Mons. Juan Ignacio González: “Una verdadera amistad cívica, capaz de hacer que nos comprendamos, respetemos y apreciemos como personas”
Mons. Juan Ignacio González: “Una verdadera amistad cívica, capaz de hacer que nos comprendamos, respetemos y apreciemos como personas”

Estas fueron las palabras del Obispo de San Bernardo a las autoridades civiles y militares, durante la celebración de la solemne Misa y Te Deum, este 18 de septiembre, en la Iglesia Catedral.

La ceremonia litúrgica contó con la presencia de las máximas autoridades de la Provincia del Maipo, tanto civiles, como representantes de las Fuerzas Armadas y comunidades parroquiales.

En su homilía el Obispo de San Bernardo abordó diferentes temas del acontecer nacional como: la educación, la familia, la caridad, libertad religiosa.

La desarticulación de la Familia, origen de los males

La grave falla que atraviesa el territorio moral de la nación, como aquellas que de tanto en tanto despedazan nuestra loca geografía, es la desarticulación de la familia como el centro moral y privilegiado lugar social donde se trasmiten la fe, las tradiciones y las virtudes cívicas y morales. En los últimos cincuenta años hemos ¡do de tumbo en tumbo destruyendo los fundamentos de la familia asentada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, hasta llegar a plantear, en un futuro muy próximo, la posibilidad de la unión matrimonial entre personas del mismos sexo, lo cual es contrarios a la esencia misma de la naturaleza humana. Hemos establecido un sistema social y legal en que el matrimonio ha perdido su lugar central y es entre nosotros una institución completamente desprestigiada e infravalorada por nuestras leyes. Allí están las cifras para probarlo y la débil constitución de la familia chilena para corroborarlo. Creo oportuno, una vez más, repetir lo que el Beato Papa Juan Pablo II nos enseñó en Rodelillo, hace ya casi treinta años: "En un mundo en que tantas veces vemos un amor falsificado y contrahecho de mil maneras, la Iglesia considera como uno de los deberes más apreciados y urgentes para la salvación del mundo, el "testimonio de inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial" (Familiaris consorcio, 20). El amor va unido intrínsecamente a la vida, se orienta hacia la vida. Por esto la familia es "íntima comunidad de vida y de amor" (Gaudium et spes, 48; Familiaris consortio, 17). Cuando el amor conyugal es auténtico, se constituye en imitación del amor de Cristo que "amó hasta el extremo" (Jn. 13, 1). Frente a una "mentalidad contra la vida (Familiaris consortio, 30), que quiere conculcarla desde sus albores, en el seno materno, vosotros, esposos y esposas cristianos, - decía entonces el Papa - promoved siempre la vida, defendedla contra toda insidia, respetadla y hacedla respetar en todo momento. Sólo de este respeto a la vida en la intimidad familiar, se podrá pasar a la construcción de una sociedad inspirada en el amor y basada en la justicia y en la paz entre todos los pueblos.(Juan Pablo II, Rodelillo, 1987)

Una educación que ha olvidado las virtudes

Entre los elementos que han corroído nuestra familia esta una educación pública y privada que ha rehuido todo lo valorico y ético, para transformarse en una transferencia científica y casi mecánica de conocimientos y que en muchos casos, ha destruido los fundamentos mismos del orden familiar. Basta leer las propuestas de educación en los temas de afectividad y sexualidad para nuestros jóvenes para explicarse el colapso que vivimos. Más de un 60% de nuestros niños nacen de padres que no tienen un vínculo estable entre ellos y el embarazo adolescente es una realidad que a todos preocupa, pero al cual no se ponen los remedios verdaderos, creyendo que con soluciones materiales superaremos las dificultades morales. Agreguemos a eso una televisión que ha perdido el norte en la búsqueda de la ganancia fácil y que conduce a una frivolidad e inmoralidad que crea un estilo que ya forma parte de la vida de muchos jóvenes y adultos. En el curso de este año se ha acentuado este proceso en nuestra televisión, sin que nadie se atreva a levantar la voz para protestar y hacer ver los efectos dañinos que se siguen de esta lamentable degradación.

Apoyar materialmente a los más necesitados no es suficiente

Hemos construido toda una red de apoyo estatal y privado a los más necesitados - esencial, sin duda - que no siempre tiene en cuenta el verdadero bien de la familia y que, dando alguna solución a los problemas del momento, no entra a las causas de las dificultades y va engendrando para el futuro problemas más complejos. La políticas familiares sobre natalidad, férreamente aplicada por el Estado desde la década del 1960, nos muestran hoy, ya con el grito en el cielo de muchos estudiosos, que el país no crece, que somos pocos y que en un futuro muy cercano seremos una nación de viejos, con todas las consecuencias políticas, sociales, económicas y de seguridad que ellos implica.

Pero hay que ir al fondo: el abandono de Dios

Pero vayamos más al fondo, ¿Por qué la familia ha sido tan gravemente golpeada entre nosotros? ¿Cuál es la razón de su desprestigio y su abandono por nuestra juventud? como lo muestran las estadísticas y los corrobora la realidad.

Desde diversas instancias y con una insistencia permanente hemos comprobado que se ha introducido un concepto de laicidad que es contraria a la necesaria concordia, cooperación y colaboración que siempre debe existir entre las comunidades religiosas y el Estado.

