El Papa recibió este viernes 22 a los cardenales presentes en Roma, a quienes aseguró: "A las intensas emociones vividas con ocasión de la muerte" de Juan Pablo II y "después durante el cónclave y sobre todo al final, se suman una íntima necesidad de silencio y un vivo deseo del corazón de dar gracias y un sentido de humana impotencia ante la gran tarea que me espera".
"En primer lugar -afirmó- siento el deber de dar gracias a Dios, que me ha elegido, a pesar de mi fragilidad humana, como Sucesor del apóstol Pedro, y me ha confiado la tarea de regir y guiar a la Iglesia, para que sea en el mundo sacramento de unidad para todo el género humano".
Benedicto XVI subrayó que "el primer encuentro con los fieles, el martes pasado en la Plaza de San Pedro, fue realmente emocionante: a todos, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, jóvenes y ancianos, mi más sentido agradecimiento por su solidaridad espiritual".
A todos los miembros del colegio cardenalicio, en especial al secretario de Estado, Angelo Sodano y al camarlengo, Eduardo Martínez Somalo, dio las gracias por "su activa colaboración durante la administración de la Iglesia en el período de sede vacante. Saludo con particular afecto a los cardenales que por motivos de edad o enfermedad, no han participado en el cónclave".
El Papa extendió su personal agradecimiento a los purpurados "por la confianza que habéis depositado en mí, eligiéndome Obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal. Es un acto de confianza que constituye un aliento para emprender esta nueva misión con más serenidad, porque estoy convencido de poder contar, además de con la indispensable ayuda de Dios, con vuestra generosa colaboración. ¡Por favor, no dejéis de sostenerme!".
Tras recordar a sus predecesores, el beato Juan XXIII, a los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo I y especialmente a Juan Pablo II, "cuyo testimonio en los pasados días nos sostuvo más que nunca y cuya presencia seguimos notando siempre viva", dijo: "La luz y la fuerza de Cristo resucitado se irradiaron en la Iglesia de aquella "última Misa" que celebró en su agonía, culminada en el "Amén" de una vida totalmente ofrecida, por medio del Corazón Inmaculado de María, para la salvación del mundo".
"Vuestra cercanía espiritual, vuestros iluminados consejos y vuestra cooperación activa -terminó- serán un don del que os estaré siempre agradecido y un estímulo para llevar a cabo el mandato que se me ha confiado con total fidelidad y entrega".
Texto completo del discurso
Fuente: Vatican Information Service