Ante las más altas autoridades del país y citando al Padre Alberto Hurtado, llamó a los chilenos a buscar los verdaderos caminos de vida y felicidad.
Texto homilía
Video de la Homilía
El Cardenal Arzobispo de Santiago comenzó su homilía destacando la hermosa tradición de Chile de iniciar las celebraciones de sus Fiestas Patrias con una Acción de Gracias a Dios. “Nuestro ánimo –dijo- busca a Dios con alegría, reconociendo la generosidad de sus bendiciones y la sabiduría de su aliento y su conducción”.
Luego destacó cuatro circunstancias que invitan a mirar hacia el futuro, “y a agradecer por los bienes más fecundos con que Dios nos ha enriquecido para plasmarlo”: pronta canonización del Padre Alberto Hurtado, el nuevo texto de la Constitución Política firmada el día anterior por el Presidente de la República, la preparación al bicentenario de nuestra Nación. “La preparación de este acontecimiento reúne a lo largo de todo Chile a incontables cristianos en fructíferos diálogos, en torno a mesas de esperanza. Por esta perspectiva, soñando el futuro de Chile, los invito a agradecer la amistad de Dios, que es el primer origen de todo bien, como asimismo los grandes tesoros espirituales que Él nos confió para construir la Patria”, señaló Monseñor Errázuriz.
La cercanía de Dios
Más adelante, el Arzobispo de Santiago profundizó sobre el sentido de esta Acción de Gracias. “¿Cómo no alabar a Dios y agradecerle de todo corazón por la fe que late en nuestra cultura, que se remonta a esa maravillosa revelación que escuchó Moisés, cuando Dios abrió su corazón y le manifestó su rostro verdadero, confidenciándole que él es ‘misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes?” (…) “También le agradecemos a Dios que haya llegado hasta nosotros el testamento espiritual de Moisés que escuchamos en la primera lectura. Con la autoridad moral que todos le reconocían le habló a su pueblo de los caminos que conducen a la felicidad. Y no queremos otra cosa. Somos buscadores de la felicidad y de la paz. Cuando Moisés nos animó a cumplir los diez mandamientos, no nos propuso unas leyes destinadas a coartar la libertad. Por el contrario, los evocó como sólido fundamento para vivir en sociedad y buscar la felicidad. Lo hizo con estas palabras: “Mira, yo pongo ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que yo te prescribo hoy, si amas al Señor tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás... Te pongo delante de la vida o la muerte, la bendición y la maldición. Escoge pues la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Dt. 30, 15ss).
Monseñor Errázuriz indicó que en nuestro tiempo son muchos los pueblos en los cuales se enfría el amor a su Dios y Señor. “Escogen otros camino, alejándose de normas tan sabias como el descanso semanal, el mandamiento de no matar, de no robar, de respetar a la familia de los demás. “La opción que pedía a Moisés vale hasta nuestros días. Nuestra libertad es interpelada a escoger la ruta de la vida y la felicidad, porque queremos avanzar con alegría por los caminos del Bicentenario”.
Caminos de vida y felicidad
Siguiendo con su reflexión, el Cardenal expresó que siempre es posible olvidar las herencias del espíritu y también dilapidarlas como el hijo pródigo. “No queremos caminos ciegos de desgracia y de muerte; sólo queremos caminos que conduzcan a la vida y a la felicidad. Y tenemos grabado en lo más profundo de nuestra conciencia que esos caminos, como lo enseña el Decálogo, pasan por el respeto a la vida. Por algo nos hemos alejado de las condenas a muerte, hemos dicho con convicción “nunca más”, y rechazamos con energía sesgar vidas inocentes e indefensas, sobre todo antes de su nacimiento, cuando son más débiles y desvalidas que nunca. La paz social depende asimismo de la satisfacción del derecho a una vida y a un trabajo dignos. Cuando las sociedades no lo satisfacen, se asoma en su vida la opresión, la violencia y el caos. La opción por la vida incluye también la honra que les debemos a nuestros padres. Vivimos en deuda con ellos por su amor y sus renuncias al darnos y cuidar nuestra vida, por habernos transmitido grandes valores, y enseñado la búsqueda y adhesión sincera a la verdad y la solidaridad”.
