50 años de ministerio sacerdotal cumple el 8 de junio, el padre Cornelio Lemmers Van Beek, originario de Holanda, de familia muy humilde, y cuyo paso ha dejado huellas en Chile; hoy en la Diócesis de Valdivia, ejerció como párroco en Nuestra Señora de La Merced entre 2008 y 2011 y en la actualidad acompaña pastoralmente a comunidades rurales de la parroquia san José, en La Unión.
Al narrar los primeros indicios de su vocación, el padre Cornelio cuenta que “fui monaguillo y scout entusiasta con buen contacto con el sacerdote capellán. Entonces se reclutaba a los niños para el seminario al final del sexto año de la escuela primaria… y uno tenía que elegir”.
Los caminos del Espíritu lo condujeron hasta el Seminario Menor, luego al Mayor siendo ordenado junto a 15 compañeros en la Catedral de Rótterdam, de manos de Mons. Jansin Tinus. “Cristo me hizo sacerdote; el sacerdocio era un camino para hacer algo por los demás, en especial por los más pobres y que valiera la pena; el hecho que el camino no fuera fácil me atraía y sentía que ser misionero era un compromiso más grande, tenía una dimensión más social y tenía que ver con la pobreza”, precisa.
“Fue ya en el primer año del Seminario Mayor que expresé mi deseo de hacerme misionero”, recuerda, al tiempo que precisa que fue la encíclica “Fidei donum” pidiendo sacerdotes diocesanos de Europa para trabajar en países donde había menos sacerdotes y la venia de su Obispo, que determinaron su venida como misionero a Chile.
“En el Seminario Mayor hacíamos trabajo social y combinábamos el deseo de servir con actividades muy interesantes. Participar con los Traperos de Emaús en París y recibir refugiados en Berlín, antes de la construcción del muro. El ser misionero tenía un aspecto más social, también tenía que ver con un espíritu aventurero y con una autoformación de desprendimiento. Mi opción misionera se consolidó en la opción preferencial por los pobres, lo que iba a ser una constante en mi vida ministerial hasta hoy” sentencia.
Su llegada a Chile le tenía reservada múltiples experiencias que marcan su caminar con los pobres. Su trabajo en el Instituto de Educación Rural, IER, formando espiritualmente a jóvenes en Rancagua y Graneros, preparándolos para la reforma agraria; asesor de la Acción Católica Rural, ACR, en la Provincia de O’Higgins, donde trabajó en la formación de líderes en diversos pueblos de la precordillera, en 1968; párroco de Chiuchiu donde ayudó al padre Le Paige como misionero.
Su título de psicólogo obtenido en 1979 ahondó en él la convicción social que lo llevó a ser ese “pastor con olor a oveja”, como desafío el Papa Francisco a la vivencia del sacerdocio ministerial. Mientras estudiaba ejerció como Vicario cooperador en la Parroquia El Buen Pastor, en Macul, atendiendo el sector de santa Carolina; tras titularse sirvió como Vicario en el Decanato de Puente Alto y en la Vicaría de la Solidaridad en la zona Oriente de Santiago.
En 1985 retornó a Calama donde formó el Centro de Educación Popular y Apoyo Sicológico, CEPAS, una comunidad terapéutica para adictos, así se transformó en el primer director de una de las organizaciones más antiguas de la Provincia del Loa, que hoy cuenta con cuatro sedes y un equipo multidisciplinario de profesionales.
En Valdivia, en la Parroquia Nuestra Señora de La Merced, las Colonias Vacacionales para niños, las misiones, las visitas a enfermos y el reacondicionamiento de hogares dignos para los más pobres fueron su pasión; hoy, en La Unión anima a pequeñas comunidades cristianas rurales y acompaña a quienes sufren el alcoholismo y a sus familiares en el camino de la rehabilitación o de una mejor calidad de vida para sobrellevar la enfermedad.
“Vine con la idea de adaptarme y desde el principio pensé quedar toda mi vida en Chile; soy feliz por todo lo que he vivido”, expresa el P. Cornelio. Así, en el Año de la Fe, el lema sacerdotal del padre Cornelio Lemmers -que se nutre de las palabras de Jesús- “Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”, se hace patente y actual en medio de un pueblo que eleva su gratitud a Dios por un hombre simple y sencillo que ha sabido prolongar la ‘unción’ sacramental caminando en medio de su rebaño, en especial con los más pobres y oprimidos.
Por: Jovita Cerro Quintana – Periodista