Se realizó noveno Te Deum Ecuménico en Catedral de Valparaíso
Se realizó noveno Te Deum Ecuménico en Catedral de Valparaíso

Un recorrido por los principales acontecimientos que marcaron la vida de nuestro país, realizó en su Homilía para el Te Deum Ecuménico, el Obispo de Valparaíso, Monseñor Gonzalo Duarte, que por noveno año consecutivo contó con la presencia de pastores, pastoras y representantes de diversas Iglesias y Comunidades Cristianas hermanas.

“Nos reunimos para agradecer a Dios por tantos bienes que nos ha prodigado durante este año. También para pedirle con insistencia al Señor de la vida que ilumine nuestro caminar como nación. Trabajemos incansablemente para hacer de Chile la tierra buena a la que alude el Evangelio, en la que sean abundantes los frutos de caridad y de justicia, y en donde todos seamos capaces de reconocer en el prójimo una persona a quien amar y servir” señaló el obispo.

“El Evangelio de Jesucristo y la fe que despierta en nosotros permite contemplar la historia con el ‘realismo de la esperanza’, buscando descubrir en los acontecimientos presentes, también en los dolorosos y desconcertantes, la presencia viva y eficaz del ‘Sembrador’”, señaló en su homilía Mons. Duarte.

“Un signo preocupante de estos cambios es el descrédito y desconfianza en el que han caído diversas instituciones, entre ellas la misma Iglesia. Por razones, muchas veces justas, existe un descontento creciente en las formas como varias instancias de la comunidad nacional han actuado y actúan. Esto, que tiene un ‘rostro’ preocupante devela, al mismo tiempo, un valor: para la comunidad nacional lo que hagan los actores sociales, especialmente quienes se les ha confiado una responsabilidad, tiene relevancia y por ello se les exige rigor”.

“Como Iglesia, en particular, reiteramos nuestra petición de perdón por las dolorosas fallas que hemos cometido y que han suscitado esa desconfianza, y manifestamos nuestra decidida voluntad de cambio. Las medidas que ya hemos adoptado y seguiremos adoptando buscan superar nuestras faltas y vivir nuestra misión con renovada fidelidad al Señor”.

“En este contexto, las movilizaciones son un síntoma que pone al descubierto situaciones aún no resueltas. Estas expresiones populares protagonizadas por diferentes actores sociales nos cuestionan con reivindicaciones, muchas de ellas justas, exigiéndonos acoger sus demandas, empatizar con sus inquietudes, revisar nuestras maneras de proceder. Este acontecimiento no puede dejarnos indiferentes”.

“Hemos de reconocer que en las expresiones populares antes descritas hay una queja más profunda que tiene que ver con un vacío existencial y con una sociedad que no se ha preocupado de cuidar adecuadamente su tierra”.

“Paulatinamente madura en la conciencia nacional un principio cristiano esencial: el respeto irrestricto por la dignidad de toda persona humana. Este año, con dolor, hemos sido testigos de injustas discriminaciones, ajenas absolutamente al Evangelio, que develan que muchos de nuestros esfuerzos han caído al borde del camino sin dar frutos (cf. Lc 8, 5). Pero, al mismo tiempo, estos hechos nos ayudan a revisar nuestras formas y maneras de trato para que en ellos jamás pasemos a llevar la dignidad de ninguna persona”.

“El ‘nosotros’ es parte distintiva de nuestra fe cristiana. Por ello hacemos una opción prioritaria por resguardar el bien común, reconociendo que este último no puede ser reducido a un materialismo galopante que lo transforma en cifras, escondiendo en ellas el flagelo de la marginación. Este último fenómeno, que tiene múltiples nuevas formas, a veces es ensombrecido por el sostenido desarrollo y por los indicadores económicos positivos. Hermanos ¿Cuántas personas teniendo casa, comida y educación no son dignificados, están solos, olvidados, están excluidos? Esa nueva pobreza debe provocarnos a trabajar en comunión para que nada de lo humano sea soslayado en el proceso de desarrollo que estamos haciendo como país. Hoy los nuevos pobres tienen otro rostro: ancianos, pueblos originarios, diversas minorías, los abandonados, las mujeres solas, entre muchos. A ellos nos debemos y por ellos hemos de trabajar sin sosiego “mientras haya un dolor que mitigar” (San Alberto Hurtado)”.

