Este viernes 5 de julio, a las 11:00 hrs. de Roma, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación de la primera encíclica del Papa Francisco “Lumen fidei”. La presentación ha corrido a cargo del cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación para los Obispos y de los arzobispos Gerhard Ludwig Müller y Rino Fisichella, respectivamente Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
Ha hablado en primer lugar el arzobispo Gerhard L. Müller explicando que en la Lumen Fidei las temáticas se dividen en cuatro partes como "cuatro cuadros de una única grande pintura".
"En la primera parte -ha dicho-, a partir de la fe de Abraham, que presenta al hombre reconociendo en la voz de Dios “una llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón ”, se pasa a la fe del pueblo de Israel. Un continuo pasaje de la “tentación de la incredulidad” y la adoración de los ídolos, “obras de las manos del hombre”, a la confesión “de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. Se llega así a la historia de Jesús, compendio de la salvación, en quien todas las líneas de la historia de Israel se unen y concentran. Con Jesús podemos decir definitivamente que “hemos conocido y creído al amor que Dios tiene por nosotros”, porque Él es “la manifestación plena de la fiabilidad de Dios”.
"En la segunda parte la encíclica pone la verdad como una cuestión que se coloca “en el centro de la fe”. La fe es un evento cognoscitivo relacionado con el conocimiento de la realidad: “sin la verdad, la fe no salva… permanece una hermosa fábula… o se reduce a un bello sentimiento”.
"La fe, -ha recordado- abriéndonos al amor que viene de Dios, transforma nuestro modo de ver las cosas “en cuanto el mismo amor trae una luz”. El amor es auténtico cuando nos une a la verdad, mientras la verdad nos atrae a ella con la fuerza del amor. “Este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que pertenece a la experiencia originaria de cada hombre”, nos es testimoniada justamente “por la concepción bíblica de la fe” y constituye uno de los énfasis más bellos e importantes de esta encíclica"...La fe nos ayuda por tanto a alcanzar en profundidad los fundamentos de la realidad. En ese sentido, se puede comprender el nivel en el cual la luz de la fe puede “iluminar los interrogativos de nuestro tiempo en cuanto a la verdad”, es decir las grandes preguntas que surgen en el corazón humano frente a la totalidad de la realidad, sea en relación a su belleza que a sus aspectos dramáticos".
Monseñor Müller ha destacado varios puntos relevantes de la encíclica. Primero, "el lugar genético de la fe, señalando esta como evento que toca íntimamente la persona, pero no cierra el “yo” en un aislado y aislante “tú a tú” con Dios. De hecho, la fe -ha dicho- “nace de un encuentro que se produce en la historia” y “se transmite… por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama".
En segundo lugar ha señalado una cita presente en la tercera parte de la encíclica, extraída de las Homilías de San León Magno: “Si la fe no es una, no es fe”. “Vivimos de hecho -ha continuado- en un “mundo” que, a pesar de sus conexiones y globalizaciones, está fragmentado y seccionado en muchos mundos, que si bien se encuentran en comunicación, se hallan con frecuencia en mutuo conflicto. Por esta razón la unidad de la fe es un bien precioso que el Santo Padre y sus hermanos obispos están llamados a testimoniar, alimentar y garantizar como primicias de una unidad que se ofrece al mundo entero como don".
Por último el prelado ha referido un pasaje de la cuarta parte de la Encíclica. "Si es verdad que la fe auténtica llena el corazón de alegría y “se ensancha la vida” —afirmación que aúna concretamente al Papa Francisco y Benedicto XVI— “la luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo” sino que nos abre “a una presencia que le acompaña, con una historia del bien que se une a toda historia de sufrimiento, para abrir en ella un resquicio de luz”.
La encíclica según monseñor Müller "quiere reafirmar de modo nuevo, que la fe en Jesucristo es un bien para el hombre y “es un bien para todos, un bien común”: “su luz no luce sólo dentro de la Iglesia, ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con esperanza”.
A continuación ha tomado la palabra el cardenal Ouellet señalando que Lumen fidei “habla de la fe como de una experiencia de comunión, de dilatación del yo y de solidaridad en el camino de la Iglesia con Cristo para la salvación de la humanidad... Objetivamente, la luz de la fe orienta el sentido de la vida, ayuda y consuela a los corazones inquietos y abandonados, pero compromete también a los creyentes para que se pongan al servicio del bien común de la humanidad a través del anuncio y la división auténtica de la gracia recibida de Dios... Subjetivamente la fe es una apertura al Amor de Cristo, un acoger, un entrar en relación que ensancha el yo a la dimensión de un nosotros que no es solamente humano, en la Iglesia, sino que es propiamente divino, esto es, una participación auténtica en el Nosotros del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”
“A partir de este “nosotros” trinitario que se prolonga en el “nosotros” eclesial, la encíclica se enlaza de forma completamente natural con el “nosotros” de la familia que es el lugar por excelencia de transmisión de la fe... Por otra parte recuerda las profundas afinidades entre la fe y el amor sin fin que se prometen el hombre y la mujer que se unen en matrimonio”. Asimismo “la encíclica da un notable contribución a la pertinencia de la fe para la vida social, para la construcción de la ciudad en la justicia y en la paz, gracias al respeto de cada persona y de su libertad, gracias a los recursos de la compasión y la reconciliación que ofrece para el consuelo de los sufrimientos y la composición de los conflictos... La tendencia a confinar a la fe en la esfera de la vida privada se confuta en tonos mesurados, pero de forma decisiva” y “muchos aspectos desarrollados en precedencia por las encíclicas sobre la caridad y la esperanza se completan con esta puesta en luz de la fe como comunión y servicio al bien común”.
