repitió en cada uno de los altares injuriados. Después, signo de adoración y ofrecimiento, el incienso fue quemado con abundancia, y el Arzobispo de Santiago volvió a besar el altar de la Iglesia Catedral.
Fuente:
Periódico Encuentro.
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