Más aun, el intento de arrinconar a Dios en la esquina de las sacristías e Iglesias, o a lo más en el ámbito familiar, buscando establecer una sociedad donde Dios es ajeno, es la gran causa de todas las dificultades que padecemos. Aceptar a Dios y su amorosas exigencia, queridos hermanos, pasa por una gran humildad y por el abandono de las ideologías, que entre nosotros está aún lejos de producirse y que tanta dificultades nos han provocado. Ausente Dios de la vida social, económica y política, ajeno en la familia y en la vida pública, se comienza a vivir en la penumbra y luego en la oscuridad, donde nadie distingue al hermano, ni sirve al débil sino que procurar su propia satisfacción, sin importar lo que a otros ocurra. En el fondo, se pierde en sentido de la caridad y la solidaridad, para quedarse sólo con una aparente justicia. Pero sabemos que la sociedad necesita de la caridad - de amor al prójimo - para que pueda desarrollarse plenamente la justicia. Una verdadera amistad cívica, capaz de hacer que nos comprendamos, respetemos y apreciemos como personas dotada de dignidad y de derechos innatos no nacen sólo de un pacto social o político, sino de una concepción del hombre y la mujer, cuyo fundamentos no es otro que el cristianismo y por ello del reconocimiento de Dios en la vida personal y social.

No es suficiente perfeccionar los sistemas políticos y las estructuras democráticas para que avenga el progreso y el respeto a la dignidad de toda persona. Es necesaria una verdadera conversión, una transformación, que partiendo en la vida personal de cada uno, especialmente de quienes son nuestras autoridades de diverso orden, luego llega, por la vía del ejemplo y del servicio desinteresado, a todos y eleva el nivel moral de la sociedad.

El respeto a la libertad religiosa

¿Qué sucede en una sociedad cuando el orden social comienza a transgredir la ley de Dios?; cuando por el juego de las mayorías democráticas se aprueban leyes y se aplican políticas públicas que son contrarias a la esencia mismas de la naturaleza humana? Se pasa a llevar la más esencial de las libertades, la libertad religiosa, "que compete a las personas individualmente consideradas ( y que ) ha de serles reconocida también cuando actúan en común. Porque las comunidades religiosas son exigidas por la naturaleza social tanto del hombre como de la religión misma. A estas comunidades, con tal que no se violen las justas exigencias del orden público, se les debe, por derecho, la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sostenerles mediante la doctrina, así como para promover instituciones en las que colaboren sus miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos. (...) Las comunidades religiosas tienen también el derecho a no ser impedidas de enseñar y testimoniar públicamente su fe de palabra y por escrito, pero en la divulgación de la fe religiosa y en la introducción de costumbres hay que abstenerse siempre de cualquier clase de actos que puedan tener sabor a coacción o persuasión injusta o menos recta, sobre todo cuando se trata de personas rudas o necesitadas. Tal comportamiento debe considerarse como abuso del derecho propio y lesión del derecho ajeno.(Concilio Vat. II DH 4)

El Papa Benedicto XVI ha recordado recientemente en el Líbano que hoy enfrentamos dos nuevas realidades nuevas: el secularismo, con sus formas a veces extremas, y el fundamentalismo violento que reivindica un origen religioso. La sana laicidad implica distinción y colaboración entre política y religión en el mutuo respeto, y garantiza a la política operar sin instrumentalizar la religión, y a la religión vivir sin los estorbos de los intereses políticos. El fundamentalismo religioso - que crece en el clima de incertidumbre socio-política, gracias a las manipulaciones de algunos y la insuficiente comprensión de la religión por parte de otros - quiere tomar el poder, a veces con violencia, sobre la conciencia de la gente y sobre la religión, por razones políticas.

Reaccionar a tiempo, lo propio de la autoridad

Resumamos brevemente, antes de terminar: La grave crisis de valores y virtudes que hoy afecta a Chile y a otras naciones viene de la destrucción sistemática de los fundamentos de la familia fundada en el matrimonio y esta incapacidad de comprender el sentido verdadero de la familia se explica por la sistemática ausencia de Dios en nuestra vida personal, social y publica.

Corregir los errores cometidos por décadas y deshacer los caminos equivocados seguidos, es una de las pruebas de la fortaleza moral de una nación y sus gentes y especialmente de sus gobernantes. No basta administrar el Estado, es necesario la reforma moral del mismo. Hacerlo exige un titánico esfuerzo de análisis que debe aunar a todas las fuerzas vivas de la patria y a la vez comprender que una nación es una comunidad de destino y que lo que se espera de todos y particularmente de los servidores públicos, es servir desinteresadamente a esa comunidad.

Volvamos nuestro ojos humildes al Dios de todo consuelo y al agradecerle los dones con que nos ha dotado, pidamos perdón por nuestro errores, nuestras descalificaciones, nuestro buscar los propios intereses por sobre los de nuestro hermanos y hagamos, una vez más, el propósito de servir a esta Patria amada, mirando sólo y exclusivamente su bien y el de sus hijos, especialmente los más desposeídos, los abandonados y desafortunados.Señaló el Prelado de San Bernardo en su homilía.

Al final de la Eucaristía se entonó el tradicional Te Deum, luego las autoridades de la Provincia del Maipo junto a Mons. Juan Ignacio se trasladaron a la cripta de la Catedral, donde se encuentran los restos de Don Domingo Eyzaguirre y de 7 veteranos de la Guerra del Pacifico, el Sr. Obispo rezó un responso por el eterno descanso de sus almas, momento de gran emoción para todos los presentes por este homenaje que se le rindió a estos héroes patrios.

El Te Deum 2012 de la Diócesis de San Bernardo culminó con la interpretación de la Canción Nacional entonada por todos los asistentes a la ceremonia.

- Texto completo de la homilía

- Escuchar Homilia Te Deum en Catedral

Fuente: Comunicaciones San Bernardo
San Bernardo, 18 de Septiembre, 2012
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