En un ambiente de alegría se ofició la misa con la que la Escuela del Diaconado dio inicio a su año académico. El director de la Escuela, presbítero Pedro Pablo Garín, recibió a los hombres casados que buscan servir a la Iglesia a través de este orden. Este año son 7 varones los que ingresan a un plan de estudios que dura 6 años. Ellos son parte de los 110 hombres que se preparan para su ordenación y posterior labor pastoral.
La formación de un diácono permanente se extiende por cinco años y medio, más un periodo de tiempo de de discernimiento y preparación a la ordenación. El plan de formación está destinado al desarrollo espiritual, intelectual y pastoral de los futuros diáconos. Al término de este período el postulante puede ser ordenado, previa aprobación de sus estudios y con consulta a su esposa y a su director espiritual.
Aprender de Jesús a servir
“En este camino de Cuaresma que nos lleva al encuentro con Cristo Resucitado acontece algo que a la luz del mundo no significa nada”, dijo el Arzobispo en la homilía. Sin embargo, “es expresión del amor de Dios hacia la Iglesia de Santiago”, sostuvo refiriéndose a la incorporación de 7 nuevos estudiantes a la Escuela del Diaconado y al inicio del año académico de esta instancia formativa.
“La vocación que el Señor les ha regalado es un don a la persona, al matrimonio, a la familia de cada uno de ustedes”, indicó el obispo a los futuros diáconos y recalcó que deben ser imagen de Cristo entre sus hermanos. Para ello los invitó a redoblar su vida espiritual y contemplar a Dios para aprender a servir y a alentar la esperanza de las personas.
Sobre el nuevo año académico que inician, el Obispo animó a que no fuera sólo un tiempo de estudio, sino que sea “un tiempo de comunión, de intimidad, de desierto habitado por el Señor y su Espíritu”. También los invitó a redescubrir la vocación diaconal siendo miembros de una Iglesia que es comunión. “Aprendan a ser diáconos en comunión con el Obispo, con los presbíteros, con el cuerpo diaconal, con los laicos y laicas, con consagrados y consagradas”, detalló. “No podemos ser ministros de Cristo sin los demás”, añadió.
Aprendan a mirar a Jesucristo servidor, que se ciñe la toalla para lavar los pies de sus discípulos, animó el Obispo a los estudiantes. “Ustedes, con su vocación diaconal, están llamados a recordar a todos los cristianos que la dimensión diaconal de la Iglesia es característica esencial de su ser y de su misión en el mundo”, manifestó.
Finalmente el Pastor deseó a los estudiantes de la Escuela del Diaconado Permanente que tuvieran un año fecundo, “que las instancias formativas desde el encuentro, la oración, el estudio y el descubrimiento de lo que Dios les regala, sean de verdad una experiencia de crecimiento para su vida y que sean compartidas en la vida del matrimonio, de la familia y con sus hijos”.
Ingreso de nuevos estudiantes
Siete son los nuevos estudiantes en la Escuela del Diaconado Permanente. Dos de ellos provienen de la Zona Sur: Carlos Chacón y Jaime Leviqueo; dos de la Zona Cordillera: Valentín Espinoza y Rodrigo Prieto; dos de la Zona Oriente: Werner Ibáñez y Hugo Santibáñez, y uno de la Zona Norte: Luis Rebolledo. El director de la Escuela, presbítero Pedro Pablo Garín, les dio la bienvenida al término de la Eucaristía y la asamblea les brindó un caluroso aplauso.
¿Quiénes son los diáconos?
Son las personas encargadas de animar a los cristianos en su propia vocación de servicio, tanto en el orden de la solidaridad como de la evangelización y que forman parte del personal consagrado.
El diácono tiene la misión de ser un colaborador en el ministerio del Obispo y del presbítero, un animador de las Comunidades Eclesiales de Base (capillas). Su carisma radica en animar a los cristianos en su propia vocación de servicio, tanto en el orden de la solidaridad como de la evangelización y edificación de la comunidad eclesial.
Los diáconos permanentes son, por lo general, hombres casados, que reciben este ministerio para colaborar con el Obispo en el quehacer pastoral y de evangelización de la Iglesia.
Este ministerio si bien tiene su origen en los primeros siglos de la Iglesia, fue restablecido en el Concilio Vaticano II (1962-1965), como un grado estable de la jerarquía eclesiástica. A partir de ese momento, se subraya el valor del servicio que presta el diácono. Asimismo, se responde a las exigencias pastorales actuales, como es la escasez de sacerdotes y la necesidad de una cercanía de éstos al pueblo fiel, y, finalmente, la Iglesia se enriquece con la ordenación, el compromiso estable y la función litúrgica de los diáconos.
Escuche homilía completa de monseñor Ricardo Ezzati.
Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl