En solemne celebración de los 450 años de la Arquidiócesis se dio inicio a VII Sínodo de la Iglesia de Concepción
La celebración fue presidida por monseñor Fernando Chomali, quien en su homilía agradeció la asistencia de sus hermanos obispos (Monseñor Antonio Moreno, arzobispo emérito; Monseñor Carlos Pellegrin de Chillán, Monseñor Tomislav Koljatic de Linares; Monseñor Pedro Ossandón, Obispo Auxiliar de Santiago y Monseñor René Rebolledo Salinas de Osorno); de los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y de los numerosos los laicos. “Son 450 años de vida eclesial y al cumplirlos, nos hemos reunido para dar gracias a Dios y al enorme trabajo de todos, quienes han dado lo mejor de sí, para dar a conocer el evangelio”.
Señaló, además: “Cuántas cosas han pasado en 450 años. Sólo Dios las sabe. La Iglesia de Concepción se caracterizó y se caracteriza por su preocupación por los más pobres, por los desvalidos y los necesitados, por los otros cristos. La Iglesia también estuvo y estará presente en aquellos han visto violentados sus derechos humanos, encontrando consuelo y ayuda efectiva”.
Dijo que la celebración coincidía con la apertura del nuevo Sínodo Arquidiocesano. “Queremos escuchar, queremos escucharlos, queremos escucharnos; queremos saber cómo avanzamos con la tarea que Jesucristo nos dio. Con este sínodo queremos abrirle las puertas para que nos ayude a ser fieles, ser más santos, ser más apostólicos, a ser más misericordiosos y todos, como Iglesia, a ser más fraternos, a vivir más en la verdad, en definitiva, a vivir más en Cristo”.
Monseñor Chomali hizo un llamado a trabajar por el futuro de la Iglesia. “Les pido a todos, humildemente, con firmeza, a que nos ayuden a discernir qué es lo mejor para la Iglesia del Siglo XXI, a cómo poder anunciar el Evangelio en este contexto, a discernir qué quiere Dios de nosotros y cómo realizar su voluntad, cómo vivir con mayor profundidad “Hágase en mí su voluntad”, para construir la Iglesia del Señor, a la medida del Señor y no a nuestra medida, porque el mundo necesita mucho amor”.
Expresó que el Sínodo recoge la historia desde el presente y mira al futuro con los ojos de fe. “Con los ojos que nos regala el Señor. Ayudémonos mutuamente a abrir las puertas y ventanas de par en par al Señor, en este tiempo (…) Un católico que deja de rezar deja de ser católico; una comunidad que deja de rezar, deja de ser católica. La oración es el fundamento de donde parte toda acción apostólica, pero no de cualquier oración, sino una oración en un mismo espíritu. A eso debemos llegar a conformar nuestra vida en un mismo espíritu, el espíritu del Señor que nos hará verdaderamente hermanos, porque nuestros lazos emergen de la sangre de Cristo. Por eso, nuestra fraternidad no es optativa, sino teológica. ¡Qué responsabilidad tenemos! En esta tarea, María, tiene sin duda, una gran misión”, subrayó.
Animó a los presentes a trabajar para que “la Iglesia tiene que brillar por su amor, que todo lo espera, que es paciente, que no tiene cuenta del mal. La Iglesia ha de ser luz y guía en el amor; ha de ser comprensiva y misericordiosa; el amor real al hombre concreto, al hombre que lo necesita hoy, preocupado de los demás, como María en las Bodas de Caná”.
Invitó a mirar la realidad, a la luz del Evangelio, porque “la fiesta está aguada; a la fiesta le falta vino: hay incomprensiones en nuestro propio corazón, en nuestra familia, en la sociedad. Hay odio, hay violencia, hay injustica; nos falta solidaridad; hay pobreza, hay inequidad. A la vida le falta que miremos a Jesús; le falta volver al banquete original. Para ello, hemos de mirar a María que nos muestra el camino: “Hagan lo que Él les diga”, porque sin Él no haremos nada”.
Finalmente sostuvo que “hoy es un gran día, porque nos hemos reunido de tantas y diferentes comunidades en torno a un solo Pastor, en torno a una sola fe; a un solo Dios y Padre, a una sola Liturgia. Sin duda, que recogemos los frutos de estos 450 años, uno por uno, con la ayuda de Dios para impulsar la Iglesia hacia el futuro con fe, esperanza y amor en nuestra comunidades y capillas, en las parroquias, en los colegios, en los movimientos, en la Universidad, para que reluzca la santidad de Jesucristo, como el único Señor, Aquel que da la vida y la da en abundancia”.
En momentos importantes de la celebración se dio lectura al decreto de apertura del VII Sínodo y los 66 miembros de la Asamblea Sinodal hicieron su profesión de fe. En la presentación de los dones, junto al Pan y Vino se hizo entrega de una imagen con los rostros de personas que prestaron un largo servicio a la Iglesia. La liturgia concluyó con la lectura colectiva de la oración sinodal preparada especialmente para esta oportunidad.
Fuente: Comunicaciones Concepción