“Pero el bien común también nos exige preocuparnos con celo por erradicar la pobreza material. Si bien hay signos de que ésta disminuye, lo que indica que el esfuerzo que han hecho nuestras autoridades a través de los años va rindiendo fruto, son muchos los que hoy viven en situación de indignidad”.

“Unido a lo anterior, el Evangelio una y otra vez nos evidencia el valor de la austeridad y sencillez de vida. Para quienes no vivimos en situación de pobreza resulta un imperativo moral de vida sembrar en la buena tierra que queremos que sea el corazón de nuestra patria, en las presentes y futuras generaciones, el aprecio por la sobriedad de vida. Este anhelo del que estamos llamados a ocuparnos todos supone que tengamos claro el orden de las prioridades y una auténtica sencillez de corazón”.

“La vida de Cristo y su predicación del Reino está en íntima relación con la creación. El medio ambiente, y el cuidado responsable del mismo, no resulta algo ajeno para los cristianos sino, muy por el contrario, es una provocación de Dios para cuidarlo con esmero y decidido esfuerzo”.

“Nuestra primera misión es servir al mundo anunciando el Misterio de Dios que conlleva la plenitud de lo humano (cf. GS 41). Esta misión no siempre es comprendida. Anunciar el Evangelio, en efecto, es un desafío profético que nos obliga, por fidelidad, a ser testigos de la verdad que a veces es incomoda e impopular. Una y otra vez, proclamamos la verdad del amor humano, el carácter nuclear del matrimonio entre un hombre y una mujer, la centralidad de la familia y la importancia de que ellas estén abiertas a la vida. En este sentido, no deja de ser especialmente preocupante, al mirar hacia el futuro, el impacto que está teniendo sobre la calidad de vida y las relaciones al interior de la familia, el tipo de desarrollo que estamos llevando adelante y que no pocas veces se manifiesta en situaciones de crisis y aun de violencia intrafamiliar”.

“Nuestra sociedad va mostrando rasgos de pluralismo del todo novedosos. Este hecho exige a los diversos actores sociales sabiduría y entendimiento, dones del Espíritu Santo, para que en medio de las legítimas diferencias busquemos el bien común anclado en principios sólidos. El diálogo y el respeto, tan propios del cristianismo, han de ir acompañados de la caridad y de la verdad evangélicas que le dan consistencia a una autentica comunidad humana”.

“Estamos próximos a las elecciones de alcaldes y concejales para conducir, por encargo popular, los municipios en los que vivimos. Una vez más hacemos presente que nuestra conciencia como personas integradas en la comunidad nacional nos mueve a asumir con responsabilidad el deber ciudadano de votar libre e informadamente. Desde los valores cristianos de la caridad, la fraternidad y la solidaridad, pedimos a todos actuar con sabiduría y serenidad en estos procesos eleccionarios”.

“Al celebrar este año el 50 aniversario del Concilio Vaticano II recordemos su inestimable legado subrayando en esta oportunidad la categoría de los signos de los tiempos. Como sabemos, éstos son señal de esperanza porque creemos que Dios actúa en la historia y la va llevando misteriosamente hacia la plenitud de Cristo. En medio de la prueba, el realismo de la esperanza que brota del Evangelio una y otra vez, nos impele a ir al encuentro de la historia y de los acontecimientos para testimoniar, con palabras y obras, el mensaje de Dios que salva y que promete que nunca dejará a su pueblo peregrino”.

Mons. Duarte finalizó su homilía, confiándole todas nuestras intenciones a la Virgen del Carmen, reina y patrona de Chile.

Fuente: Comunicaciones de Valparaíso
Valparaíso, 14 de Septiembre, 2012
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