El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo
El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo

“El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la solemnidad de Pentecostés en que la Iglesia revive la efusión del Espíritu Santo”, explicó el Papa a las 75 mil personas presentes en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general de los miércoles.

Después de dar la vuelta en automóvil a la Plaza y saludar a los diversos grupos de fieles, el Papa ha comenzado su catequesis dedicada a la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo.

“En el Credo profesamos con fe: 'Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida'. La primera verdad que aseveramos es que el Espíritu Santo es “Kyrios”, es decir Señor. Esto significa que es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo . Pero quisiera hablar sobre todo del hecho de que es también la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros”, dijo el Papa.

El Papa destacó que “El hombre de todos los tiempos y todos los lugares desea una vida plena y hermosa ...una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El ser humano es como un viandante que, cruzando los desiertos de la vida, tiene sed de agua viva, y fresca, capaz de saciar su profundo deseo de luz, amor, belleza y paz. !Todos sentimos ese deseo! Y Jesús ha venido a darnos ese "agua viva" que es el Espíritu Santo que procede del Padre y que derrama en nuestros corazones. He venido para que tengan vida y la tengan abundante”, dice Jesús”.

Cristo ha venido a darnos el agua viva que es el Espíritu Santo “para que nuestra vida esté guiada por Dios..Por eso cuando decimos que el cristiano es un ser espiritual, queremos decir que es una persona que piensa y actúa de acuerdo con Dios, según el Espíritu Santo. Sabemos que el agua es esencial para la vida, sin agua morimos, el agua apaga la sed, lava, hace que la tierra sea fértil...El “agua viva", el Espíritu Santo, don del Resucitado que viene a morar en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma, porque nos hace partícipes de la misma vida de Dios, que es amor.”.

El apóstol Pablo, ha señalado el Obispo de Roma afirma que la vida de los cristianos “está animada por el Espíritu y rica de sus frutos que son “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí". El Espíritu mismo, junto con nuestro espíritu, atestigua que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él. Este es el precioso don que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de hijos verdaderos, una relación de libertad y confianza en el amor y la misericordia de Dios, que tiene como efecto también un nueva mirada a los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los que hay que amar y respetar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo”.

“Por eso - ha concluido- el agua viva que es el Espíritu Santo apaga la sed de nuestra vidas porque nos dice que Dios nos ama como hijos, que podemos amarlo como hijos suyos y que por su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús”.

“Los arribistas hacen daño grande a la Iglesia"

"Los hombres y mujeres de Iglesia que son arribistas, escaladores, que "usan" el pueblo, la Iglesia, los hermanos y hermanas - a los que deberían servir- como trampolín para sus propios intereses y ambiciones personales, hacen un daño grande a la Iglesia". Esto es lo que afirmó el Papa Francisco en su discurso a las participantes en la Asamblea General de la Unión Internacional de Superioras Generales, recibidas en audiencia esta mañana.

El Pontífice habló a las religiosas de obediencia, pobreza y castidad: "Obediencia como escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu Santo refrendada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pase también a través de la mediación humana". Pobreza que "enseña la solidaridad, el compartir y la caridad, y que también se expresa en una sobriedad y alegría de lo esencial, que pone en guardia ante los ídolos materiales que ofuscan el autentico sentido de la vida. Pobreza que se aprende con los humildes, los pobres, los enfermos y todos los que están en los suburbios existenciales de la vida. La pobreza teórica no nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, los pobres, los enfermos, los niños."

"Y después, la castidad como carisma precioso, que ensancha la libertad del don a Dios y a los demás, con la ternura, la misericordia, la cercanía de Cristo. La castidad por el Reino de los Cielos muestra cómo la afectividad tiene su lugar en la libertad madura y se convierte en un signo del mundo futuro, para hacer resplandecer siempre el primado de Dios. Pero por favor, una castidad "fecunda", una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, debe ser madre ¡y no una "solterona"! Disculpadme si hablo así, pero es importante esta maternidad de la vida consagrada, ¡esta fecundidad! Esta alegría de la fecundidad espiritual anime vuestra existencia, sed madres, como figura de María Madre y de la Iglesia Madre. No se puede entender a María sin su maternidad, no se puede entender a la Iglesia sin su maternidad y vosotras sois iconos de María y de la Iglesia."

Fuente: Servicio Informativo Vaticano
Vaticano, 08 de Mayo, 2013
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