A continuación, la declaración de la presidencia de la CLAR

1. Interpreta su origen latinoamericano como reconocimiento al camino hecho por la Iglesia en América Latina y el Caribe y al valor de la periferia en la construcción de la unidad eclesial; y como una entrada de aire nuevo que oxigenará el empeño de la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

2. Se alegra por su condición de religioso jesuita porque reconfirma la actualidad del seguimiento del Maestro a través de una pobreza asumida como solidaridad con los pobres, de una obediencia entendida como discernimiento para la misión y de una castidad vivida como amor en celibato, y porque reconoce el evangélico aporte hecho por San Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús, desde su fundación en 1540, a la llegada del Reino.

3. Lee su nombre de Francisco como una evocación de la sencillez, la minoridad, el amor por los pobres y el pedido de la renovación de la Iglesia de Francisco de Asís, y del celo misionero de Francisco Javier; y como un llamado a ir a los más lejanos, missio ad gentes, y a acercarse a los más alejados, missio inter gentes.

4. Ve su experiencia de formador, de superior provincial y de pastor, su cercanía a los jóvenes y a los párrocos, en especial los curas “villeros”, su amor por los pobres y su voz profética, su estilo de vida sencillo, como un llamado a simplificar nuestro estilo de vida y de acción y presagio de una Iglesia renovada y resignificativa.

5. Desea asumir este kairós, a la luz del Horizonte Inspirador –Plan Global del trienio 2012 – 2015, actualizando el Icono de Betania: casa de encuentro, comunidad de amor y corazón de humanidad, con la promoción y acompañamiento de comunidades nuevas de Vida Religiosa, por medio de la escucha, el dialogo y la comunión eclesial, para el reencanto de la fe y la vocación.

6. Se compromete a dar eco permanente a la petición del Papa Francisco de ser acompañado con la oración del pueblo de Dios.

Movidos por este acontecimiento eclesial y deseosos de dar nuestro aporte a los tiempos nuevos que van despuntando, pedimos a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América, que nos ayude a agudizar el oído ante los gritos de los sujetos emergentes y a ampliar la mirada ante los nuevos escenarios, y a sembrar semillas de alternativas de compasión ante la pobreza, de armonía con la creación, de reflexión teológica más alegre y liberadora, de profecía de la intercongregacionalidad, del reconocimiento de nuestros carismas en los laicos, de comunión eclesial con nuestros pastores. Deseamos que ella nos contagie su esperanza, para seguir confiando en la fuerza de la pequeñez, y nos siga mostrando el camino de la escucha atenta a Dios, ¡donde la vida clama!

Fuente: CONFERRE