Monseñor Cristián Contreras Villarroel expresa su gratitud tras manifestaciones de cariño por muerte de su mamá
GRATITUD POR LA SOLIDARIDAD Y ORACIONES EN LA MUERTE DE MI MAMÁ
MARÍA LIDIA VILLARROEL DUCROS DE CONTRERAS
(19 de junio de 1934 – 22 de mayo de 2013)
Queridos hermanos obispos, sacerdotes, religiosas, familias, amigas y amigos:
Gracias infinitas por sus palabras llenas de solidaridad, de fe y de esperanza cristianas. Mi papá Enrique, mis hermanos Patricio Javier, Marcelo Joaquín y María Cecilia y sus queridas familias, estamos muy agradecidos por tantas expresiones de condolencias por el fallecimiento de nuestra mamá.
Estoy enormemente triste. Me consuela la fe en la resurrección de Nuestro Señor. Y no me canso de expresar: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”.
La Virgen Santísima y los santos y santas de nuestra Iglesia han sido nuestro consuelo, como ustedes con su presencia, cercanía y, especialmente, por la seguridad de sus oraciones. Gracias a mi Dios por el misterio de la “comunión de los santos”, de los bautizados, de ustedes.
Gracias a mi arzobispo don Ricardo Ezzati por su cercanía y presencia paterna -en medio de sus tantas preocupaciones y compromisos- en la velación y en la Santa Misa, dándonos su bendición.
Gracias al cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien también nos acompañó con su presencia en la velación, en la Santa Misa de exequias y en el entierro.
Gracias a los hermanos obispos Horacio Valenzuela, Juan Ignacio González y Pedro Ossandón, y a los tantos hermanos sacerdotes, diáconos y seminaristas que concelebraron la Santa Misa.
Gracias a quienes se unieron espiritualmente con un llamado telefónico, con un correo electrónico, con un mensaje de texto. Gracias a quienes de diversos continentes y países me escribieron o llamaron por teléfono. Gracias a la comunidad parroquial de La Natividad del Señor y a su párroco y amigo, presbítero Luis Peña.
Gracias al bálsamo de Dios que han sido las Hermanitas del Cordero, a mis hermanas Carmelitas y tantas religiosas y consagradas queridas, todas testigos con su vida de Cristo resucitado.
Gracias a San Pablo, apóstol de los gentiles. Su afirmación es elocuente y sin anestesia para remecer y renovar nuestra fe, esperanza y caridad: “Si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más desgraciados de todos los hombres!”.
Dios es buen pagador. Al Padre Dios le envío la cuenta de tantas gratitudes. Él les retribuirá como sabe hacerlo. Nos han consolado las palabras de San Juan en el Apocalipsis: “No habrá luto ni llanto”; y las del Señor: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”.
* * *
Madrecita querida, a quien llamaba todos los días por teléfono para un saludo filial a la hora del almuerzo y de la cena, a quien visitaba domingo a domingo para el almuerzo familiar, a quien llamaba para que me recibiera en su casa, en medio de la semana, cuando estaba cansado y necesitaba el afecto y cariño de ella y de mi papá… a ella y a mi papá estas lágrimas de amor. ¡Oh, mi Dios, cuánto la extrañé ayer en el primer domingo sin su presencia!
San Pablo dice a los Corintios que también les había escrito “entre lágrimas”. Eso me consuela. Les comparto lo que expresa con tanta elocuencia el poeta León Felipe y que me ayudó en la homilía:
LA ESPADA
En el principio creó Dios la luz... y la sombra.
Dijo Dios: Haya luz
y hubo luz.
Y vio que la luz era buena.
Pero la sombra estaba allí.
Entonces creó al hombre.
Y le dio la espada del llanto para matar la sombra.
La vida es una lucha entre las sombras y mi llanto.
Vendrán hombres sin lágrimas...
pero hoy la lágrima es mi espada.
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
www.iglesiadesantiago.cl