Ascensión Nicol nació en Tafalla, una pequeña ciudad en Navarra - España.
Sus primeros años de vida transcurrieron en los ambientes de una familia cristiana, donde el amor, el trabajo y la solidaridad, eran una práctica constante.
Cuando tenía 14 años, su padre la llevó al Colegio Internado de Santa Rosa de Huesca, que era administrado por religiosas Dominicas. El contacto con la Vida Religiosa creó en ella un deseo y una interrogante sobre su vocación y una vez terminados sus estudios, regresa un año a casa de sus padres para clarificar bien sus motivaciones. Discernida así su vocación, vuelve al Convento de Santa Rosa para ser religiosa.
Ascensión Nicol fue una mujer abierta a acoger lo que Dios le iba pidiendo a su joven vida. Compartía siempre con las Hermanas sus deseos de acercarse a las personas que ella iba conociendo por los escritos misioneros de aquella época.
Así cuando en el año 1913, llega al Convento de Santa Rosa un Obispo Misionero proveniente de la selva peruana, solicitando Hermanas para que lo acompañen en su tarea evangelizadora, Madre Ascensión aunque no sentía en ese momento grandes ilusiones para ofrecerse, se hace disponible, confiando en que Dios le está mostrando un nuevo camino para su vida.
En el año 1913, Madre Ascensión llega a Lima con 4 hermanas más y después de un año y medio de espera en la capital peruana, salen hacia la selva en una primera expedición.
En Maldonado Madre Ascensión empieza a vivir un nuevo estilo de vida, una nueva manera de orar, de evangelizar y relacionarse con la gente. Es en ésta realidad de exclusión, abandono y opresión, donde se da cuenta que Dios la guía y acompaña más que nunca y así lo deja plasmado en una de sus cartas escrita en el año 1918: “¡Cuánto bien se hace en estas misiones y que cerca del cielo se siente el alma en estas apartadas regiones. Nunca me he sentido tan cerca de Dios como en los diez y seis meses de selva".
Madre Ascensión va descubriendo a Dios que se le revela con nuevos rostros, ya no es sólo el Dios del Sagrario, de la Eucaristía o del rezo del Rosario, es el Dios encontrado en el rostro de la mujer indígena enferma y abandonada en plena selva para que termine de morir. Es el Dios que sufre nuevamente en el nativo explotado por la empresa cauchera, es el Dios que muere en el niño tuberculoso, sin medicinas para curarse. Es el Dios que pide dignidad para aquellos marginados por la sociedad en la selva peruana.
¡Qué bien había aprendido a integrar la espiritualidad de Santo Domingo, Ascensión Nicol!, "CONTEMPLAR EN LA ACCIÓN", tal vez por eso, toda la vida de esta gran mujer fue entregarse incondicionalmente por Amor, sin añorar el pasado, sin guardarse para ella, abierta a lo incierto, abierta al hermano - hermana que más sufre, toda su vida puesta al servicio de Dios.
Las Hnas. Misioneras Dominicas del Rosario, actualmente presente en los cinco continentes, queremos compartir con la Iglesia de Chile ésta ¡Gran Noticia! que alegra el corazón de nuestra Congregación y nos invita a vivir con mayor radicalidad el Carisma que hemos heredado de nuestros Padres fundadores Venerable M. Ascensión Nicol y Mons. Ramón Zubieta, “Evangelizar en los lugares donde la Iglesia más nos necesite”. Tarea que realizamos desde una pluralidad de servicios.
Fuente: Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario - Provincia “Nuestra Señora del Carmen” - Chile – Bolivia