“Los caminos a la felicidad -agregó Mons. Errázuriz- pasan también por promover el amor, la unión y la fidelidad en la familia entre el marido, la mujer y los hijos, por rechazar toda violencia, por un trato social justo, transparente y honrado, que rechaza el robo al jubilado, al trabajador, al Estado y a quien sea, por tomar en serio la libertad de modo que su ejercicio nos dignifique, y por la alegría de vivir en una tierra en la cual son incontables los chilenos que han recibido como María, la madre de Jesús, el Padre Alberto Hurtado y tantos otros, el don de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la fuerza (Cf. Ex 20,1ss; Dt 6,5), de respetar su santo nombre, y de amar al prójimo como a nosotros mismos (Cf. Lv 19, 18; Mt 22, 34 ss; 1 Jn 4, 19)”.
Felices los misericordiosos
Destacando el testimonio de vida del Padre Alberto Hurtado, el Arzobispo de Santiago sostuvo que el futuro santo chileno supo unir magistralmente el mandamiento de amar a Dios y al prójimo, descubriendo en los pobres el rostro de Jesús Crucificado. “Los hombres y las mujeres de nuestro pueblo, sus ancianos y sus jóvenes no olvidan esta herencia de Jesucristo. Ella ha sellado nuestra hospitalidad y la solidaridad en las horas de desgracia. La proclamación hermosa del Evangelio nos la ha recordado: al atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados por el amor. En quienes aman a los afligidos se verificará aquella bienaventuranza que dice: “Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Un gran consuelo el nuestro. La bienaventuranza proclama la dicha de los misericordiosos, sin hacer depender su felicidad ni siquiera de la fe; vale también para quienes no la tienen. Felices, porque entrarán en la herencia del Reino, los que acudieron a dar pan al hambriento, bebida al sediento, acogida al forastero, vestimenta al desnudo, y el alivio de su visita a los enfermos y los encarcelados (Cf. Mt 25, 31ss).
“Por la misma razón, -añadió el Cardenal en su homilía- ¡qué gran responsabilidad la de quienes tienen en sus manos la creación y el perfeccionamiento de las teorías económicas que abrirán nuestro tercer centenario de vida como Nación, y la de quienes organizan nuestro ordenamiento jurídico! Si ellos son consecuentes con esta prioridad para todo Chile de terminar con la miseria, y si en ellos la misericordia arde como un fuego al templar sus teorías, pueden ser felices y alcanzar misericordia. Felices, por eso, los gobernantes que han luchado y los que lucharán por promover una solidaridad profunda, y con ello han logrado o lograrán acrecentar las oportunidades que necesitan los hambrientos, los enfermos, los pobres, los desempleados, los ignorantes, los alcohólicos, los drogadictos y los encarcelados”.
Felices los que practican la justicia
Por otra parte, recordando otra herencia del cristianismo y del espíritu del Padre Alberto Hurtado, Monseñor Errázuriz indicó que todas las personas tienen derecho a poseer y disponer de los bienes que necesitan para vivir dignamente, pero todo lo que es, en relación a su profesión y cultura, un lujo o un bien superfluo, tiene otro destinatario: el hermano indigente. “El P. Hurtado lo dijo con gran elocuencia: ‘Todo lo que pertenece a un orden de satisfacciones secundarias, y mucho más las de puro confort o lujo, queda subordinado al principio de que todos deben poder satisfacer sus necesidades fundamentales".
