La liturgia fue concelebrada por el vicario general de Pastoral, monseñor Héctor Gallardo; el Deán de la catedral, monseñor Juan Suárez; el rector del Seminario Pontificio, monseñor Fernando Ramos y otros sacerdotes, además de la participación de decenas de seminaristas.
En su homilía, monseñor Ricardo Ezzati señaló que Jesús, en primer lugar, “es Palabra de Dios, que nos dice que como él es Hijo del Padre, también nosotros hemos sido llamados a la dignidad de hijos de Dios”; que nos dice “que Dios es Amor, que nos tiende constantemente la mano y no es extraño a nuestra historia, camina con nosotros”. Un Padre, dijo, “que nos quiere reconciliados con Él, en comunión con Él”.
El arzobispo de Santiago explicó que “Jesús es también luz, que revela la vocación más profunda del ser humano, luz que nos viene a decir cuál es el destino de nuestra vida, cuál es el sentido del dolor y del sufrimiento, qué cosas, de verdad, nos hace crecer en humanidad, sea a nivel personal como también a nivel comunitario y social”. Añadió que esta luz que es Jesucristo “nos enseña cómo vivir el misterio del amor en la familia, cómo vivir nuestra comunión de hermanos en la solidaridad”.
Luego, dijo que tal vez el misterio más grande es que “muchas veces nosotros, los hombres, no queramos escuchar la Palabra de Dios y no queramos dejarnos iluminar por su luz”, pero, precisó que por el Bautismo somos hechos hijos de Dios y que tenemos que tomar conciencia que “por nuestra acción misionera estamos llamados a ser testigos de la Palabra y de la luz que es Jesucristo”.
Audacia para anunciar la fe a los más alejados
Monseñor Ezzati afirmó después que “vivimos en una época histórica donde la soberbia del hombre pareciera enceguecernos, donde pareciera que no hay oídos para entender y escuchar. Hoy día, con humildad, con sencillez, queremos ponernos frente a este misterio de amor del Hijo de Dios que se ha hecho carne, para escucharlo, para iluminarnos con su luz y para que él nos convierta en luz junto con él para el mundo de hoy; para que nos convierta en palabra de vida, especialmente para los hermanos y hermanas que no han tenido el gozo y la alegría, la gracia de haberlo encontrado”. Para eso pidió que Dios “nos dé la fortaleza, la audacia de ser testigos de su luz y su Palabra en un mundo que pareciera caminar en la oscuridad de las tinieblas y del pecado”. El pastor terminó deseando a los fieles que la venida de Jesús “alegre el corazón de cada uno de ustedes, los llene de gozo y de esperanza”.
Al término de la eucaristía extendió su bendición a las familias de los presentes, “particularmente a los niños, a los jóvenes, a los que sufren en los hospitales o que viven con una enfermedad que los aqueja en su casa”. Después de la bendición, el arzobispo de Santiago se dirigió al pesebre ubicado a un costado del altar mayor, para adorar al Niño Jesús.
Fuente: DOP www.iglesiadesantiago.cl