“Al final -ha terminado el cardenal- la encíclica contempla a María, la figura por excelencia de la fe, aquella que ha escuchado la Palabra y la ha conservado en su corazón, la que ha seguido a Jesús y se ha dejado transformar”.
Por su parte, monseñor Fisichella retomando las palabras del Santo Padre: “El que cree ve”, ha afirmado que en esta expresión “puede resumirse la enseñanza del Papa Francisco en esta primera encíclica suya. Un texto situado en la perspectiva del binomio luz y amor. Lo que nos enseña es un camino que el Papa propone a la Iglesia para recuperar su misión en el mundo de hoy... Presentando la fe, la encíclica nos pide que fijemos de nuevo la mirada sobre lo que es esencial en la Iglesia y en cada creyente; es decir el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que en su muerte y resurrección ha revelado el amor en su plenitud y en su profundidad.... Partiendo del presupuesto de que la fe nace del amor, se articula la relación entre conocimiento de la fe y conocimiento del amor como un binomio inseparable, en el cual, de cualquier forma, el primado indiscutible es el del amor. La “luz de la fe” se resuelve en la “luz del amor”.
El arzobispo Fisichella ha señalado que Lumen fidei se publica justo a mitad del Año de la Fe y que está fechada el 29 de junio, festividad de los apóstoles Pedro y Pablo y primeros testigos de la fe de la Iglesia de Roma en la que el Papa está llamado a confirmar a los hermanos en la unidad de la fe de siempre. Asimismo he revelado que a Benedicto XVI se le había pedido repetidamente que escribiera una encíclica sobre la fe para concluir la tríada abierta con “Deus Caritas est” sobre el amor y “Spe salvi” sobre la esperanza. “El Papa -ha dicho mons. Fisichella- no estaba convencido de tener que someterse a esta ulterior fatiga. Sin embargo, la insistencia prevaleció y Benedicto XVI decidió que la habría escrito como conclusión del Año de la Fe. La historia ha querido que fuera de otra forma y la encíclica nos la ofrece hoy el Papa Francisco... como programa sobre como continuar viviendo esta experiencia que ha visto a toda la Iglesia comprometida en tantas manifestaciones significativas”.
“Hay que decir sin dudas de algún tipo - ha precisado- que aunque Lumen Fidei retome algunas intenciones y contenidos propios del magisterio de Benedicto XVI, es plenamente un texto del Papa Francisco. En ella encontramos su estilo...la inmediatez de las expresiones que usa, la riqueza de las imágenes que usa como referencia y la peculiaridad de algunas citas de autores antiguos y modernos hacen de este texto una verdadera introducción a su magisterio... Por poner un ejemplo, una lectura atenta mostrará que retornan con fuerza tres verbos ... caminar, construir, confesar. De alguna forma, podríamos decir, que la encíclica se estructura sobre estos tres verbos y especifica sus contenidos”.
En Lumen fidei, el Pontífice no olvida los dos acontecimientos que caracterizan este año: el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. “Por lo que se refiere al primer evento -ha comentado el prelado- el Papa Francisco reafirma que fue un “concilio sobre la fe”... que tenía el objetivo de poner en el centro de la vida de la Iglesia el primado de Dios y la exigencia de decirlo hoy, en una sociedad y una cultura diferentes, de forma comprensible y creíble. Por cuanto concierne al Catecismo, en cambio, la Iglesia subraya su validez como instrumento a través del cual la Iglesia cumple su obra de transmisión de la fe con la memoria viva del anuncio de Jesucristo. Hay que notar, además, que en este contexto el Papa Francisco hace hincapié en el gran valor que posee la Profesión de fe, el Credo... una oración que hace sentir la fe como un dato vivo y eficaz en la vida de los creyentes, que a menudo experimentan un analfabetismo injustificado acerca de los contenidos de la fe. En estas páginas se reafirma el profundo valor que posee el Credo, no solo para recordar la síntesis de la fe, sino sobre todo para comprender el compromiso de cambiar de vida... El que cree está llamado a vivir responsablemente en el mundo”.
“Lumen fidei - ha concluido- es una encíclica de fuerte connotación pastoral... El Papa Francisco con su sensibilidad de pastor consigue traducir muchas cuestiones de carácter estrictamente teológico en temáticas que pueden contribuir a la reflexión y a la catequesis...Ninguno tendría que tener miedo de mirar a los grandes ideales y perseguirlos. La fe y el amor son los primeros que deben proponerse. En un periodo de debilidad cultural como el nuestro, esa invitación es una provocación y un reto que no pueden dejarnos indiferentes”.
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Síntesis de la encíclica realizada por el Servicio Informativo Vaticano
Fuente: Servicio informativo vaticano