“Por eso es escandalosa la mala distribución de los ingresos y, fruto de ello, también de la riqueza, en un país como el nuestro, que ha hecho grandes progresos en salir del subdesarrollo, cuyo ingreso medio por habitante ha crecido notablemente, y cuya cultura tiene evidentes raíces cristianas. Que nos inspire la verdad que enseña el reciente Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “El destino universal de los bienes comporta un esfuerzo común dirigido a obtener para cada persona y para todos los pueblos las condiciones necesarias de un desarrollo integral, de manera que todos puedan contribuir a la promoción de un mundo más humano”. Gracias a Dios, entre nosotros son muchos los que destinan sus bienes y sus talentos a la actividad productiva y a la creación de empleos. También a ellos el Señor les retribuirá sus afanes con creces. Sin embargo, entre los acuerdos nacionales que necesita promover todo gobierno con los gremios empresariales, los economistas, los parlamentarios y las organizaciones de los trabajadores, ¿hay muchos otros que sean tan relevantes como mejorar los programas existentes, con énfasis en los educacionales, para acelerar la disminución de la brecha entre quienes reciben más ingresos y los que reciben menos?”
Felices los jóvenes
Recordando la reciente Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Colonia, Alemania, y a la que asistieron más de dos mil quinientos jóvenes chilenos, Monseñor Errázuriz pidió poner toda nuestra atención hacia los jóvenes. “Todo el entorno social, educacional y político debe estar abierto a su participación para que den curso a la generosidad de sus corazones” (…) “Quieren intervenir para darle rumbo a nuestra historia y comienzan con ser solidarios, fraternos y misioneros, mostrando así su visión de futuro del país. A ellos les pertenece el tiempo que se abrirá con la celebración del Bicentenario”.
La difícil unidad
Por último, al reiterar su gratitud a Dios por todo los bienes que la Patria ha recibido, el Cardenal Arzobispo de Santiago reconoció las dificultades en lograr la unidad de todos los chilenos. “Padre, al agradecerte por todos ellos no podemos olvidar que nos cuesta lograr la unidad, como tu Hijo pidió en la Oración Sacerdotal. Al parecer somos muy individualistas, y se nos hace difícil colaborar, tener unidad y concordia. Nos es más fácil luchar por causas propias, olvidando las causas tuyas, que son las grandes causas comunes de nuestro pueblo. Nos cuesta forjar la comunión. Aun en los grandes temas en que tenemos pareceres unánimes, tendemos a poner en primer plano lo que nos diferencia y separa. Nos ocurre en las causas políticas, en las gremiales, en las generacionales y en tantas otras; también en las religiosas. Danos, Señor, tu espíritu, tu aliento, tu fuerza y tu perseverancia en esta tarea. También a nosotros, representantes de numerosas confesiones religiosas, porque tu pueblo respiraría aliviado si el trabajo evangelizador de los grupos cristianos ocurriera sin animosidades, si rezáramos unidos, como en esta celebración de gratitud, y si colaboráramos más entre nosotros para el bien de nuestro país y de los más necesitados.
“Al agradecerte y pedirte, Señor, que nos bendigas y nos guíes para obtener los bienes que necesitamos, no hemos querido olvidar en este día festivo la razón más importante y conmovedora de nuestra gratitud. De corazón te agrademos, Señor nuestro, porque tu rostro brilla sobre nosotros, porque tu sabiduría muchas veces ha guiado a nuestras autoridades, porque tu paz ilumina nuestros corazones, y tu amor da sabor y calidez a nuestra existencia, mientras tus palabras nos enseñan los caminos que conducen a la verdad, la justicia, el perdón, la alegría, el progreso y la amistad. De corazón te agradecemos la gracia de vivir en medio de un pueblo religioso, que cree y confía en Ti, que conversa contigo en la oración, que acoge tus enseñanzas y que disfruta, ya ahora, de esa inmensa alegría que surge de sabernos llamados a la vida y a la felicidad: ya en esta tierra, pero con plenitud en el cielo”, dijo finalmente el Arzobispo de Santiago.
Fuente: DOP Santiago
Fotografías Te Deum
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