“Dios está presente en medio de su pueblo ofreciéndole siempre su fuerza salvadora”, dijo monseñor Ezzati durante la Misa de la Última Cena
La solemne Misa de Última Cena estuvo presidida por monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago, y fue concelebrada por monseñor Andrés Arteaga, Obispo Auxiliar; monseñor Fernando Ramos, rector del Seminario y el padre Javier Manterola, párroco del Sagrario.
Historia de Salvación
Con la celebración de la Cena del Señor comenzamos a celebrar el misterio de amor, de vida, de entrega y de resurrección que el Señor Jesús ofrece a todos los hombres de todos los tiempos, dijo el Arzobispo durante la homilía.
“En este jueves santo hay tres elementos que nos inspiran y nos ayudan a rezar”, explicó monseñor Ezzati. El primero es la historia de salvación que comienza con la elección del pueblo de Israel, la liberación de la esclavitud de Egipto y su introducción en la tierra prometida. Y esta historia continúa hoy, destacó el arzobispo: “No es cierto que Dios ha muerto, Dios vive, Dios reina, Dios está presente en medio de su pueblo ofreciéndole siempre su fuerza salvadora y liberadora”, dijo a los fieles. Recordando las palabras del Papa Benedicto XVI manifestó que la última palabra no la tiene el mal, sino el bien, el amor, la resurrección y la vida. “La historia de la salvación nos muestra que para Dios no hay nada imposible”, sostuvo.
Institución de la Eucaristía
“El segundo elemento que celebramos es la presencia de Cristo en el misterio de la eucaristía”, expresó el Arzobispo. En ella Jesús “se entrega totalmente al Padre y a nosotros para hacer nueva la humanidad, para que su gesto de amor sea signo tangible de ese amor infinito que Dios Padre nos tiene”, aseguró.
La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana, suscita la gratitud que los cristianos muestran a Jesús y a Dios Padre durante la adoración al Santísimo “por permanecer siempre con nosotros” expresó.
Coherencia y servicio
En tercer lugar, expuso el Arzobispo, el Señor recuerda el amor a Dios y al prójimo a través del lavado de pies. Cristo, el Hijo de Dios “se pone a nuestro servicio, se hace buen samaritano”, dijo, pues “no ha venido para ser servido, sino para servir”.
Luego monseñor Ezzati puso de manifiesto la exigencia de testimonio para quienes participan de la Eucaristía. “Si participamos del cuerpo entregado de Jesucristo por nosotros es de mínima coherencia que vivamos entregándonos a los demás”, manifestó. “El testimonio del amor, del servicio, de la solidaridad, del respeto a todas las personas y el compromiso por su crecimiento integral es coherente con la Eucaristía que celebramos. Por eso el gran signo que el mundo contemporáneo no podrá desechar nunca es el signo de nuestra caridad y de nuestro amor”, agregó. Una Iglesia que vive en comunión, en la unidad y en el servicio “es una Iglesia que se hace creíble”, dijo.
En este sentido recordó la invitación a superar la pobreza, hecha por Juan Pablo II durante la visita apostólica a nuestro país realizada hace ya 25 años. “Preguntémonos de qué manera y cuánto abrimos nuestro corazón al prójimo, al necesitado”, inquirió el Arzobispo añadiendo que no sólo se trata de necesidades materiales, sino también espirituales. “Qué campo tan inmenso queda abierto a nuestra responsabilidad y coherencia eucarística”, exclamó. “Dios quiera que el testimonio que demos sea de un amor grande”, dijo a los fieles. Finalmente, parafraesando la encíclica Dios es Caridad de Benedicto XVI deseó que “ningún pobre de ninguna especie se sienta extranjero en la vida de la Iglesia”.
Luego de la homilía, monseñor Ezzati lavó los pies de 12 muchachos pertenecientes a la pastoral juvenil de la Arquidiócesis.
Antes de concluir la Eucaristía, el Arzobispo se trasladó en procesión hasta la capilla del Santísimo donde oró junto a los fieles.
Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl