El Mensaje de Juan Pablo II con motivo de la Cuaresma 2003, hecho público este jueves 6 por la Sala de Prensa de la Santa Sede, presenta este período litúrgico como tiempo «fuerte» de caridad y solidaridad.
«Deseo de corazón que la Cuaresma sea para los creyentes un período propicio para difundir y testimoniar el Evangelio de la caridad en todo lugar, ya que la vocación a la caridad representa el corazón de toda auténtica evangelización», confiesa el Pontífice al concluir su mensaje.
El texto, que lleva por título «Hay mayor felicidad en dar que en recibir», busca promover la reflexión de los mil millones de católicos en el mundo durante el periódico litúrgico de la Cuaresma que sirve de preparación a la Pascua y que comenzará con el Miércoles de Ceniza el próximo 5 de marzo.
El Santo Padre hace su propuesta consciente de que «nuestra época está influenciada, lamentablemente, por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo».
«Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente, exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico», constata.
«El afán desmedido de posesión impide a la criatura humana abrirse al Creador y a sus semejantes», insiste.
Frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población mundial - se pregunta Juan Pablo II-, «¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos, mientras que el resto de la humanidad sufre la miseria y el abandono?».
Apelando a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, el Papa reafirma que es necesario buscar no el bien de un círculo privilegiado de pocos, sino la mejoría de las condiciones de vida de todos. «Sólo sobre este fundamento se podrá construir un orden internacional realmente marcado por la justicia y solidaridad, como es deseo de todos».
Para el Papa esta entrega del cristiano no es mera filantropía: «se alimenta del particular e inagotable tesoro de amor que es la entrega total de Jesús al Padre».
El cristiano no debe hacerse la ilusión de buscar el verdadero bien de los hermanos, si no vive la caridad de Cristo, añade el mensaje pontificio. Y afirma que, aunque lograra mejorar factores sociales o políticos importantes, cualquier resultado sería efímero sin la caridad.
«A veces no es el imperativo cristiano del amor lo que motiva la intervención en favor de los demás, sino una compasión natural», reconoce por último el Papa. «Pero quien asiste al necesitado goza siempre de la benevolencia de Dios», aclara.
De hecho, concluye, «para los "alejados", el servicio a los pobres puede ser un camino providencial para encontrarse con Cristo, porque el Señor recompensa con creces cada don hecho al prójimo».
Especiales de Iglesia.cl